La noche que Fernando Sabag Montiel intentó matar a Cristina Fernández de Kirchner, el hijo de la expresidenta estaba en una cena en lo de un amigo en Parque Leloir. Lo contó ella misma sobre el final de su declaración en el juicio oral por el atentado que de milagro no se llevó su vida, cuando le preguntaron sobre el impacto que había tenido el hecho en su familia. Se le quebró la voz. Máximo había salido volando apenas recibió un llamado en el que no le daban mayores precisiones. En el trayecto hasta Recoleta él pensó que quizá no le querían contar el peor final, relató CFK ante el tribunal. Le había pasado con la muerte de su padre, Néstor Kirchner, también le habían dicho "algo pasó", se enteró por un empleado del aeropuerto de El Calafate que lo recibió con la frase: "yo lo quería mucho a tu viejo". 

Ese amigo con el que estaba Máximo aquel 1° de septiembre es el Indio Solari. Lo  impactante fue que en una comida anterior, donde había varios dirigentes de La Cámpora, amigos y conocidos, e incluso estaba presente Cristina, el músico los encaró a todos/as mientras hablaban de política: "Cuídenla, la van a querer matar". Se hizo un silencio breve y la conversación derivó a otros asuntos. 

Todavía no se respiraba el clima enrarecido de los días previos al ataque, cuando miles de personas se manifestaban en los alrededores de la casa de la entonces vicepresidenta para darle apoyo frente al juicio "Vialidad", tras el alegato enardecido del fiscal Diego Luciani que culminó, después de nueve audiencias televisadas, con un pedido de 12 años de prisión para CFK (alusión inequívoca a los años de kirchnerismo) e inhabilitación perpetua para ocupar cargos públicos. El otro fiscal del caso, Sergio Mola, para echar leña al fuego, había transformado una conocida frase de CFK que destacaba los logros de su gestión en una ironía nada jurídica: "No fue magia, fue corrupción".  

El Indio había captado en su cabal dimensión la violencia que se expresaba de múltiples e insistentes maneras desde meses y hasta años antes del intento de asesinato, pero cuyas posibles consecuencias tangibles muchos/as no advertimos, ni siquiera los órganos de gobierno que podían haber detectado algún peligro real, ni el peronismo, ni otros sectores de la política. 

Peor, las fuerzas de derecha hicieron sus grandes contribuciones con el objetivo de sacar de la escena pública a CFK a como diera lugar: en el plano discursivo se volvieron habituales expresiones como "hay que eliminar al kirchnerismo" (Horacio Rodríguez Larreta); "con el kirchnerismo no se dialoga, se lo combate" (Ramiro Marra); "el kirchnerismo está llegando a su fin" (Mauricio Macri); "son ellos o nosotros" (Ricardo López Murphy)". O el pedido directo de pena de muerte por parte del entonces diputado y luego secretario de Culto Francisco Sánchez. Javier Milei aún hablaba de "exterminar al kirchnerismo" después del atentado, igual que su actual ministra de Seguridad, Patricia Bullrich -la única que no lo repudió- quien llegó a pedir "un país sin Cristina".  Todos eufemismos del aniquilamiento del oponente. "Han intentado matarme mil veces y no lo lograron", dijo Cristina ante los jueces. 

La frase "cárcel o bala" de José Luis Espert era usada también por la organización violenta Revolución Federal (RF), dirigida al kirchnerismo. Este grupo ultraderechista no se quedó en el plano enunciativo: protagonizó acciones que, en el momento, pasaron como hechos casi anecdóticos: la guillotina en Plaza de Mayo con la leyenda "Presos, muertos o exiliados" (reemplazaban la "o" por el sol del Frente de Todos), los insultos frente al Instituto Patria mientras pedían "horca" para CFK y tiraban basura, las antorchas arrojadas en la explanada de la Casa Rosada, los gritos y escupitajos a dirigentes peronistas en la calle. La antesala habían sido las bolsas mortuorias. 

