Desde Londres

 En un discurso sombrío que contrastaba con el veraniego sol londinense, Keir Starmer anticipó un presupuesto de austeridad, ajuste del gasto y aumentos impositivos debido a la desastrosa “herencia recibida” de los conservadores. En el jardín de la residencia oficial de 10 Downing Street, a casi dos meses de asumir, el primer ministro británico indicó que el estado de las finanzas públicas era “mucho peor de lo que había pensado” y que hay que tomar decisiones “dolorosas” para resolver el agujero fiscal de 22 mil millones de libras que dejó su antecesor Rishi Sunak. Sangre, sudor y lágrimas habría dicho Winston Churchill. Starmer reivindicó el papel del estado, pero evitó precisiones sobre los aumentos impositivos y el recorte del gasto público. “El presupuesto de octubre será doloroso. No tenemos alternativas. Los que tienen más van a tener que aportar más para solucionar esta situación”, dijo el primer ministro.

En su reivindicación del estado, el primer ministro defendió el aumento muy por encima de la inflación concedido a dos millones de trabajadores públicos de la salud y la educación. Según el primer ministro el gobierno se había ahorrado el enorme costo económico y social de los últimos tres años cuando el sector público, exangüe después de tanto ajuste conservador, empezó a paralizar los servicios y salir a las calles.

Un poco más controversial fue su argumento de que los desmanes de la ultraderecha en el verano habían sido estimulados por el conocimiento que tenían los hooligans y sus aliados de que las prisiones no tenían más capacidad para alojar presos. “Vieron las grietas de una sociedad después de 14 años y decidieron aprovecharlas seguros de que no les iba a pasar nada. Esto es lo que heredamos. No solo un agujero financiero sino un agujero en nuestro tejido social”, dijo Starmer.

Reacciones

El tono sombrío del discurso de Starmer no cayó bien en la diezmada izquierda partidaria y en el mucho más nutrido contingente sindical que financia al partido. Sharon Graham, secretaria general de uno de los sindicatos más poderosos, Unite, exhortó al gobierno a implementar los cambios que prometió en campaña. “No necesitamos más excusas en nombre de la responsabilidad fiscal o discursos sobre las virtudes de la creación de riqueza”, dijo Graham.

El Partido Verde, que tiene por primera vez en la historia cuatro diputados en el parlamento, condenó el cambio de discurso a menos de dos meses de ganar las elecciones. “Los votaron para cambiar el rumbo, no para soportar más penurias económicas. No necesitamos que nos recuerden que los conservadores destruyeron el país. Necesitamos tener los fondos necesarios para que la reconstrucción del país no recaiga en los hombros de los más pobres”, dijo la lideresa verde Carla Denyer.

Los conservadores rechazaron las acusaciones de Starmer y señalaron que el gobierno va a hacer lo que dijeron que no harían: aumentar los impuestos de todo el mundo. “Si se creen que los británicos somos idiotas, se equivocan”, dijo una de las candidatas a reemplazar a Rishi Sunak como líder de los tories, Kemi Badenoch.

El diablo y sus detalles

La herencia económica no incluye solo el agujero fiscal que dejaron los conservadores, sino también la urgente necesidad de inversión pública en el deteriorado sistema de salud, transporte, infraestructura y educación. Los aumentos salariales a los trabajadores calmaron las aguas, pero no bastan ni por asomo para recuperar un servicio público de excelencia.

El Servicio Nacional de Salud (NHS), ícono de la atención gratuita universal después de la segunda guerra mundial, es hoy una sombra de lo que fue: más de siete millones de pacientes en las listas de espera, un 10% de vacantes laborales sin cubrir, caída de en los indicadores de atención en enfermedades graves como cáncer o cardiovasculares.

Desde el interior del laborismo como desde ONGs y Fundaciones progresistas están proliferando alternativas para un mayor financiamiento del estado basado en una reforma tributaria progresista. Una de las que más revuelo causó fue la de la Tax Justice UK y Patriotic Millonaires UK (millonarios británicos que proponen mayores impuestos para los que más tienen). Las 10 reformas impositivas que proponen estas organizaciones podrían recaudar unas 60 mil millones de libras con medidas concretas como el fin de las 1180 exoneraciones impositivas a las grandes corporaciones, el cierre de rendijas legales que permiten el fraude fiscal o el impuesto a las fortunas con activos de más de 10 millones de libras. Otra organización, la Resolution Foundation, se ha centrado en la reforma del impuesto a la herencia y a las ganancias de capital (acciones, rentas, alquileres, etc) que recaudarían unos 10 mil millones de libras. En la misma dirección apunta el Institute of Fiscal Studies, que marca la alternativa de hierro que enfrenta el laborismo: o modifica la estructura impositiva o tendrá que efectuar una brutal poda del gasto.

En un documento publicado la semana pasada la histórica Fabian Society, precursora del Partido Laborista, puso el acento en la eliminación de una serie de privilegios que tienen los altos ingresos del sistema jubilatorio, reforma que permitiría recaudar otros 10 mil millones de libras.

La única verdad es la realidad

En su discurso Starmer reiteró que el gobierno no va a subir ninguno de los tres principales impuestos del sistema tributario: el IVA, el impuesto a los ingresos y el tributo universal para la cobertura social. Pero el primer ministro dejó en claro que subiría la carga impositiva, algo reiterado en varias oportunidades por su ministra de economía Rachel Reeves.

El gobierno ya ha indicado que las escuelas privadas pagarán IVA, que habrá un impuesto especial para las empresas energéticas y que se cerrarán una serie de exoneraciones para los más ricos. El drástico recorte de los subsidios para el suministro energético y la suspensión de proyectos de infraestructura, anunciados a fines de julio, ahorrarían unos 6 mil millones de dólares al Tesoro.

El tema es que en el presupuesto de octubre tendrá que haber muchísimas más cosas para equilibrar las cuentas y empezar a lidiar con el deterioro de los servicios públicos. Las opciones no son muchas: brutal poda del gasto social, política impositiva progresista o aumento de la deuda, esta última descartada por el gobierno.

En cambio el gobierno sí parece dispuesto a adoptar algunas de las medidas sugeridas por Tax Justice UK y Patriotic Millonaires. Este corresponsal le escribió a la diputada que representa a su zona electoral (cada habitante del Reino Unido tiene un diputado al que puede dirigirse directamente) encomiando las propuestas de las dos organizaciones y preguntando si el laborismo estaba dispuesta a adoptarlas.

En la respuesta a “Dear Marcelo Justo”, la diputada Ellie Reeves escribió que “la mejor manera de recaudar fondos para los servicios públicos es con el crecimiento económico”, que si bien coincidían con algunas de las propuestas y buscaban un sistema tributario equitativo, no estaban de acuerdo “con el impuesto a la riqueza porque creemos que sería negativo para la inversión que necesita el país para crecer”.

Esta última respuesta podría haber salido de la boca de cualquier diputado conservador. En el caso laborista puede indicar una perspectiva gradualista para una reforma integral del sistema impositivo – algo perfectamente posible con la mayoría parlamentaria de más de 170 diputados y cinco años más de gobierno por delante – o un intento de sacar las papas del fuego con el menor cambio posible, es decir, una variante de la famosa frase de Giuseppe Tomasi Di Lampedusa en El Gatopardo: “cambiar algo para que no cambie nada”.