Cecilia Rikap es profesora asociada de Economía y jefa de Investigación en el Instituto de Innovación y Propósito Público de la University College London, investigadora de carrera del Conicet --en licencia-- e investigadora asociada en el laboratorio Costech de la Université de Technologie de Compiègne de Francia. Desde su doctorado, sus investigaciones se ubican en la intersección entre la economía política internacional de la ciencia y la tecnología, y la economía de la innovación. Se centra en el análisis de las corporaciones globales como monopolios intelectuales que se apropian y benefician del conocimiento desarrollado junto con --y por-- otras empresas y universidades. Sus temas son las relaciones de poder en la producción y circulación de conocimiento, la distribución de rentas intelectuales, las tensiones geopolíticas que emergen en estos procesos y los efectos del capitalismo de monopolios intelectuales. Publicó los libros “Capitalismo, poder e innovación: el capitalismo de monopolios intelectuales al descubierto” y “La carrera de la innovación digital: conceptualizando el nuevo orden mundial emergente”.

--La gran noticia del mundo digital es que un juez en EE.UU. dictaminó que Google es un monopolio. ¿Qué implicancias puede tener ese fallo?

--En general sucede que si estas empresas resultan culpables de alguna infracción, se les cobra una multa. Y puede ser que se le pida una suerte de corrección sobre su comportamiento. Lo más extremo podría ser que se le solicite que sus distintos negocios pasen a estar separados. O en un caso aún más extremo, se le podría exigir que apague el motor de búsqueda de Google, algo que no va a suceder. Si sucediera, todas las personas del mundo, salvo en China, se quejarían. Empresas como Google ofrecen servicios reconocidos globalmente como “necesarios”. El gobierno de EE.UU. podrá cobrarle una multa muy grande después de las apelaciones. Todo esto puede llevar años. Y si le exige modificar algún comportamiento específico, eso no va a cambiar sustancialmente el estado de situación del capitalismo global y de las plataformas digitales. Porque todos seguiremos buscando en las mismas plataformas, dado que al contribuir nosotros con las búsquedas a hacer que el algoritmo de Google nos responda cada vez mejor una pregunta, lo seguiremos prefiriendo. En Europa la Justicia obligó a Google a no preinstalar su buscador en todos los teléfonos con sistema operativo Android (un producto de Google). Pero eso no modificó el porcentaje de uso del buscador porque ya hay una sociedad acostumbrada a usarlo. La IA se compone de datos, algoritmos y capacidad de procesamiento. Y mientras más datos procesa, el algoritmo mejora. Es como un medio de producción que se aprecia con el uso, en vez de depreciarse.

--Es un cambio radical en cierta tecnología de la era digital: antes la máquina se gastaba con el uso, ahora se aceita.

--Exacto. Pero es una máquina única, el resto no funcionan así.

--Elon Musk cerró las oficinas de X en Brasil porque un juez de la Corte Suprema quiere limitar la publicación de fakes golpistas de Bolsonaro. Como Musk no respondía los pedidos de la Justicia, ocurrió algo inédito: bloquearon a X en todo Brasil, acaso por un tiempo. Pareciera que sí es posible ponerle límites. ¿Cómo cobrarles impuestos a esas empresas globales si se pueden ir y seguir operando?

--Efectivamente, es un cierre temporario hasta tanto X pague las multas, cumpla las órdenes judiciales y designe una representación legal en Brasil. Pero incluso en los países donde la tienen, tampoco pagan impuestos. Las grandes empresas de tecnología digital están entre las principales evasoras impositivas. Solemos pensar a Google, Amazon, Microsoft y X como una sola empresa gigante, pero cada una es --a nivel legal-- un montón de entidades distintas, como un juego de mamushkas donde hay distintas entidades corporativas operando en varios países entre los cuales van moviendo activos hacia paraísos fiscales para minimizar impuestos. Lo que se está empezando a discutir es que, si estas empresas son globales, se necesitan regulaciones globales para cobrar impuestos. Lo que está en juego en Brasil es quién pone las reglas; quién gobierna en la era digital. Esta pulseada con X es una pieza clave en esa batalla.

--¿Cómo vivió en Londres lo que pasó con la rebelión antiinmigrante? ¿Qué papel tuvo Musk publicando fakes sobre el acuchillamiento de tres nenas?

