Este sábado a las 20, en la Basílica San Ignacio de Loyola (Bolívar 225), tendrá lugar la presentación de Vespro della Beata Vergine, una de las páginas más grandiosas del barroco musical, obra de Claudio Monteverdi. La ejecución estará a cargo del ensamble Selva Vocal e Instrumental, que dirige Andrés Gerszenzon, con las voces de Marisú Pavón y María Carranza (sopranos), Mattea Musso y Griselda Adano (contraltos), Matías Tomasetto y Ricardo González Dorrego (tenores), Sergio Carlevaris y Mariano Fernández Bustinza (barítonos).

Creado por el mismo Gerszenzon, Selva vocal e instrumental –nombre de matriz monteverdiana que parafrasea a Selva morale e spirituale, una antología tardía del compositor cremonés– se dedica al estudio y la difusión de la música de los siglo XVII y XVIII y reúne a los más destacados músicos locales especializados en ese repertorio y en las prácticas interpretativas de la época. En este contexto, la obra de Monteverdi es una presencia frecuente. “Vespro della Beata Vergine acompaña a Selva Vocal e Instrumental desde hace mucho tiempo”, advierte Gerszenzon al comenzar la charla con Página/12. “La hicimos por primera vez en el año ’99. Más tarde la retomamos en 2002 y 2004, en una serie de conciertos que incluyó una presentación en el Teatro Colón, y después en 2015”, detalla el director, que también es docente e investigador.

Vespro della Beata Vergine se publicó, junto con la Missa In illo tempore, en 1610 en Venecia, con una grandilocuente y halagadora dedicatoria al Papa Pablo V. Por su complejidad estilística, la amplia articulación de su arquitectura –casi una hora y media de música– y las ambiciones expresivas que van más allá del tradicional culto a María, el Vespro della Beata Vergine es una de las maravillas del barroco temprano, en el cruce entre la tradición polifónica y las novedades dramáticas de que la monodia aportaba desde la naciente ópera. “Hay algo de celebración comunitaria en el Vespro”, continua Gerszenzon. “Tanto para para quienes la ejecutamos como para quienes la escuchan, es una obra particularmente atractiva. A las dificultades técnicas propias de una obra de semejantes proporciones, se suman las dificultades para juntar a todo el grupo para hacerla. El orgánico instrumental pide instrumentos muy variados y poco comunes”, observa el director.

“Pero la dificultad inicial de juntar al grupo y a los instrumentos siempre se supera, porque el Vespro es una obra emblemática, que todos quieren hacer, de la que todos quieren participar. Es la obra preferida para todos nosotros y el gran esfuerzo vale la pena”, asegura Gerszenzon. Gustavo Gargiulo y Pablo Cergneux en corneto, Mercedes Blanco Mengoni y Nubia Bado en flauta dulce, Jorge Silveyra y Andrés Zervin en trombón, Bárbara Escalada Portillo y Sergio Morales en violín, José Papotto en viola da gamba, Nicolás D'amico en violoncello, Hernán Cuadrado en contrabajo, Sebastián Strauchler en tiorba y Marcelo Dutto en órgano, conforman el nutrido ensamble instrumental.

En Vespro della Beata Vergine la religiosidad ya no se condensa en la tradición severa del contrapunto, si no en los impulsos vitales del canto, que comienza a ser concebido como la entidad espiritual más perfecta de la que desciende la vida humana en todas sus ramificaciones profanas y terrenas. “El Vespro… es un oficio de vísperas, cuya estructura es muy articulada y que tratamos de respetar. Alterna salmos, precedidos por pequeñas antífonas, que pueden ser de canto llano, motetes o incluso una sonata, que se repite al final de cada salmo. Eso, además de proporcionar una gran libertad, es también una oportunidad para que todos los intérpretes puedan tener su momento”, explica el director. “Más allá de las cuestiones de grupo, a la música de esta época ya le interesaba el virtuosismo individual como práctica, así que demanda mucho de los solistas, que en nuestro caso son excepcionales".

En las últimas décadas, la llamada “música antigua” –la del Renacimiento y el Barroco, digamos– ha sabido atraer nuevos auditorios y conquistar un espacio propio en el gusto general. Lo logró a través de la recuperación de numerosas obras y la reconstrucción de un repertorio, pero sobre todo a través de la manera de presentar la música, contextualizándola en la gracia de un relato histórico y en general haciendo uso de la libertad que está en su naturaleza. “Los músicos antiguos hemos insistido con esto. Se mantuvo una idea que ha tenido influencia sobre el arte de la interpretación en general, más allá de la época: tomar el programa como una unidad, darle un perfil temático, siguiendo una idea literaria o poética. En este sentido los programas de la música antigua se relacionan de alguna manera con los programas de la música contemporánea”, sostiene Gerszenzon.

“De hecho Juan Carlos Paz, en alguno de sus escritos recogidos en los tres volúmenes de memorias –Alturas, tensiones, ataques, intensidades–, dice que el concierto con su formato tradicional ha muerto y propone una cierta idea de puesta en escena, que en la música antigua se da naturalmente”, concluye el director.