“La familia es la célula original de la vida social. Su disolución propicia que el Estado manipule a los individuos a su antojo”. Contra todos los pronósticos, quien pronuncia estas palabras no es un clérigo octogenario, sino un joven y carismático youtuber. Muchas de las personas que la semana pasada salieron a la caza de Judith Butler, y en pleno clímax místico quemaron una esfinge con su imagen, hablan una lengua oscurantista que fuera de contexto se podría confundir con cualquier himno litúrgico de la Edad Media. Pero no. Muchas de las principales cabezas que avivaron el escrache contra la filósofa estadounidense tienen menos de cuarenta años. La paradoja habilita la pregunta: ¿de qué hablamos cuando hablamos del fantasma conservador que recorre Brasil y que ya se ha hecho carne en la censura de la obra de la dramaturga trans escocesa Jo Clifford y de la muestra “Queermuseu”? Categorías como “conservadores” o “reaccionarios” entendidos como un grupo de veteranos-analfabetos-digitales hacen agua. Esa es una de las líneas que el antropólogo social argentino Horacio Sívori pone en juego para pensar el presente en llamas que atraviesa el país al que se mudó hace quince años. Sívori enseña en la Universidad del Estado de Río de Janeiro y como investigador se dedica a tratar de entender la ola retrógrada en temas de políticas sexuales en Brasil. Sívori asegura que uno de los mayores problemas con la categoría de “conservadurismo” es que “si bien tienen una utilidad política, también tienen un efecto performativo. Son categorías de acusación y se quedan cortas en un análisis de fondo. ¿Qué decimos cuando los acusamos de ‘fundamentalistas’? Por un lado, los consideramos fundamentalmente antimodernos. Sin embargo, en los Estados Unidos, el subtexto islamofóbico de esa categoría sirve a una política colonial y a ideales de limpieza étnica”.
¿Quiénes componen estos movimientos que están detrás del repudio a Butler?
-Por un lado líderes evangélicos, católicos (cuyo peso histórico en la política brasileña no es nada despreciable) y una derecha política laica que ahora se ha montado en este movimiento conservador moral. Pero en cada sector hay una gran variación interna e importantes divergencias entre ellos. Los evangélicos históricos de Brasil (no los neopentecostales, que son los que encabezan el movimiento ahora) siempre estuvieron a favor del Estado laico en contra de la hegemonía católica. Entre los evangélicos actuales algunos están a favor, otros en contra de la educación pública confesional. Hay protestantes históricos, entre los cuales algunos pertenecen a movimientos de DDHH, así como católicos formados en la Teología de la Liberación. El protestantismo, por otra parte, es un movimiento sectario, con constante creación de nuevas iglesias. A pesar de ello, la impresión de que conforman un frente “conservador religioso” (notable en el movimiento para el impeachment de Dilma) les sirve para presentarse como un bloque. Es un peligro ponerlos a todos en la misma bolsa.
¿Por qué es un peligro?
-Cuanto más los homogeneizamos menos los entendernos. Al llamar fundamentalistas a los evangélicos brasileños estamos ignorando la inmensa variedad y notables innovaciones teológicas, en especial de las denominaciones pentecostales. Por otro lado, en la actual onda neoconservadora, la vertiente conservadora moral se junta muy estratégicamente con una vertiente ultraliberal en lo económico. Y no están en un solo partido o apenas en los partidos cristianos, sino que hacen pie en partidos mayoritarios como el partido de Temer, Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), por un tiempo aliado al Partido de los Trabajadores, y el Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB). Ambos se articularon para la caída de Dilma. El Frente Parlamentario Evangélico, con gran peso en la Cámara de Diputados, y el Movimiento Brasil Libre, de corte ultraliberal y presencia capilar en redes sociales online, fueron importantes gestores de esa articulación.
