El martes se reunió la Comisión de Mujeres y Diversidad de la Cámara de Diputados para debatir sobre la problemática de género. En este contexto, recibieron al Ministro de Justicia Mariano Cúneo Libarona que, en lugar de intentar dar respuesta o soluciones ante tanta violencia, se pronunció en contra de las políticas de género, del concepto de la identidad sexual y de los derechos de las mujeres y diversidades. En su discurso, se lo escuchó negando la existencia de la violencia por motivos de género: “todos los argentinos vivimos situaciones de violencia porque la violencia no tiene género, nos afecta a todos, sin importar si somos hombres o mujeres, niños, ancianos, adolescentes: la violencia es para todos”. Sus declaraciones claramente desestiman el concepto de femicidio y parecen desconocer que en Argentina muere casi una mujer por día a las manos de hombres que expresan la idea de adueñamiento de sus cuerpos, de sus vidas.

Como si esto fuera poco, además, dejó en claro que la postura de la actual administración (prefiero llamarlos administradores que gobernantes) es una que va en contra de la ley vigente: “Nosotros rechazamos la diversidad de identidades sexuales que no se alinean con la biología. Son inventos subjetivos”. Y para completar el mensaje, explicó que lo que se intenta reinstalar es el concepto de familia tradicional y los supuestos valores asociados a esta: “Nosotros vamos por otros valores, nuestro valor es la familia. La familia es el centro de la sociedad y la educación.” ¿Cuáles son los valores familiares tradicionales según el ministro? “El amor, la unión, el trabajo, el estudio, la solidaridad, la igualdad ante la ley, la igualdad de trato, promover los símbolos patrióticos, los valores patrióticos, respetar y honrar a nuestros próceres”. Todo esto, según palabras de Cúneo Libarona, “resulta esencial para el bienestar de los individuos y la armonía y cohesión social”. Les traduzco lo que se desprende de esto último: si la sociedad no está en armonía, si la cohesión social está rota es por la aceptación de la existencia de familias e individualidades diversas, que no cumplen con los requisitos de la tradición y la biología. ¡Como si, además, la realidad no fuera que la mayoría de las familias siguen siendo de conformación tradicional!

Para avalar su supuesta postura “derechos para todos”, cuyo subtítulo es “todos los que a nosotros nos parece que los merecen”, el ministro apeló (esto era cantado) a la autoridad de la ley, de la religión y de la ciencia: “esto está en la Constitución, en la Biblia, el Corán, la ciencia, la naturaleza del ser humano”. Déjeme decirle, señor ministro, que en nombre de Dios y de las religiones se le hizo mucho daño a la humanidad. Dejemos que la religiosa sea voz autorizada para otras cuestiones, mejor.

Me pregunto cómo la actual gestión encarna en sus propias acciones estos valores de los que habla Cúneo Libarona. ¿Le parece que los actuales representantes pregonan el “amor” y la solidaridad por el prójimo cuando se expresan públicamente (pienso en el señor presidente o en el vocero para buscar algunos ejemplos)? ¿Cómo tienen planeado que la gente rinda culto al trabajo cuando decae estrepitosamente la tasa de empleo? ¿La idea de la promoción del estudio es compatible con el desfinanciamiento de las universidades públicas? ¿Y de familia tradicional cómo venimos? Por primera vez en la historia de nuestro país tenemos a un presidente soltero que dice que tiene hijos de cuatro patas, que son sus perros y nadie lo cuestiona. ¿La perruna aplica para ejemplo de familia tradicional? ¿O hay que sumarle al núcleo a la hermana soltera? El señor ministro debería saber que ya no se dice “familia tipo” sino que se habla de tipo de familia. ¿De qué tipo de familia habla el ministro? ¿Sabrá que hay familias tradicionales de pura cepa biológica y religiosa, como le gustan a él, en las que no reina ni el amor, ni la unión, que no valoran el trabajo, ni el estudio, mucho menos la solidaridad, en las que no se promueve la igualdad ante la ley ni la igualdad de trato, y en las que los símbolos patrióticos, los valores patrióticos, se enarbolan solo cuando se gana un mundial?

No estoy entendiendo cuál sería el vínculo directo entre las variables “conformación familiar” y “valores”. Lo digo porque todos los valores que mencionó son los mismos que tiene mi familia, la misma que usted públicamente está rechazando. Por otra parte, ¿desde qué lugar puede hablar de valores y pregonar la no violencia cuando defendió al exgobernador José Alperovich, abusador condenado? ¿Después de patrocinar a violadores y narcotraficantes nos quiere dar cátedra de valores? ¿Cómo puede levantar el dedo ese señor que estuvo imputado de los delitos de coacción agravada y encubrimiento por la causa AMIA y que fue detenido por ser sospechoso de haberse afanarse un video probatorio? (¡Ven por qué es importante la palabra “memoria”!)

