Nacido en Apóstoles, Misiones, en 1979, Andrés Paredes captura el milagro de la naturaleza. Y lo hace con tierras vírgenes, mariposas, cigarras, libélulas (insectos que pasan por grandes transformaciones), antiguos termiteros de tierra colorada deshabitados, destinos sinuosos de hormigas. El resultado es una inmersión íntima, pasional, en las entrañas de un mundo que revela formas, texturas y colores inexplorados.

La exposición antológica El oro de los sueños, con curaduría de Patricia Rizzo, se puede ver en la torre Macro, edificio diseñado por César Pelli y transformado con esta muestra en una catedral moderna. Además, Paredes intervino con su obra el interior del edificio: un trabajo que hizo en 2018, cuando fue convocado por Banco Macro. Cada uno de los pisos cuenta con paneles especialmente diseñados y calados por él. Para este proyecto, cuenta, integró arte, arquitectura e interiorismo. Los paneles evocan la selva misionera y la idea fue tomar el edificio como si se tratara de un organismo vivo. La exposición incluye papeles calados, objetos, esculturas móviles, pinturas y dibujos. Gran artista, Paredes aprendió el calado con una profesora alemana en Oberá, Misiones. “Fue como una varita mágica”, recuerda de ese momento en que le sacó jugo a una técnica milenaria: hizo con calado obras que son joyas contemporáneas y que pueden verse en su exposición.

En las piezas del gran hall la naturaleza se abre camino buscando ganarle terreno a la ciudad y al desierto. Es importante recordar que este año Paredes hizo una residencia en el desierto de Atacama, donde puso el foco en la lucha librada por lo vegetal para sobrevivir en condiciones adversas. En otras magníficas obras, aparece una visión microscópica vinculada a una naturaleza interior, capaz de habitarnos. Son organismos tentaculares de colores y texturas inolvidables. Estas fascinantes pinturas pueden verse al ingresar en un espacio delimitado por paneles móviles. También se exhiben en la nueva sede de la galería Cott (Perú 973). Además, en el stand de la galería en esta edición de Arteba se pueden ver una serie de piezas en porcelana que hizo en una residencia en Paraguay (hechas en un horno especial llamado Noborigama y que tienen fuerte vínculo con la historia del artista ya que sus abuelos eran paraguayos), pinturas minerales hechas en una residencia en el desierto de Atacama, y pinturas al acrílico y óleo pastel sobre cemento.

PERDER EL CONTROL

Para lograr sus deslumbrantes pinturas, Paredes usó su mano izquierda. “La mano derecha ya estaba muy condicionada a trabajar con la armonía y la belleza, con una cosa muy obsesiva y controlada, y mi idea era perder ese control, entonces empecé a trabajar con la mano izquierda”, señala el artista, cuya obra integra colecciones de Argentina, Los Ángeles, Madrid, Nueva York, Paris, Beirut, Hong Kong y Miami. Estas obras condensan una especie de acto performático, que requiere, no sólo disciplinar esa mano desacostumbrada a pintar y dibujar, sino zambullirse en una especie de ritual sin pasos estipulados.

Hay en el devenir de la producción de Paredes un renacer hacia la naturaleza que encarna la pura potencia. El camino comenzó con su Barro memorioso, en el Centro Cultural Recoleta, donde construyó una inigualable vanitas moderna, densa, bella y oscura, con cientos de kilos de barro ñau del Paraná, perfume de rosas, canela, música, ​fósiles, esqueletos, huesos hechos con barro, alas de mariposas, cigarras, cuarzos, ágatas, amatistas. Ahora presenta pinturas con tierra, con yerba mate y otras hipnóticas pinturas con base de cemento que dan cuenta de su nueva producción. Hay también trabajos con tierra que proviene de hormigueros deshabitados.

Todas las mariposas que el artista usó en las obras provienen de un mariposario de Misiones, que autorizó que se usaran tras su muerte natural. “Estamos autorizados por el Ministerio de Ecología para utilizarlas”, señaló el artista, quien además para esta muestra exploró materiales que van desde la pintura y el cemento hasta yerba y tierra colorada. Trabajó con pigmentos obtenidos de los restos de tacurú (son hormigueros construidos con tierra seca).

La naturaleza estuvo siempre presente en la vida de Paredes. Sin temor, por las tardes, el niño Andresito y su hermana se sumergían en el monte con sus ponis. “Viví y crecí en los arroyos con una libertad absoluta. En mi casa, mi papá tenía una clínica médica. Nosotros teníamos caballos, ponis, monos, vivía en un árbol. Eran cosas así que parecen de una ficción, de un cuento, pero eran reales”.