Los jóvenes viejos
Uno de los videos que se viralizaron en días previos al estallido antiButler fue el del youtuber paolista Bernardo Kuster. Es verborrágico, usa anteojos de marco grueso, camisa de franela hipster y maneja un timing millennial. Le habla a la cámara a toda velocidad: cuenta que Butler es la verdadera ideóloga detrás de “toda esta cuestión del género”. Considera como indicio del delito que su nombre se mencione en la portada de la revista Cult al lado de una caricatura de Marx. Alterna la lectura de pasajes de El género en disputa, con sus subrayados del programa de mano de un taller universitario sobre infancias trans. Kuster sabe de lo que habla: acusa a Butler de haber puesto en jaque la idea de que el sexo es algo natural. Leyó atentamente para hacer esta suerte de ejercicio de contra-divulgación para un público joven y masivo al que alcanza a través de su exitoso canal de YouTube. “Nosotros, los conservadores, estamos siendo estúpidos al perder tiempo en manifestarnos contra Caetano Veloso, cuando se saca fotos con travestis, o contra la marcha del orgullo, hay que ir a la raíz, hay que ir contra la ideóloga de todo esto”. Bernarno Kuster es el prototipo de simpatizante -no se sabe si orgánico- del Movimiento Brasil Libre, un espacio liberal en lo económico que aglutina a variados sectores de la nueva derecha brasilera. No son abuelos de traje, sino jóvenes con una fuerte base online. No vienen de la política partidaria tradicional, sino, dice Sívori, que “conforman un movimiento nuevo que retoma viejas banderas. Tiene un componente antiizquierdista (lo que en época de dictadura se llamaba anticomunismo)”. Exploran y utilizan muy creativamente todos los medios de comunicación. Viralizan, hacen uso de la postverdad, es decir, “la capacidad de crear mil versiones distorsionadas de los hechos que agitan ansiedades morales a través de los medios”.
¿Son evangélicos?
-No. En sus orígenes no lo son para nada. Su base es ultraliberal. Sólo recientemente, en función de las polémicas sobre el contenido de los contenidos curriculares de la educación pública, comenzaron a agitar cuestiones tradicionalmente movilizadas por conservadores religiosos (católicos y evangélicos). Son agendas que por momentos confluyen estratégicamente. Liberalismo económico y moral conservadora pueden confluir, como lo hizo en Estados Unidos en la Nueva Derecha en los años 70-80, pero esa confluencia no es necesaria.
Al mismo tiempo el evangelismo pentecostal en Brasil ha hecho también un muy buen uso de los medios.
-También. El poder económico de determinados pastores e iglesias se basa en emporios de radio y televisión que usan para predicar. Hoy uno de los canales más eficaces de transmisión de estas prédicas es YouTube. Y tienen una presencia enorme en el mercado discográfico. Hoy los jóvenes no dicen de sí mismos “soy evangélico” sino “soy góspel”. Así se entrelazan religión, política y mercado, y se potencia su penetración cultural.
¿Cómo se pasa del ultraliberalismo económico a querer linchar a Judith Butler?
-Es que hace algunos años esta neoderecha empezó a movilizar enérgicamente las banderas del conservadurismo moral. El escenario del impeachment de Dilma fue un momento clave en el que se visibilizó esta alianza. Durante la audiencia cada diputado hacía una breve justificación de su voto. Para algunos fue una sorpresa que en la justificación estuvieran tan presentes la familia, la religión, la tierra, la nación. Una figura importante de este movimiento, Jair Bolsonaro (actual presidenciable de ultraderecha) le dedicó su “sí” al coronel Carlos Alberto Brilhante Ustra, uno de los torturadores de Dilma durante su detención. Un coctel de conservadurismo moral, defensa de la dictadura y misoginia.
¿Qué es lo más característico de estos discursos en Brasil?
-Que hablan mucho y fuerte. Kuster, el blogger y youtuber, que mencionábamos antes fue uno de los que inició esta movida antiButler. En el video queda claro que sus argumentos son consistentes. La acusa citándola. Tiene el libro marcado. Dice “su objetivo es destruir la familia”. Y, sí, es verdad. Destruir la familia tal como la conocemos como institución tradicional. Tiene este elemento de reiteración, insistencia, fuerza, de identificar ansiedades que son caros a nuestras culturas nacionales, a pesar de que la gente no vaya tanto a misa. Es un error pensar que el único camino posible de avance de la democracia implica deshacerse de la religión.