En protestas de RF aparecieron el diputado del PRO Gerardo Milman, el actual ministro de Seguridad porteño Waldo Wolff, el diputado Fernando Iglesias. En los mismos días en que crecía el apoyo a la vicepresidenta frente a su casa, RF hacía charlas en Twitter Spaces donde sus integrantes planeaban literalmente cómo matarla (aunque esto se supo post atentado). Uno de sus referentes, Johnatan Morel, explicaba que había que meterse en la multitud, hacerse pasar por militante, cantar la marcha peronista y entonces cometer el magnicidio. Decía que él no podía porque lo conocían. El y otros arengaban, pedían abiertamente que alguien menos conocido se animara. Fue exactamente lo que hizo Sabag Montiel. Milman pedía información sobre la custodia de Cristina ante la Cámara de Diputados, anunciaba "un falso ataque" en su contra quince días antes del atentado y escribía: "Sin Cristina hay peronismo. Sin peronismo, sigue habiendo Argentina". 

En su testimonio ante el Tribunal Oral Federal 6 (TOF6) la propia expresidenta dijo que no había advertido "los cambios que se venían" con el aumento "de los discursos de odio". "Bastante ingenuidad la mía, nunca se me ocurrió que en la Argentina democrática pudiera haber un atentado", concluyó. 

Al declarar como víctima, CFK tuvo que darse ese lugar que el Poder Judicial no le había otorgado en la investigación sobre el intento de asesinato que llevaron adelante la jueza María Eugenia Capuchetti y el fiscal Carlos Rívolo. Más allá de la formalidad de aceptarla como querellante y de mencionar en algún momento el tema en forma tangencial, el atentado no fue tratado como un hecho de violencia política y, además, dirigido a una mujer, la principal líder política y la única atacada sistemáticamente. Elevaron la causa a juicio oral con la afirmación de que no habían encontrado nexos con la política ni rastros de financiamiento. Más allá de que lograron que el proceso oral quedara acotado a los autores materiales (Sabag Montiel, Brenda Uliarte y Gabriel Carrizo) las audiencias dejan a la vista que no fueron unos "locos sueltos". De mínima, estaban inmersos en un contexto donde había llamados a matar a Cristina. 

El relato de CFK ante los jueces mostró una pintura de cómo lo que le tocó padecer no fue ajeno a un escenario político altamente violento. Pero también aparece en otros testimonios y en la indagatoria del mismísimo Fernando Sabag Montiel, quien demostró cómo había incorporado todos los eslogans acumulados durante cerca de una década en páginas de diarios, portales, horas de radio y televisión, con la inestimable colaboración de sectores del Poder Judicial que alimentaron el estigma "Cristina chorra". "Es corrupta. Roba. Hace daño a la sociedad y demás cuestiones que ya son sabidas", dijo cuando le preguntaron por qué quiso matarla. Paradójicamente, afirmó que como el sistema judicial es ineficaz, había decidido actuar por sí mismo. Al periodista Ariel Zak, que logró consultarlo tiempo después del atentado, le había agregado un concepto crucial: "Fue por el odio generalizado".

Sabag Montiel mencionó en su indagatoria al youtuber libertario Miguel Prestofelippo, alias "El Presto", como alguien que había influido en las conversaciones que tuvo con su novia Uliarte cuando planificaban el asesinato el mes previo. La chica tenía un romance con "El Presto" (quien tiene una condena por amenazar a la expresidenta). Menospreciaba a Sabag Montiel al compararlos, incluso sexualmente. Prestofelippo integraba un grupo de influencers que se llamó, sin disimulo, "El ministerio del odio". Hacían extensas transmisiones para miles de jóvenes con llamados a la violencia. Algunos de ellos, como Alvaro Zicarelli, se fueron convirtiendo en asesores de Milei, o se encargan en las redes de propagar consignas misóginas y antiderechos de la llamada "batalla cultural" libertaria, como Emmanuel Danann, y postulan entre sus referentes intelectuales al gurú del Presidente, Agustín Laje. Sabag Montiel dice que es "apolítico". Página/12 reveló la foto que se sacó con Milei, que está en el expediente del atentado. 

¿Todo esto quiere decir que se pudo haber evitado el intento de magnicidio? No necesariamente. Pero es claro que hubo un fenómeno que fue subestimado, que incluso subsiste y diversifica sus formas de expresión. ¿Todo esto implica que Revolución Federal tiene una vinculación directa con el ataque? ¿O Milman? Tampoco. Pero es innegable que representan alguna pieza en este rompecabezas en el que seguro todavía faltan otros personajes o factores. Más allá de que se puedan identificar tarde o temprano autores intelectuales y fuentes de financiamiento, la violencia siempre tiene responsables políticos y económicos. 