“Mi obra tiene que ver con el lugar donde nací, crecí, donde están la mayoría de mis recuerdos. Toda mi producción gira en torno a la naturaleza y la transformación como eje central, la reelectura del paisaje de la selva atlántica de Misiones y de sus habitantes. Aprovecho las posibilidades de uso que me ofrecen los materiales que obtengo del paisaje, la vuelta constante al recuerdo donde se mezclan, la ciencia y la naturaleza, la cultura y la historia de una tierra marcada por las fronteras”, señala el artista, quien participó en la residencia internacional de The Rivas Collection, en Aregua, Paraguay, y del programa Awasi Immersive Artist en San Pedro de Atacama, Chile. En 2023, intervino la fachada de Casa de América, en la plaza Cibeles, en Madrid, con una gigantesca mariposa.

AL FINAL DEL ARCO IRIS

Paredes cuenta que desde que se instaló en Buenos Aires realiza sus obras a partir de recuerdos lejanos pero intensos que nutren su imaginación. Hay en esos insectos, en la tierra trabajada, en los pigmentos y óleos como joyas resplandecientes un trabajo profundo, laborioso y singular.

Su última experiencia en la selva fue una residencia en la que hizo una obra con canastos tejidos que aluden al entramado social que tiene la provincia con los guaraníes, la superposición de lo hispánico con la conquista jesuítica y las corrientes migratorias. “Me gusta hablar desde ese lugar de la selva pero que no es el Amazonas, sino que está cargado por nuestra propia historia: se escucha el chamamé, hay inmigrantes de todo el mundo, se vive en una armonía”, explica el artista. Hizo “Trama y desenlace”, una escultura de seis metros de alto, que estará en la selva hasta que se hibride con su entorno. La escultura tiene una cámara oculta para observar cómo se relaciona con insectos, plantas y animales: es un work in progress que durará dos años y ya una de sus partes fue devorada por las termitas.

Con esta exhibición, Paredes aspira a la búsqueda de la felicidad a través de la belleza. “Muchos le temen a la idea de belleza”, señala. La vinculan con un estado vacuo o superficial. Él, en cambio, se apropia de ese ideal para dar forma a sus obras. La belleza, en su caso, está ligada a la naturaleza de su tierra natal. “Toda mi producción gira en torno a la naturaleza y la transformación como eje central”, sostiene. Y añade: “Esta obra habla de encontrarse con uno mismo, del deseo de sentirse realmente realizado y de la ambición de encontrar la felicidad al final del arco iris”.

Se propuso ir contra preceptos muy incorporados. “Desde muy chico, mi contacto con el arte fue a través de la música. El estudio de la música tiene algunos parámetros, sobre todo en la música clásica que tienen que ver con la armonía, con lo tonal y con lo armónico, que remite mucho a principios ya establecidos como la simetría y el equilibrio. Y a mí al principio me gustaba mucho trabajar con esos elementos, que yo creo que están totalmente afuera del arte contemporáneo, a primera vista”, señala Paredes. Considera que si bien hay muchos artistas que trabajan con el concepto de belleza clásico no se animan a nombrarla: es un tema tabú debido a que la belleza se asocia a lo decorativo.

HISTORIA DE LA BELLEZA

Su obra y su mirada abren el debate sobre la belleza en el arte, cuya conceptualización es tema clave en las artes y la filosofía. Jean-Luc Nancy, en La mirada del retrato, explora la idea de que la belleza es una experiencia que va más allá de la simple percepción visual. La belleza, en este caso, no se encuentra en el objeto en sí, sino en la experiencia estética que el objeto provoca en el observador (una experiencia que está íntimamente ligada al sentido del ser y la existencia).

Por su parte, Umberto Eco, en su libro Historia de la belleza, plantea que es una construcción cultural: no existe una única definición de lo bello. En la contemporaneidad, la belleza ha sido democratizada y diversificada, reflejando multiplicidad de experiencias y valores. Otras lecturas son más poéticas, como la de Elaine Scarry, que relaciona el concepto con la justicia. Aquí la belleza tiene un poder transformador que nos impulsa a actuar de forma bondadosa, equitativa.

Arthur Danto, autor de Después del fin del arte, es categórico al señalar que en la era del arte contemporáneo, la belleza ya no es un criterio válido fundamental para evaluar las obras de arte. El arte se ha separado de la necesidad de ser bello: se enfoca en cuestiones sociales, conceptuales y políticas. La belleza es una cualidad, entre muchas otras.

Resulta iluminadora la mirada de Susan Sontag, para quien la obsesión por la interpretación opacó la apreciación de la belleza en el arte. Para Sontag, la belleza reside en la experiencia directa y visceral del arte. propone una “erótica del arte”, donde la experiencia estética y sensorial sea central. “El oro de los sueños, para mí, significa la búsqueda de la transformación”, afirma Paredes. “Y encontrar en ese camino una promesa de felicidad: ir en busca de eso todo el tiempo. Hay muchas maneras de representar esa felicidad, pero para mí en la belleza hay una promesa de felicidad”.

El oro de los sueños se puede ver de lunes a viernes, de 10 a 18, en Torre Macro, Av. Eduardo Madero 1172. Hasta el viernes 27 de septiembre. Gratis.