--En todas las plataformas hay cámaras de eco: a partir de a quienes seguimos, a qué le damos like o posteamos, vamos a recibir en los feed más de lo mismo. Así funciona el algoritmo para que nos quedemos en esa plataforma la mayor cantidad de tiempo y mostrarnos más publicidad. Al que le gusta recibir noticias de violencia o de extrema derecha, va a recibir más noticias así. A un ultraderechista, recibir esa información lo va a motorizar porque tendrá la sensación de que todo el mundo está posteando sobre esto. La cámara de eco te genera sentir que tu posición es mucho más dominante. Estas plataformas están en manos de pocas personas. Esto es problemático a nivel político y social, además de económico. Porque esos CEOs tienen un poder de decisión muy fuerte sobre qué vemos y qué no vemos. El hecho de que la decisión sobre lo que veremos la haga un algoritmo, es muy peligroso: se pierde el filtro editorial. Si voy a leer La Nación, sé de dónde viene lo que está escrito y su línea editorial. En X, Facebook, Instagram y TikTok no sabemos cuál es la línea editorial. Lo que más quieren los CEOs es vender. La moderación de contenido se hace solo ante cuestiones muy riesgosas. Porque si hay un video que se está vendiendo como pan caliente, se va a tratar de que se siga visualizando lo más posible. Esas empresas se mueven todo el tiempo al borde de la ley: la van testeando. Yo entrevisté a un exgerente de Uber y me decía que para ellos valía todo, salvo aquello que pudiese hacer que cierren a la app. No se entienda esto como una búsqueda desesperada de obtener ganancia rápida. Las plataformas necesitan primero generar esa masa crítica de clientes que después va a estar cautiva y no se va a querer ir: si tengo a todos mis amigos en Facebook, voy a querer seguir estando ahí.

--Primero trabajan años a pérdida haciéndole dumping a la competencia en una lucha feroz: el que gana, se queda con casi todo el mercado. Así Didi derrotó a Uber en China.

--Primero tienen que acaparar todo, no solo derrotando a los taxis: buscan que quien antes salía con su auto o tomaba transporte público, quiera usar Uber. Cuando ya tenés a ese público cautivo, le empezás a vender todo lo que podés.

--¿Hasta la suspensión de X en Brasil y al haberse ido las oficinas, iban a dejar de vender publicidad allí?

--No. De hecho la plataforma seguía vendiendo y si se levanta la suspensión, lo seguirá haciendo. Solo cerró las oficinas. Cuando tenés una representación local, podés vender localmente, pero las grandes empresas negocian directamente con la corporación en EE.UU. incluyendo la publicidad en las regiones. Por ejemplo los acuerdos globales de Uber Eats con McDonald's.

--¿Por qué Musk compró Twitter? ¿Lo hizo más por razones políticas que comerciales o ambas a la vez? En tanto militante libertario, puede modificar los algoritmos para empujar los mensajes de ultraderecha, la cual busca desquiciar a la sociedad para que no entienda nada y operar en ella. Y la red X es la mejor herramienta.

--Musk es un caso muy extremo de cómo funcionan esas plataformas. Necesita mostrarse todo el tiempo. Cuando manda cohetes a la luna, no está pensando en que va a desarrollar un negocio de millonarios yéndose a la luna: es dar una señal, es una suerte de inversión indirecta para sus otros negocios y que se diga “si este tipo tiene la tecnología para ir a la luna, claramente sus autos son los mejores”.

--Pero su verdadero negocio aeroespacial son los satélites y tiene contratos fabulosos con los militares de EE.UU. Esas tecnologías de vuelo a la luna --financiadas por la NASA mediante terciarización-- le sirven para su industria de aerotransporte de armas de destrucción masiva, algo que hace con perfil bajo.

--Todo lo que hace le sirve a Starlink, a Tesla y a X. En sus demostraciones tecnológicas tratar de mostrarse como quien tiene la capacidad de revolucionar el mundo, de ser mucho más innovador. Y eso genera que se piense: “si este tipo es dueño de todas esas empresas, me compro el auto, le licito los satélites y pongo más publicidad en X”.

--En los 90 estudiábamos que las corporaciones se irían independizando de los Estados y devendrían en suprapoder. ¿Estos empresarios consideran que llegó la hora de superar a los Estados? ¿Los quieren destruir o usar en su beneficio? Se hacen libertarios porque el hipercapitalismo con el que sueñan implica un Estado mínimo donde no pagarán impuestos. Musk aspira ser el primer trillonario de la historia.

--La existencia de estas grandes corporaciones no se puede explicar sin el rol del Estado en EE.UU. Y en China es igual. Son políticas industriales activas del Estado. Durante la Guerra Fría en EE.UU. esto fue canalizado vía DARPA y la Secretaría de Defensa que financió el surgimiento de tecnologías como Internet con una orientación bélica, al mismo tiempo buscando que tuviese uso comercial. Con el final de la Guerra Fría, baja el direccionamiento estatal de la innovación y las grandes empresas avanzan por sí mismas. Ante un vacío de presencia estatal, son las corporaciones las que pasan a regular sus propias plataformas, funcionan como una suerte de repúblicas digitales, o más bien dictaduras: nadie las eligió de manera democrática ni hay un proceso democrático para resolver nada en sus plataformas. En EE.UU. hay un dilema entre si regular o no: si EE.UU. sigue siendo una potencia mundial, en parte es por estas empresas abanderadas de la hegemonía norteamericana.