Desde despachos de Comodoro Py hubo un trabajo muy eficaz para fragmentar la causa y dejar como cuestiones inconexas y residuales la famosa "pista Milman" (a partir de que un testigo lo escuchó decir "cuando la maten yo estoy camino a la costa") y el papel de un dirigente llamado Hernán Carrol que se vinculó con Uliarte, con Bullrich, con Milei y que fue candidato en una lista de Espert. No se investigó el papel de la Policía de la Ciudad, que atacaba a los simpatizantes de CFK, aunque sí a su custodia. El expediente sobre Revolución Federal quedó en el juzgado de Marcelo Martínez de Giorgi: Capuchetti no la quiso unir con el del atentado, la Cámara Federal tampoco. Morel y su grupo están procesados por incitación a la violencia pero jamás fue citado a indagatoria nadie de "Caputo Hermanos" (hermanos del ministro de Economía, Luis Caputo), la empresa a través de la que RF recibió más de 15 millones de pesos, en pagos que comenzaron justo cuando salió a la calle con antorchas y terminaron antes del intento de magnicidio. A la firma la representa el estudio del ministro de Justicia, Mariano Cúneo Libarona. ¿No fue financiamiento para generar violencia? 

Todo esto sin contar las graves irregularidades, como que se dañe el celular del principal acusado, se borren los celulares de las asesoras de Milman, o que nunca se analice el del diputado, y que eso motive más causas en paralelo. Todo expediente latente, sin resolver, que se dilata con excusas de lo más creativas, es una herramienta de poder/presión para los jueces y fiscales que están a cargo. Semejante dispersión de "investigaciones" conspira contra la posibilidad de ver la película completa (basada en hechos reales) del caldo de cultivo violento. 

En una charla en la Facultad de Derecho, el abogado Marcos Aldazabal planteó que la superposición de acciones y mensajes de extrema agresividad tal vez en forma aislada no tengan consecuencias, pero su reiteración puede aumentar la probabilidad de que un hecho (como el atentado) suceda. Tiene un nombre, dijo: "terrorismo estocástico". Si bien los jueces/as son afectos a apegarse a los libretos técnicos, quizá sería bueno que amplíen sus márgenes académicos y piensen que sus decisiones también pueden cumplir una función social. Esto, independientemente de que es obvio que no hay que renunciar a individualizar posibles responsables. Otro ángulo clave es el que analiza que los discursos de odio, que incitan a la discriminación, la deshumanización y/o la violencia por razones de raza, religión, género y hasta políticas, producen efectos: del dicho al hecho el camino puede ser muy corto. Sobre esto hay nutridas investigaciones del Conicet y la Universidad de San Martín. 

Las milicias digitales que el gobierno de Milei puso en acción --y que tienen a un Caputo, Santiago, como cerebro--, que hostigan y hasta hacen llegar mensajes u objetos en vivo directo a quienes muestran su disidencia, revelan que hablamos de un problema que está en su esplendor y conlleva un peligro latente. Daniel Parisini, troll estrella del gobierno, conocido como el Gordo Dan, hasta fue premiado por esto. 

Después del atentado a CFK la multitud seguía coreando "si la tocan a Cristina, qué quilombo se va a armar". Hubo un movilización convocada por Alberto Fernández al día siguiente, donde no habló ningún/a dirigente de la política, pero el expresidente trató de encauzar la protesta y que no se le volviera en contra. Fue a ver a la vicepresidenta, lloró y nunca más le habló del tema. Fue un asunto que quedó relegado en general (claro que hay excepciones y quienes no se sacaron el asunto de la cabeza). A dos años de este hecho que marcó un quiebre en la vida democrática, al fin el peronismo lo pone en su agenda. No es un asunto terminado: ni en el plano judicial ni en la vida política plagada con la hostilidad al palo. Hay mucho por pensar y mucho hacer. 

* Autora del libro Muerta o presa. La trama violenta detrás del atentado.