Omar García tiene dos nombres, pero una historia: es sobreviviente de la desaparición y posterior masacre de los 43 estudiantes de la Escuela Normal Rural Isidro Burgos, ubicada en Ayotzinapa, que conmovió al mundo entero y focalizó la atención en el problema de las históricas desapariciones forzadas en México.

Omar también se llama Manuel Vázquez Arellano y, desde 2021, es diputado nacional del Estado de Guerrero por el partido oficialista Morena. A 10 años de la desaparición de sus compañeros, todavía tiene clara la cronología de lo que vivió el viernes 26 de septiembre de 2014, antes de que le avisaran por teléfono que los estudiantes estaban siendo atacados por la policía en la ciudad de Iguala.

Ese día por la mañana, Omar volvió con sus compañeros del curso de segundo año de la región Costa Chica, al sur de Guerrero, donde habían ido por unos días a realizar para observar la forma en que los profesores de escuelas primarias rurales impartían sus clases.

Al volver a Ayotzinapa, comieron en el comedor de la escuela Isidro Burgos y luego se pusieron a trabajar en los informes que tenían que presentar sobre las observaciones. No eran días comunes para los estudiantes. De la red de escuelas normalistas rurales, la suya había sido delegada para planear la logística de movilización para conmemorar la masacre estudiantil de Tlatelolco, ocurrida el 2 de octubre de 1968, en Ciudad de México. Para esta conmemoración, los estudiantes de todo el país se desplazan a la capital.

Antes de la partida

Así que Omar, frente a una computadora y desde la ventana de uno de los edificios, vio cómo sus compañeros se preparaban para partir hacia otra ciudad y así ir avanzando de a poco en el viaje hasta llegar a Ciudad de México a inicios de octubre.

La tradición era que los estudiantes, para reivindicar su lucha, tomaban micros y de esa forma se desplazaban a la conmemoración de la masacre. “Los compañeros salían hacia el estacionamiento y corrían y gritaban ‘vámonos, vámonos’. Yo intuí que se dirigían a Chilpancingo o algún otro lado a continuar las actividades que consistían en tomar camiones”, recuerda.

Omar no era cualquier estudiante. Era parte del Comité Política e Ideológico de la escuela normal socialista, un organismo que forma políticamente a estudiantes y que se renueva a través de elecciones populares. Los que estaban a su cargo le gritaban desde el estacionamiento, pidiéndole permiso para partir hacia la Ciudad de México. Cuando Omar vio que dos líderes de su confianza dirigían al grupo, accedió y él siguió trabajando en el informe hasta la noche.

La primera llamada de auxilio

Cuando ya estaba en su dormitorio de la escuela recibió la llamada de Wicho, uno de sus compañeros, quien le dijo, alterado, que la policía los estaba atacando con balas en Iguala. “Me sorprendió mucho. Me alerté y salí corriendo para buscar a más compañeros. Otros ya andaban haciendo lo mismo porque también habían recibido llamadas. Entonces nos organizamos y salimos para allá como pudimos”, relata Omar.

Desde la escuela normal salieron en dos camionetas diferentes. En el camino las camionetas se dividieron porque en la ciudad de Chilpancingo estaba otro de sus líderes y tenían que pasar por él. El grupo de Omar fue el primero en llegar a Iguala.

El encuentro con sus compañeros

El primer problema al que se enfrentaron, una vez en Iguala, fue encontrar el lugar exacto del ataque ya que los estudiantes no sabían precisar la ubicación exacta de su paradero. Siguieron andando hasta que divisaron los micros desechos por las balas y a los normalistas sobrevivientes del ataque. El ambiente era de una angustia total, ya que la policía se había llevado a 43 estudiantes desde tres autobuses diferentes.

Ingenuamente, sin dimensionar lo que acababa de pasar, lo primero que hizo Omar fue preguntar por el muerto, pues en la llamada que recibió cuando aún estaba en Ayotzinapa, Wicho le había informado que había un estudiante muerto. Los normalistas le respondieron que no sabían si efectivamente el compañero estaba muerto porque se lo habían llevado en una ambulancia. Lo que sí sabían era que al resto los había detenido la policía.

“Dijimos ‘entonces no hay bronca pues la policía se los llevó. Los van a tener en la cárcel en barandilla. No pasa de que les den una golpiza pero sabemos dónde están”, recuerda Omar cuál fue uno de sus primeros pensamientos.

Sin embargo, esto no fue así. De los 43 estudiantes desaparecidos esa noche solo fueron encontrados los restos de dos de ellos.

De militar la memoria a convertirse en diputado nacional

El caso Ayotzinapa marcó un antes y un después para los estudiantes normalistas mexicanos y las familias de las víctimas, para Omar y los otros 21 sobrevivientes. Omar tuvo que irse de Ayotzinapa y se instaló en la Ciudad de México, donde estudió Derecho y siguió denunciando lo que él llama “un crimen de Estado”.

En 2021, se convirtió en diputado nacional, algo que le trajo confrontaciones con algunos de sus excompañeros. “Ha sido complicado porque uno tiene que remar a contracorriente, aún dentro del sistema. Y también lidiar con los propios excompañeros o compañeras de la lucha social que no vieron con buenos ojos mi decisión, pero tampoco ya no me sentía tan arropado dentro del movimiento”, cuenta.

El 30 de septiembre, el presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) termina su sexenio. Durante su campaña prometió la resolución del caso de Ayotzinapa, algo que todavía no ocurrió pese a algunos avances en la investigación. “Esperábamos que sí se resolviera por la expectativa que el presidente despertaba. Sin embargo, es mucho más complicado”, concluye Omar.

Pasaron 10 años y el reclamo de justicia sigue más vigente que nunca.