Un adolescente mira a la cámara desde un colchón sin sábana. Detrás suyo, una gigantografía de Shakira. Al costado, sobre la cama, dos révolveres. Otra: una mujer fuma mirando una telenovela que se reproduce en un pequeño televisor. A su lado, un bebé llora a grito pelado. Ninguno de los dos mira a cámara. Sí mira hacia la dirección del lente una niña con el pelo revuelto, desde un colchón doblado que actúa como sillón. Estas son solo algunas de las micro historias que narran las fotografías de Ana Julia Sorgentini, compiladas en "Recortes de sectores" un libro que se suma a la Serie de Fotógrafos platenses que hace tiempo dirige el mítico fotógrafo argentino Ataúlfo Pérez Aznar. Fue en su taller que Sorgentini descubrió que aquellas fotos que sacaba como parte de sus viajes y su militancia social en los barrios platenses decían algo. Desde 1998, comparte su profesión como acompañante terapéutica con el estudio de la fotografía documental, perfeccionando técnicamente una mirada especial. A partir de la inundación en la capital bonaerense de fines de los años noventa, comenzó a conectar su militancia social con la fotografía. También lo hizo en el año 2000, cuando participó de la Brigada Sudamericana de Trabajo Voluntario en Cuba. Hoy, esas fotos pueden verse como parte de su primera muestra individual en la Universidad Atlántida de Mar del Plata. En conversación con Buenos Aires/12, reflexiona sobre los rasgos amateur del fotografiar, sobre el derecho a la imagen y cómo respetar un lugar desde la luz. 

¿Hubo alguna situación que te disparó el interés por la fotografía en particular, y no por otro lenguaje? 

Al principio, estudiar fotografía no tuvo que ver con el trabajo social. Necesitaba expresarme de otra manera, y el lenguaje de la fotografía me interesaba. No sabía bien por qué, no conocía la técnica, pero advertía que algo tenía que ver conmigo. Tenía que estudiar fotografía para poder utilizarlo eso como un medio de expresión. Me interesaba poder decir cosas a través de las imágenes. Siempre fui de ir a ver muestras de fotografía, tenía el hábito de comprar libros de fotografía, pero todo lo hacía desde una posición del disfrute personal. Esta cosa de rotularse "soy fotógrafo, no soy fotógrafo", a mi nunca me sirvió. Para mí siempre fue, y creo que sigue siendo, un espacio de libertad y de creación. Mi laburo va por otro lado, mis estudios van por otro lado, yo soy acompañante terapéutica. No terminé la carrera de psicología, pero también estudié muchos años, tengo cursos hasta sexto año, estudié unos años medicina. Es como que la parte del arte tiene que ver, por ponerlo de alguna manera, tiene que ver con un espacio que yo reservé para mí. Por eso no cargo con cuestiones de exigencia. Es un espacio lúdico para mi.

Entiendo, pero al mismo tiempo, quizás sea el uso del trípode, pero las fotos son bastante serias desde el aspecto formal, contienen una profesionalidad y un respeto por la disciplina.   

Si bien lo conserva esa cuestión de espacio de libertad donde uno hace lo que quiere, por decirlo de alguna manera, donde no hay límites, sí te puedo decir que advertí que para sacar fotos había que saber sacar fotos. Más allá de los talleres, que es un espacio también social de vinculación, también me dediqué al estudio. Los talleres de Ataúlfo Pérez Aznar son eso: una revisión crítica. Uno ve conoce a los autores, estudia la historia de la fotografía, hace un recorrido. 

En sus fotos, juega con el claroscuro respetando siempre la luz natural.

Todo lo que vi tuyo son trabajos en blanco y negro, y analógicos. ¿Cómo sentís que influyen esas dos marcas en tu obra?

Ahora me pasé al digital por un tema de costos. Pero me formé en analógico, con 36 fotogramas, valorando el encuadre. Es otro proceso distinto, porque uno la imagen la ve a posteriori y quizás la situación estaba muy buena y uno la dejó pasar porque no supo resolver en el momento. Creo que incorporé esa forma de sacar, jamás reencuadro una foto. La elección del blanco y negro es porque me transporta a otro lugar, y me gustan las fotos bien contrastadas. Siempre he utilizado la luz del lugar para sacar, trato de tratar de aprovechar al máximo el recurso, el clima natural del lugar donde se sacan las fotos. En los barrios, sobre todo en los interiores, hay mala iluminación. Así que siempre anduve con el trípode con todo listo, en condiciones de luz muchas veces muy deficiente. A veces la técnica está un poco descuidada también porque tenés que abrir el diafragma para captar toda la luz que hay. Y eso puede ser que sea una desventaja, pero yo traté de utilizarlo siempre a mi favor. Que el clima de la imagen le ganara al cuidado de algunas cuestiones más técnicas, como el grano. Me parece que también hace a ese folklore.

Esto del claroscuro se puede ver muy fácilmente en las fotos, pero me interesa esto que decís de respetar la luz del lugar.

Sí, creo que hay que preguntarse cuál es la luz natural del lugar y cómo las herramientas de la fotografía pueden como hacerle justicia en algún punto a ese lugar en particular. Como respetar el espacio donde uno está haciendo una toma, y no distorsionar lo que realmente es. Siempre me cuidé de que el trabajo fuera lo más fiel posible a la realidad que yo percibía. 