Se ha visto un componente nacionalista también. Decían que Butler era la creadora de la ideología de género, pero hablaban también de “imperialismo de género”…
-Lo más frecuente es que se refieren al feminismo y los movimientos LGBT como un enemigo interno. No osan decir que las feministas vienen de Holanda o de Marte. La idea de “ideología de género” circula globalmente. Viene del Vaticano para contrarrestar el avance feminista. En usinas ideológicas de base académica, en Estados Unidos, se empiezan a pensar estas categorías. En Brasil, en estos discursos de odio contra feministas y LGBT, la idea de imperialismo no con tanta fuerza.
¿Para qué sirve esta alianza entre el neoliberalismo y moral conservadora?
-Hay que pensar en el papel disciplinario de instituciones como la llamada “familia tradicional” y de sentimientos como el amor a la patria. Una de las pensadoras que se pregunta esta conjunción es la cientista política Wendy Brown (que presenció la semana pasada la persecución de Butler. Es su esposa). Brown destaca el rol del presente estilo de autoritarismo de mercado legitimado para fines supuestamente morales. Para ella (la cito), la racionalidad neoliberal y la neoconservadora “operan simbióticamente para producir un sujeto relativamente indiferente a la veracidad y a la responsabilidad gubernamental, así como a la libertad política y a la igualdad entre ciudadanos”.
Teniendo en cuenta cómo actúa esta alianza, ¿qué hacer para frenarla?
-No pasa tanto por oponerse a lo religioso per se, sino por ver cómo se movilizan esos valores. Es complicado acusar a estos actores de fundamentalistas sin más o pensar que la solución es solamente reforzar la separación Iglesia/Estado. Incluso en la ley ésa es una separación compleja y ambivalente. En el aspecto normativo hay principios constitucionales que no debemos dejar de defender, pero en esa defensa no hay que “tirar el bebé con el agua del baño”, profundizando por ejemplo la vertiente punitiva.
¿Algunas sugerencias?
-Dentro del campo religioso hay actores a la vanguardia del “progresismo”, tanto en términos de equidad como de moral sexual, como las Católicas por el Derecho a Decidir, las iglesias evangélicas inclusivas y los grupos de la diversidad católica. No hay que dejarlos solos. Por otro lado, los actores religiosos tienen sus propios conceptos de Estado laico, uno que por ejemplo respete la libertad de culto y libertad de expresión, si bien no admita que en determinadas situaciones esa “libertad” se evoca para agredir individuos y colectivos. Hay violencias que hoy las leyes condenan: cuando Butler llegó al aeropuerto una señora la empezó a agredir y la misma señora pasó después a agredir a una cantante negra (Dani Negi) que había salido en defensa de Butler. La señora la atacó a la cantante con insultos racistas, que según la legislación brasileña son un crimen agravado. La autoridad policial del aeropuerto tuvo que actuar.
¿Cuál dirías que es la clave del éxito de estos movimientos?
-Usan lo que el sociólogo Stanley Cohen llamó “pánicos morales”. Hay una alerta acerca de los supuestos efectos catastróficos que tendría, por ejemplo, discutir género en la escuela porque es abrirle la puerta a la pedofilia y a la zoofilia. Así se construyen chivos expiatorios, monstruos morales que son quienes traen estas ideas, como Butler, que además se quieren beneficiar convirtiendo a todos los chicos en gays y trans. Si se duda de la posición conservadora, la respuesta será ¿cómo podés defender a los pedófilos? Se cambia el marco para que el foco no sean los derechos de sujetos destituidos de derechos (a saber: individuos y comunidades LGBT), sino los derechos y la salud de los niños, supuestamente en grave riesgo. ¿Quién podría oponerse a eso?.