Siempre que hay declaraciones como estas, completamente discriminatorias que bajan desde lo más alto del poder político me sucede lo mismo. Al principio me enojaba mucho y quería salir a responder con los tacones en punta. Hoy por hoy las escucho desde otro lugar. Trato, intento, analizar qué más hay en su afán de agredir. Me pregunto qué está pasando. En este caso, no es casual que salga el ministro a decir semejante bestialidad cuando se está vetando la ley de movilidad jubilatoria, en una decisión que le va a hacer daño a millones de jubilados. Hablamos de negarles un mísero aumento, no de resolverles su situación. De ofrecerles garantías mínimas para que el haber no esté por debajo de la línea de la pobreza.

Los integrantes de este gobierno parecen caóticos en su accionar, pero esta dinámica tiene su lógica: es algo que les resulta funcional. Este ataque en el corazón del Congreso, en la comisión de Género, ante quienes sabían que lo iban a repudiar, es por algo. Son muy evidentes, muestran la hilacha. Y es cierto que su estrategia es efectiva: al gobierno le funciona meterse contra los derechos de las mujeres, con las disidencias y con el colectivo LGBTIQ+. Nos distraen con estas discusiones mientras arrasan con todo lo que pueden.

El hecho es que tenemos un gobierno militante de la homofobia, lesbofóbico y transfóbico. Todo esto corre el foco de otras discusiones. El ministro de Justicia está generando violencia con sus palabras. Violencia y discriminación. De todos modos, no sé qué me espanta más: si las brutalidades del ministro o el silencio de lxs legisladores. Es preocupante el silencio. Toda la pasividad de la Cámara de Diputados. De los Senadores. Al margen de los dos o tres de la comisión que le contestaron en la reunión. ¿Las leyes no fueron creadas para que se cumplan y respeten? ¿Naturalizar discursos como este no va en contra de una ley que votaron todos los bloques hace más de 15 años? ¿Por qué no piden su renuncia? ¿A qué le temen?

Siento que también está muy callada la ciudadanía. El silencio colectivo es síntoma de que se comenzó a naturalizar la violencia, de que estamos retrocediendo como sociedad. Está claro que hay gente a la que le preocupa más lo que hacemos nosotrxs con nuestro ano, a que vayan diputados del partido que nos gobierna a visitar a genocidas. Tampoco escuché muchas voces en los medios defendiendo las conquistas en materia de igualdad de género y derechos humanos después de estas declaraciones. Yo entiendo que la gente tiene miedo a expresarse. Porque cuando unx se expresa, claramente sufre consecuencias. Es lo que les está ocurriendo a muchos periodistas que tienen una voz o que confrontan ciertas opiniones o dichos del gobierno. Hoy alzar la voz tiene consecuencias. Hay ejércitos de trolls listos para ejecutar en redes a quien diga algo que no les guste. Preparados y organizados para deslegitimar a la persona y a sus palabras.

A mí me resulta todo preocupante. Todo. Siento que estamos en un momento en el que más que nunca debemos defender la democracia y los derechos conquistados. Hay muchas situaciones que pensábamos que no iban a volver a pasar en nuestro país y sin embargo, están pasando. En estos cuarenta años de democracia hay cosas que se hicieron mal. Es verdad. Es cierto que la crisis se instaló como regla y que hay niveles altísimos de pobreza y gente que aún no puede llegar a fin de mes. Pero en derechos humanos hemos avanzado muchísimo. Somos emblema. En Latinoamérica somos el país que más derechos ha conquistado. Quizá esté yendo lejos con esto, pero ante los dichos de Cúneo Libarona debería intervenir la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. Un ministro de Justicia no podría decir lo que dijo. No puede reproducir eso sin que tenga consecuencias. Son palabras que, en boca de semejante autoridad, avalan la discriminación.

En cuanto a la situación específica de la comunidad LGBTIQ+ hay que recordar que nuestros derechos son muy recientes. Durante muchísimos años fuimos excluidos y excluidas de nuestras familias, de nuestros ámbitos. De lugares donde nos deberían haber cuidado. Es hora de abrazar a las familias diversas. Es momento de proteger a los niños y niñas que están indefensos. Ahora más que nunca es tiempo de cuidar esas infancias que fueron desprotegidas durante muchos años. La respuesta tiene que ser amor más que nunca y ante el atropello y la violencia, la voz alzada. Nunca silenciada.