Hace algunos meses, cientos de portales informativos comenzaron a circular noticias enmarcadas en el movimiento "anti-turismo", a raíz de las masivas movilizaciones ocurridas en distintas ciudades de España. Los medios se dedicaron a realzar el antagonismo entre locales y visitantes, dejando a un lado el foco de las denuncias por la calidad de vida, el cuidado del medioambiente y los intereses de los grupos económicos. Página/12 habló con residentes españoles que integran estos grupos y con especialistas en la materia para conocer la historia completa.

Muchos turistas que están por viajar, antes de ir llaman a los hoteles en España y preguntan: "'¿Nos van a hacer daño?'". Temen las protestas que se están dando contra el exceso de turismo. Y es que el abordaje mediático que se le dio a las acciones de distintas organizaciones de la sociedad civil española avivaron la preocupación de los pasajeros. Por un grupo de manifestantes que dispararon pistolas de agua en Barcelona o algunas pintadas en autos con el lema "Tourist go home", se puso sobre el tapete un gran debate: las consecuencias del modelo económico de un turismo masivo y desregulado.

Una alternativa a la masificación

"El turismo de masas tiene los días contados", sentencia Roxana Hruby, coordinadora del Centro de Investigación y Desarrollo del Turismo de la Escuela de Economía y Negocios de la Universidad Nacional de San Martín (Unsam), quien se dedica al estudio de un área que la academia comenzó a profundizar recientemente denominada "turismo regenerativo".  

Hruby explica la crisis del sector turístico a través de una comparación con la fiebre. "En los últimos años, algunos gobiernos han dado analgésicos como aumentar impuestos a los turistas o reducir la tasa de visitas. Pero se trata de una problemática sistémica, mucho más compleja. Ahora solo estamos mirando la fiebre porque se volvió masiva, pero hay otra causa que la está generando", advierte. 

Para la especialista no es una cuestión de turistas versus visitantes, o empresarios tratando de defender su propio negocio, sino más bien "pensar la propuesta turística desde un formato menos lineal, mecánico o economicista, ya que el turismo es un fenómeno social". Lejos de ser la "industria sin chimenea" como se la consideraba en la década del 70, el humano trasladándose a distintos lugares demostró ser una de las actividades más contaminantes. 

Entonces "el problema no es el turismo en sí, no es el qué sino el cómo", explica la experta. Es aquí donde el turismo regenerativo se posiciona como "una propuesta de volver a mirar el mundo como un sistema, volviendo a poner la vida en el centro". Y de esta forma propone rediseñar un modelo distinto del mecanicista, "que tome en cuenta los ciclos naturales del lugar a intervenir y a los residentes, que normalmente quedaban resagados frente al pasajero", sostiene Hruby.

La especialista hace una distinción: regeneración no es sotenibilidad. El segundo concepto refiere a algo que buscaba mantenerse porque aún estaba en condiciones, pero "el problema que tenemos hoy es que el nivel de degradación y contaminación es demasiado alto", señala la investigadora y agrega: "No estamos en una era de cambio sino, en un cambio de era. Un cambio de paradigma en todos los órdenes donde el turismo hace visible una problemática sistémica a nivel planetario". 

De dónde viene la "turismofobia"

Margalida Ramís tiene 47 años y vivió en las Islas Baleares toda su vida. Es física y ecologista, y trabaja en el Grupo Ornitológico Balear (GOB) como responsable del área de incidencia política, defensa del territorio y también en transición ecosocial. Desde hace años, la entidad emprende un análisis crítico del turismo, como un fenómeno complejo de incontables aristas.

Ramís integra la plataforma "Menys turisme més vida" (menos turismo, más vida). "Nuestros objetivos son claros: necesitamos cambiar el rumbo de nuestro sistema socioeconómico. Para eso debemos decrecer el número de plazas turísticas, poner límite a los crecimientos territoriales y a la compraventa de vivienda en el mercado especulativo para no residentes. Pero también hay una necesidad de un debate social abierto y polítco para una transicion de modelo económico y social", explica la ecologista en diálogo con Página/12.

La plataforma española en cuestión fue la que convocó a la masiva marcha del pasado 21 de julio en Mallorca, evento que contó con la adhesión de 86 entidades. Si bien trascendieron distintas versiones sobre la cantidad de concurrentes (de 10 a 20 mil), la ecologista asegura que había entre 35 y 40 mil personas. "El tema de la vivienda es el gran aglutinante" comenta la activista, un fenómeno que afecta de forma transversal tanto a migrantes, profesionales de distintas áreas que llegan por trabajo y personas mayores que vivieron toda su vida en el lugar, y se ven expulsadas de sus barrios.

Ramís menciona otras implicancias del hecho de que un destino turístico duplique su población durante los dos meses de la temporada alta en un contexto insular. Enumera: la precarización laboral del sector, la insuficiencia en el abastacimiento de los servicios públicos debido a la falta de planificación, la mercantilización del espacio público, la sobreexplotacion de los recursos naturales y el monocultivo intensivo.

La ecologista afirma: "Estamos lejos de la turismofobia. Sencillamente, reclamamos la necesidad de abordar la problemática desde un territorio concreto, poner límites y hacer frente a retos importantes, derivados de la incertidumbre climática y de la crisis energética, que debemos enfrentar estos próximos años y para las que no nos estamos preparando en absoluto, ni siquiera en términos de los recursos básicos para sostener vidas dignas".

Informe: Carla Spinelli