El intento de asesinato de Cristina Fernández de Kirchner es el típico acontecimiento para el que no alcanza ninguna palabra. Incluso denominarlo acontecimiento es apresurado, ya que el estatuto y las consecuencias de ese hecho constituyen aún un enigma que es urgente descifrar. 

Por ello es un suceso que despierta el dolor excepcional, ese dolor que comparece solo cuando estamos frente a lo que no tendría que haber sucedido nunca.

Pero sucedió. Y con horror se pudo apreciar el ataque definitivo a la responsabilidad política e histórica que un gran sector de la población era capaz de ejercer.

Periodistas, operadores de los medios, políticos profesionales dieron testimonio, con su decidida práctica de mala fe profesional, de que el país de la memoria, la verdad y la justicia era entregado a las fieras.

El triunfo posterior del ultraderechista vociferante fue la peor respuesta posible -entre otras cuestiones- a lo que estaba en juego en tal suceso.

Este atentado, y la actitud con la que fue acompañado por toda la derecha, no era solo cruzar el límite sino definitivamente disolverlo. A partir de allí las reglas del juego democrático -como sucede en el capitalismo actual- alcanzaron el rango de simulacro.

Así es la agenda de las nuevas derechas frente a lo que se les resiste: “Te podemos matar sin que se investigue nada mientras ustedes, los defensores de la justicia social, tendrán que demostrar permanentemente que son demócratas". 

Es el modo perverso en que las derechas mundiales se sitúan con respecto a sus actos sádicos: “Te pego e intento destruirte y aquí no ha pasado nada”. 

Esto se acompaña con que muchos políticos e ideólogos que se autoperciben como peronistas o de izquierdas están subordinados al paradigma de las derechas. 

Es evidente que las derechas están muy convencidas de que su conquista del poder a escala internacional es ya un hecho y que las izquierdas y movimientos nacionales y populares han ingresado a un momento de impasse que no solo implica un retroceso, sino que puede ser un nuevo punto de partida.

El 1° de setiembre de 2022 será recordado como el día en que la infamia fue preparando el camino a la impotencia, ese camino que intenta presentar como irrelevante a los proyectos de justicia social. 

Sin embargo, ya asoma en el horizonte algo distinto, una serie de militantes que en distintas direcciones trabajan para redimir a la Nación de tanto dolor y crueldad.

Que hayan intentado matar a Cristina muestra, paradójicamente, que en ese proceder violento se esconde la impotencia de quienes pretenden transformar a la Argentina en un club de traidores