El 1° de septiembre se cumplen dos años de aquel hecho político de inusitada gravedad con el que se rompió el pacto democrático que existía en el país desde que se recuperara la democracia.
El intento de asesinato, el intento, este sí, de magnicidio, a la entonces vicepresidenta de la Nación Cristina Fernández de Kirchner dejó atónito al mundo entero que lo pudo ver en detalle y en vivo por televisión.
Esa brutal imagen que hasta el día de hoy cuando se repite estremece, estremeció también en aquel preciso momento y para siempre los cimientos de una paz social que había costado cuarenta años construir con sangre, sudor y lágrimas.
Se cayeron los velos y el odio y la misoginia alcanzaron su más alto voltaje. El discurso instalado desde los medios hegemónicos había logrado su objetivo, preciso y concreto: ¡Mátenla!, como se escuchara en una grabación hace ya algunos años. Desde las sombras, buscando cómplices manipulables para el delito material, la derecha argentina, con total alevosía, creyó que encontraba el modo de quitar de la escena política nacional a la líder natural del peronismo, y con ella al peronismo entero. Un milagro no lo permitió, el tiro no salió. Quizás las fuerzas del cielo saben dónde tienen que estar.
Tantas veces cometieron ese error. El peronismo tiene larga historia de proscripciones, prohibiciones, difamaciones y otras descalificaciones. Tiene bombas arrojadas sobre inocentes que atravesaban la plaza que lo vio nacer, creyendo que con ellas lo mataban.
Y sin embargo aquí está, en pie, con sus banderas al viento, porque lo sostiene el pueblo que sintió y siente que solo con el peronismo ocupa un lugar en la sociedad, donde se le reconocen sus derechos, al trabajo, a las oportunidades, a su dignidad humana. Un pueblo que pudo dejar de sentir la vida tan solo como un calvario de supervivencia y de ser el burro de carga de los poderosos para aspirar a su módica cuota de felicidad en esta tierra.
Con ese afán último una vez más, aniquilar al peronismo, desde todos los lugares posibles de la política y la justicia y con total impunidad embarraron la investigación que se convirtió en una burda operación para borrar pruebas, evitar conexiones, oscurecer los hechos y sus consecuencias, ignorando la directa participación de los que podrían ser los autores intelectuales y también los financiadores de ese acontecimiento sin precedentes en la Argentina.
A la luz de estos hechos queda claro que la ciudadanía entera está en riesgo e indefensa ante una “justicia” que no garantiza el Estado de Derecho.
Por eso el reclamo no cesa. Por eso es imperativo que no cese.
Queremos saber quién mandó matar a Cristina. Queremos saber quién pergeñó y financió el intento de magnicidio. Defender a Cristina hoy es defender la democracia. No puede haber olvido. Es urgente que la verdad salga a la luz y es obligación de la ciudadanía exigirla sin tregua. No es opción resignarnos a una justicia totalmente contaminada por los intereses de la política y sometida a sus designios o directamente cómplice de ellos.
Los cimientos de nuestra República basados en la división de poderes no pueden seguir siendo pisoteados. Las futuras generaciones se merecen el legado de una Patria en donde la justicia, la verdad y la memoria sean respetadas por sobre todas las cosas. Una Patria donde el bien común sea la base desde la cual se construya el porvenir.
Aunque ahora pareciera que los vientos soplan en sentido contrario a esta esperanza posible, no bajaremos los brazos.
Cuando termine el ensayo político y económico que están llevando adelante hoy, podremos ver más clara y dolorosamente el plan de destrucción, no del Estado excesivo y burocrático como proclaman, sino del país, con el que vienen por todo y a cualquier precio.
El campo nacional y popular será para entonces una vez más el refugio de la construcción colectiva, que es la única que garantiza un mundo mejor para las mayorías.
Los pueblos caminan a su tiempo y ante esta verificable verdad histórica tenemos la certeza de que no está dicha la última palabra.
El 1° de septiembre quedará en la memoria colectiva marcado a fuego por el tamaño de la gravedad de lo que ese dia sucedió, directamente proporcional a la degradación de la democracia.
Quieren a Cristina presa o muerta. Y, reeditando el pasado, quieren demonizar una vez más al peronismo, y ahora al kirchnerismo, pintándolos como los momentos más oscuros de nuestra historia. Aliados, el partido judicial, el poder económico y los medios concentrados con el actual gobierno continuan obsesivamente en esa tarea.
Es muy burdo, casi bárbaro a veces, y otras más sutil, el accionar, pero tan vacío de argumentos y tan a contramano de la verdad, a la luz de los tiempos que estamos transitando, que pese al tremendo poder comunicacional y al empeño puesto en su cometido no podrán desactivar la capacidad de recuperación de un pueblo que ha demostrado poseer un espíritu capaz de resurgir con fuerza, cuando ya parece que no hay esperanza, para volver a escribir su propia historia.
A las pruebas me remito, tomando como antecedentes tan solo algunos de los períodos más críticos de los años de la democracia recuperada, para que no se me tilde de utópica: los diez años menemistas, farandulescos y de implacable destrucción y entrega de nuestras riquezas, muy asimilables a la actualidad, los siguientes del fallido gobierno de la Alianza, continuista e impotente, y su caída final, caótica y sangrienta, con las instituciones al borde de la disolución y un pueblo pauperizado hasta el paroxismo.
Y al final de ese tortuoso camino surgen, de entre nosotros, y llegan al gobierno de la Nación, Nestor Kirchner primero y Cristina después, dando vuelta las páginas de la postración y entrega del país y el desamparo de su gente, devolviéndole al pueblo su lugar en la sociedad, la posibilidad de ser nuevamente reconocido en sus necesidades y derechos, la oportunidad de acceder a una mejor vida a partir del trabajo y la educación, a la dignidad, en fin. Y a esa cuota de felicidad en esta tierra que a nadie debe negársele.
Tenemos Patria, historia y memoria para repetir la hazaña.
* Cantautora.