Ese respeto por la realidad, ¿está relacionado con respetar también aquel primer impulso de sacar la foto, con el efecto que la realidad produce en vos? 

Absolutamente. Nunca me llamó sacar fotografías de algo que no sintiera. Lo que a mí me conmueve cuando decido levantar la cámara y tomar una fotografía es resolver en el momento cómo retratar eso de la mejor manera. Hay que decidir qué encuadre y en qué momento, en qué mirada con el otro uno conecta. Yo siempre tuve una conexión muy particular con la gente con la que después fotografié, si bien son todas tomas espontáneas. Yo trabajaba en ese lugar, la gente me conocía, no era un extraño que iba a sacar fotos solo para mi. Me metí en las casas. Creo que lo logro desde lo personal, no con el acto fotográfico. Y eso tiene que ver con mi vinculación con los temas, son temas que a mí me conmueven, no sé si es consciente o inconscientemente que uno decide, en definitiva, qué foto saca y qué foto no. Tiene que provocarme algo la imagen. La foto que uno saca, la que decide mostrar, no deja de ser una propuesta que uno hace al mundo. Si conmueve o no conmueve a un otro, eso ya es indiferente, lo completa el otro con la lectura. Pero uno tiene que preguntarse, ¿por qué quiero mostrar esto? ¿Por qué elijo sacar este tema y no el otro? Por lo menos yo lo hago.

"Para mi la ciudad no es solo lo estético", afirma.

Me interesa esto que decís de generar un vínculo con las personas antes de llegar a fotografiarlas. 

No está la intencionalidad de generar el vínculo para hacer la fotografía, sino que creo que lo que ha hecho que las fotos sean más espontáneas tiene que ver con que uno tiene una conexión con la temática, por un lado, y que siempre parten desde el respeto. Que no sea algo invasivo, que esté hecho con ese cuidado. La idea no es hacer un catálogo de gente que vive, algo meramente descriptivo. 

Entiendo que eso puede llegar a ser conflictivo, teniendo en cuenta que la intención es la de fotografiar un espacio disruptivo o marginal. Me refiero a que pueda malinterpretarse esa estetización. 

La verdad que nunca me he puesto a reflexionar en el efecto que puede causar una imagen o no. A mí me gusta llevarme esas imágenes porque algo de esa situación en algún sentido me atraviesa y trato de hacerlo desde mi mirada, incorporando el contexto. Me interesa mucho el contexto cultural, social en el que vive la gente. Nunca lo hice con la intención de ningún tipo de difusión, sí quizás de visibilizar algo, de capturar un momento. A mí me interesaba mostrar eso de la ciudad. Si es disruptivo, si es algo de denuncias o de poetización, eso ya son interpretaciones. Pero para mí la ciudad es eso también, no solo que se muestra de manera estética. Era también el sufrimiento, el padecimiento, la lucha diaria.¿Por qué no mostrar esto de la ciudad? Es un aspecto de la ciudad. Esto también es La Plata.

El libro de sus fotos forma parte de la Serie de Fotógrafos Platenses.

¿Hay alguna foto que sea particularmente especial para vos? 

Me pasa de recordar todas las situaciones de las imágenes porque evidentemente las he sacado cuando algo me ha impactado. Después sí tengo fotos que me gustan mucho más que otras, pero por cómo quedaron resueltas. Hay una que me gusta mucho que es una imagen que está sacada en un interior, de una mujer fumando mirando una telenovela y un bebé llorando a llanto limpio. También me gusta una que saqué en una marcha por los derechos humanos, de un hombre en la plaza que tiene el retrato de su hijo que es la viva cara del padre. Ese padre ahí tan solo, porque uno siempre dice las madres, las madres, y claro que uno es parte de eso. Pero ese rostro tan triste de ese padre solito en medio de todas las madres reclamando por su hijo me llegó. Hay imágenes a las que uno le tiene mucho cariño porque uno se implica en ese trabajo. Y hay otras que por ahí uno no tiene tanto amor por la imagen porque la imagen no se pudo resolver como uno hubiese querido en ese momento. Uno recuerda la situación. También me ha pasado de ampliar imágenes y sorprenderme por cosas que se incorporaron y que por ahí yo no había sido totalmente consciente de ese elemento.

Pensaba un poco en esto que decías de mostrar esas partes de La Plata que no se muestran, de ir a buscar aquello que no se muestra. Quizás en este mundo tan visual pensamos que todos tenemos derecho a la imagen, y no es así. 

Si, siempre fue desde un lugar de respeto y de compromiso precisamente por esto, porque uno antes que nada tiene que ser honesto con la disciplina que uno está practicando, por un lado, pero además con el derecho del otro, el consentimiento, el respeto, el saber por qué y para qué. Sino, no lo haría. En este caso, en los barrios, además de sacar fotos yo les enseñaba a ellos a sacar, y he dado talleres. No es cuestión de que el otro sea un objeto de investigación nuestra. Nunca me pasó de invadir el espacio personal del otro. Yo si no hay una conexión o una mirada que me habilita, no lo hago. No me ha pasado nunca de que me dijeran algo, o que me cuestionaran, o que me digan, no muestres la foto, o para qué es la foto. Sé que a mucha gente le ha pasado, y desde ese lugar por ahí a veces la gente me pregunta ¿cómo hacés para fotografiar? Y yo no sé bien qué responderles.