En julio de 1767, por decreto real, se produjo la expulsión de los jesuitas de los territorios pertenecientes al reino de España y la expropiación de los bienes. El decreto debía llevarse a cabo cuidando que la noticia no se extendiera para no despertar inquietudes entre los vecinos favorables a los ignacianos.
Los jesuitas construyeron un poder fenomenal dentro de las tierras colonizadas, destacándose en lo educativo, la catequesis, la ciencia y lo político, sumados a sus emprendimientos agropecuarios y la eficiencia en el manejo de sus producciones económicas que se caracterizaban por una gran pujanza, creando un emporio económico con grandes haciendas.
Estas características, consideradas un crecimiento “desmedido” para la Corona y algunos contemporáneos, comenzará a generar rispideces, dando el marco para una escalada de conflictos entre las partes que ya no tendrá posibilidad de retorno.
En agosto de 1767 la directiva llegará a estas latitudes, donde el gobernador Campero será el encargado de ejecutarlo.
El análisis histórico de aquellos convulsionados años devela grandes pujas e intereses de poder. En este sentido la historiadora egresada de la Universidad Nacional de Salta, Bárbara Aramendi, reflexiona sobre aquel momento histórico.
-¿Cuál es el contexto en general, mundial, en el cual se da la expulsión de los jesuitas?
-Es interesante, porque los jesuitas no sufren la expulsión solamente de los territorios de la monarquía hispana, sino que también le sucede lo mismo en Portugal, Francia, Rusia y en diferentes naciones de Europa donde también son expulsados incluso con anterioridad a que se los expulse de las posesiones de la monarquía hispana. Esto sucede porque hay un clima en el cual los reyes de estas naciones lo que están buscando es tener un control más fuerte sobre sus monarquías. Entonces en la búsqueda de ese control no cierra la presencia de una orden jesuita, que es una orden sumamente fuerte y que a partir de la segunda mitad del siglo XVIII empieza a verse con malos ojos porque es una orden que se califica de mundana, eran padres que estaban muy vinculados con la política, con lo económico, muy exitosos con sus emprendimientos, con sus estancias, sus haciendas y además con una idea de la conversión y de sus prácticas espirituales que también en ese momento se empiezan a ver muy laxas, como que eran muy permisivos. Y justo en ese momento se empieza a pensar en una práctica espiritual con más rigor, más dura, entonces son una serie de cuestiones que hacen que se los empiece a mirar con malos ojos. Mucho antes de la expulsión existía ya una corriente de opinión adversa a la Compañía, a la que adscribían diferentes sectores (encomenderos, oficialidad de los fuertes fronterizos, clero secular, etc.) que competían por espacios de poder. Junto a esta corriente hostil habría que añadir todo un conjunto de conflictos con la orden ocurridos en otros tiempos y en diferentes partes del imperio y que, envueltos o no en mitos, subyacían en el inconsciente colectivo, generando corrientes de simpatía o rechazo.
-¿Cómo era la vida y obra de los jesuitas en la región?
-Los jesuitas llevan adelante su instalación en América con un éxito arrollador que no puede compararse con ninguna de las otras órdenes regulares que se instalan en la región, porque tienen un manejo de sus bienes sumamente racional, con mucha inteligencia: fundan colegios, estancias y haciendas que son muy productivas. Además, están librados de pagar ciertos impuestos sobre la circulación de bienes, los indígenas que están reducidos en sus misiones no están obligados tampoco a trabajar para la élite local, y respecto de las misiones en lugares de frontera como el Chaco, la frontera este de la ciudad de Salta, tiene mucho éxito porque son las únicas instituciones religiosas que logran mantenerse en esos espacios y constituyen una especie de defensa frente al Chaco y de las ciudades cercanas como Jujuy, Salta, Tucumán, Santiago del Estero. Además tienen una obra misional muy importante en reducciones que son exitosas donde albergan distintos grupos étnicos, siempre contemplando la forma de vida de esos grupos. Esta es una de las razones de su éxito.
-¿En qué contexto regional se da la expulsión de los jesuitas? ¿Hubo grupos que ofrecieron resistencia?
-Por todas esas cuestiones que antes mencionaba, Carlos III decreta la orden de expulsión de los jesuitas de todos los dominios de la monarquía hispana. Pero como tenían muchísimas relaciones económicas, políticas, sociales y hasta familiares con las élites locales, estos sectores vinculados con ellos se resisten a aceptar la expulsión. En esta región tenemos un claro ejemplo, ya que muchos se sublevan y se rebelan contra el gobernador Campero, que era el encargado de expulsarlos. De hecho, Campero es cercado en la localidad de La Caldera, se enfrentan con armas, matan a uno de sus soldados e inclusive lo hieren a él y lo llevan preso. Esa resistencia muestra la relación muy fuerte de los jesuitas con gran parte de la élite local.
-¿Qué sucede con los jesuitas luego de la expulsión y qué acontece socialmente?
-Por un lado, una vez expulsados los suben a barcos, que en un principio no sabían a dónde recalar hasta que finalmente son aceptados en los Estados Pontificios. Y por otro, con la expulsión de los jesuitas hay un antes y un después porque se reconfiguran las redes de poder y las redes económicas de los espacios locales. Muchos miembros de la élite quedan un poco de desamparados, mientras que otros logran acrecentar sus patrimonios, porque los jesuitas poseían tierras y unidades productivas que eran muy requeridas, y de hecho se las quedan miembros de la élite, sobretodo porque hay una reorganización que desde la corona se lleva adelante, por ejemplo, las misiones empiezan a ser administradas por lo que se llama la Junta de Temporalidades, encargada de administrar y rematar los bienes confiscados. Entonces muchas de las haciendas y tierras pasan a manos privadas y las misiones empiezan un proceso de decadencia.
-¿Cuándo regresa la Orden de los Jesuitas y qué legado dejaron?
-Se autoriza nuevamente la existencia de la Orden en 1814. El Papa en ese año vuelve a darle entidad y regresan a estas tierras hacia 1830 para instalarse nuevamente. En cuanto al legado, es importante resaltar que los jesuitas eran reconocidos por la importancia que le otorgaban a los saberes como la medicina, la geografía, las matemáticas. En ese sentido es muy interesante ese rasgo, una orden pujante y estudiosa. De hecho, muchos de los conocimientos que tenemos hoy sobre las sociedades indígenas del Chaco son directamente legadas por las memorias, libros, informes y cartas escritas por los jesuitas que estuvieron en aquella región en esos momentos. Práctica sistemática y orientada a la recolección de información. Se puede decir que fueron grandes etnógrafos, de hecho los registros que dejaron sobre las sociedades indígenas son el insumo de muchos antropólogos e historiadores que utilizan centralmente esos escritos, que no son más que sus estudios sobre los lugares donde iban a desarrollar la misión.