--Tenemos a Bill y Melinda Gates dedicados a la filantropía: dicen haberse dado cuenta que no les alcanzarán muchas generaciones para gastar lo que han acumulado.

--A simple vista, uno creería “mirá qué buen tipo, haciendo un montón de filantropía”. Mi mirada es otra. Yo le diría: “Mr. Gates, vaya y pague los impuestos que tenga que pagar y después los Estados de los distintos países que decidan cuáles son las prioridades. Aunque sean muy imperfectas nuestras democracias, son mucho más democráticas que tener a Bill Gates decidiendo qué se va a financiar. Y lo que financian siempre son soluciones que implican crear más mercados y avanzar en las tecnologías digitales que a ellos les sirven.

--El eje no confeso del pensamiento libertario --esa radicalización del liberalismo económico-- es que las grandes empresas no tributen. Esos enterpreneurs --Milei es un gerente-- se consideran punta de lanza del progreso, quienes individualmente crean riqueza y la distribuyen. Ergo, no deben pagar impuestos. Parece “lógico” --desde esa perspectiva egocéntrica-- que Elon Musk y Jorge Galperín sean libertarios. Incluso habría que pagarles por venir a instalarse. Abrazan esas ideas extremas por una cuestión utilitarista.

--Cuando se presentó ChatGPT, salieron varios CEOs a decir lo que pensaban sobre las regulaciones. Instalaron la idea de que “hay que regular la IA”: que no se pueda usar para construir una bomba o prostitución. Así ellos colocaron en agenda sobre qué es lo que se debería regular. Y desviaron la atención de cómo esas empresas se apropian del conocimiento de todo el ecosistema digital, aprovechando nuestros datos. Lo que no se está debatiendo es cómo se enriquecen desproporcionadamente mediante la minería de datos que usan para entrenar al algoritmo. Lo que habría que regular es cómo va a ser ese algoritmo, qué parámetros se van a incluir y cuáles no. Todo eso queda tapado y legitiman así otro espacio más de negocio con la IA generativa.

--Las Big Tech tienen una narrativa heroica que lleva a la idolatría de magnates que nos regalan “libertad”.

--Su narrativa es mesiánica, creen que están democratizando cosas. A Mercado Libre le encanta decir que democratiza el comercio y las finanzas. La noción de plataforma parecería que nos sube a todos de nivel: estamos allí sobre la plataforma, jerarquizándonos colectivamente. Esa idea esconde las relaciones de poder y que hay alguien orquestando su funcionamiento, quien toma decisiones mientras al usuario no le queda otra que aceptar esas reglas. Y esconde cómo se usan nuestros datos promoviendo un consumo desaforado, creando necesidades que no teníamos. Tampoco democratizan las finanzas: la gente común que no tenía acceso a créditos en un banco para empezar un negocio, será también rechazada por el algoritmo.

--¿Cuáles son los pros y contras de un unicornio argentino como Mercado Libre?

--Los pros son que pone de relieve que la única política tecnológica de Estado que ha tenido Argentina --el desarrollo de programadores de software-- fue exitosa, ligada a una educación pública de calidad. Pero fue exitosa para unos pocos. Galperín tuvo la astucia de ver lo que se venía. Pero en la historia de Mercado Libre, las ideas de Galperín se terminan en decir: “voy a empezar esto”. Después, el éxito viene de la mano de tener mejores algoritmos, algo ligado a tener a quién contratar en la región para hacerlo. También supo identificar la necesidad de digitalizar los pagos y crear Mercado Pago. Después, lo que sucede es que sus exempleados no trabajan para empresas argentinas sino para el extranjero --a distancia, sin necesidad de emigrar-- y no hay un derrame de profesionales que impulse a otras empresas ni una demanda productiva para otros sectores. El negocio ahora es vender productos que la propia Mercado Libre importa, compitiendo con los locales. El problema con Mercado Pago es que te hace la vida más fácil como consumidor, pero a los comercios los mata con las comisiones. Te terminan rogando que no les pagues con el QR. Y básicamente estas empresas generan una concentración de la riqueza a nivel global que es inédita y su consiguiente marginación de los que quedan afuera del sistema. Mucha gente podría decir, “bueno, pero si hicieron un buen negocio, merecen ganar más plata”. Por eso es fundamental señalar que nos roban cotidianamente, no solo las comisiones sino nuestros datos y los desarrollos universitarios. Y terceriza parte de los desarrollos. Mercado Libre depende de los servicios de la nube de Amazon y Google. En relación a Amazon y la apropiación de conocimiento público, el Conicet tiene un acuerdo para usar la nube de Amazon Web Services que ofrece falsos subsidios de investigación: no aportan plata para que los científicos investiguen en lo que quieran. Lo que les dan es crédito en la nube para usarla gratis un tiempo y después tendrán que comenzar a pagarla: “la primera te la doy gratis y después te la cobro”. Tientan a los investigadores en un contexto de insuficiencia presupuestaria para que desarrollen sus algoritmos de IA en la nube de Amazon: la empresa decide a quién financia y así define la agenda de investigación. Y si algo le resulta útil, lo copia y vende, o con suerte te lo compran. La nube funciona como un supermercado de servicios de computación. A la sociedad no le sirven estas empresas, no solo por los efectos macroeconómicos de la desigualdad y la concentración de capital: no le sirven porque además los Estados invierten en una ciencia y tecnología que termina beneficiando solo a estas empresas. Entonces es un robo sistemático a todo el mundo.

--Generan muy poca mano de obra en comparación a las industrias.

--Exacto. Históricamente se decía: “bueno, a la multinacional la tenés que aceptar porque paga impuestos, genera empleo e innova”. Nada de esto se cumple con las grandes empresas digitales: pagan pocos impuestos, la generación de empleos es mínima en relación a la riqueza que capturan y no producen innovación por sí mismas: la gran mayoría es desarrollada por universidades y adquirida por las empresas. Y contaminan: la nube es una consumidora descomunal de electricidad y agua para enfriar los equipos.

--Milei quiere que Argentina sea el “cuarto polo mundial de IA”. ¿Se lo puede tomar en serio o es otro delirio?

--Creo que va a hacer todo lo posible para que estas empresas se instalen en Argentina y es lo peor que podría pasar. Es poco probable que decidan instalar un centro de datos acá, salvo que se lo financie el Estado. Creo que están vendiendo espejitos de colores. Y si así fuese, los centros de datos son un par de edificios con 50 empleados cada uno. Lo que sí podría suceder --Milei lo venderá como un éxito aunque sería desastroso-- es que Argentina firme contratos con empresas como Google para provisión de servicios. En su nube pasaría a estar toda la operatoria del Estado: el sector legal, la salud, la educación, los datos económicos, a nivel nacional, provincial y municipal. Y después no podés salir de ahí como quien decide no pagar más Netflix. En Brasil Bolsonaro firmó un contrato a largo plazo con Microsoft para lo mismo y Lula ahora está tratando de buscarle la vuelta para terminarlo y no lo consigue.

--Para convertirse en un polo tecnológico, China, Corea del Sur, Taiwán y Japón, lo primero que hicieron fue invertir en un gran centro de estudios e investigación estatal. Milei desfinancia la ciencia.

--Además la investigación estatal no debe estar orientada a contribuir al proceso de extractivismo de conocimiento y datos. Una vez entrevisté a una persona de Microsoft que decía “mi trabajo es mirar las publicaciones científicas” y ver qué le puedo ofrecer a los clientes: era copy-paste. Hay que invertir en un instituto de investigación que no tenga las presiones que tiene hoy el sistema académico a nivel global, que esté bien financiado y sea interdisciplinario; es necesaria una nube pública y no ir a comprarle software a Google.

--Yuk Hui publicó “La pregunta por la técnica en China. Un ensayo sobre cosmotécnica” (Caja Negra). ¿China hace algo distinto con todo esto?

--Es lo mismo con otro color: hay una diferencia y es que es más explícito el vínculo entre el Estado chino y las grandes empresas privadas Alibaba, Tencent, Baidu y Huawei. Y hay un elemento particular sobre la IA: aunque el Estado chino quiera que China sea en el 2030 la gran potencia mundial en IA, la estrategia de las empresas chinas no es liderar, sino ser imitadoras tempranas. Es mucho más beneficioso para ellas no meterse en el riesgo de tener sistemas de innovación corporativos tan costosos como los de Amazon, Microsoft y Google que financian miles de universidades y pequeñas empresas. Saben que tienen un bloqueo en gran parte del mundo y por más que intenten internacionalizarse, tendrán límites. Su mejor estrategia es estar muy alertas y copiar al instante lo que está pasando en EE.UU. En una entrevista con alguien de una empresa china sobre cómo innovan allí, me dijo: “En Silicon Valley van de cero a uno; en China vamos de uno a mil”. En China comenzaron con la IA generativa mucho después que en EE.UU. haciendo imitación temprana. Es estratégico para las empresas de tecnología de China ser segundas.