A propósito del regreso de The Drums, el próximo viernes en C Complejo Art Media (Av. Corrientes 6271), a las 20 hs, su líder, Jonathan Pierce, confirma que Buenos Aires es una de sus ciudades favoritas. Sin embargo, pese a que no es una plaza económicamente lucrativa para su banda, se trata de uno de los pocos artistas de la generación indie parida en la primera década de los 2000 que fue consecuente con la capital argentina en sus giras. Al menos las que hicieron desde su segundo álbum, Portamento, con el que se estrenaron en los escenarios locales en 2012. “La energía y el espíritu del público se sienten bien”, describe el frontman. “Siempre me encuentro con personas muy apasionadas. Cada vez que mi mánager me avisa que surgió la ocasión de tocar allá, le pido que acepte”.
En su desembarco porteño de 2018, no sólo coincidieron en la misma sala (Niceto Club, aunque tocaron ahí al día siguiente), sino también en el mismo hospedaje con Gang of Four: icono del post punk. Cuentan los testigos del encuentro que cuando Andy Gill, desaparecido guitarrista de la banda inglesa (falleció en 2020), vio a Pierce en el lobby del hotel, se le acercó y le mostró sus respetos. “Tuve el privilegio de conocer a varios músicos influyentes a lo largo de los años. En ese sentido, soy como cualquier otra persona”, explica el artista, con cierto aire a Paco Amoroso, al otro lado del Zoom. “Pero encontrarme con Andy en Buenos Aires fue muy motivador, porque Gang of Four tuvo un gran impacto en mí y en mi manera de comprender la música. Ese sonido eficaz y potente que tenían lo traté de trasladar a mis canciones”.
A dos años de su último show, el grupo estadounidense viene a presentar su más reciente álbum, lanzado en octubre pasado. En 2016, el tecladista, guitarrista y mejor amigo de Pierce, Jacob Graham, dejó la banda. Lo que tornó al músico en el único integrante en actividad de la formación original. Pese a que los dos discos anteriores los hizo sin él, en Jonny pudo finalmente hacer del grupo un proyecto solista, donde los músicos van y vienen. “Se terminó lo que se debía terminar”, reflexiona. “Crecí siendo muy pobre, y toda la vida no es que tuve que trabajar: debí luchar para poder hacerlo. Se me dio bien la música, lo que me permitió encontrar mi veta. Gracias a lo que hago, tengo una cabaña a las afueras de Nueva York. La pandemia me agarró ahí, y, por más aterradora que parezca esa inmensidad, fue el espacio donde conseguí mi camino”.
El título del álbum, según argumenta el cantante y compositor, proviene de su apodo y alude a la mejor versión de sí mismo. “Ese ‘Jonny’, al que hace referencia el nombre del disco, es más sensible y gentil, y quería tomar las cosas despacio y ser más paciente. Tiene curiosidad, y piensa en The Drums. Siempre estuve dispuesto a convertirme en ese Jonny”, expedita. “Mientras me alejaba de lo que no quería ser, me acercaba a mi verdadera autenticidad. Y me enamoré de ella. Ahora tengo más paz y amor. Durante el tiempo que me llevó hacer el disco (sucesor de Brutalism, 2019), aprendí mucho sobre mí, y lo que más celebro es que también aprendí a amarme. Este álbum trata acerca de ese viaje. Me saqué de encima al viejo Jonny para estar con el nuevo. Entonces hice un trato con él, y me lo traje a este universo musical”.
Entre las 16 canciones del disco, sobresale “Little Johnny”, en la que Pierce le canta a su yo del pasado. “Nunca me iré de tu lado. Tengo tu corazón en mi mano. Estoy orgulloso de ti por todo lo que has hecho”, versa uno de sus pasajes. “La sentí bastante curativa”, revela su autor. “Es ‘mamá Jonny’ diciéndole cosas lindas a su pequeño”. Como antípoda de esa sanación, la tapa del álbum es una foto en blanco y negro suya, donde aparece desnudo, de rodillas y apoyando los codos sobre una silla. Pose que sugiere castigo. “Hace 10 años, mis padres biológicos (predicadores pentecostales) estaban fuera de su casa, y me metí para tomarme fotos. Son una especie de recuperación de mi infancia, donde padecí el abuso. Representan cosas religiosas y otras sexuales, aunque no fueran de la mano. Es más complejo que lo que se ve”.
Luego de lo manifestado por el líder de la banda de indie pop nacida en la ciudad de Nueva York, en 2008, no hay duda de que su sexto disco de estudio es el más personal, sincero y descarnado. “Además de las canciones sobre el abuso sexual, están otras acerca del enamoramiento, del odio a mí mismo y de mi renacimiento”, dice Pierce, quien, pese a esa exposición emocional que emana del repertorio, mantuvo la línea musical pegadiza que distinguió a la obra de su grupo (digno heredero del legado de The Smiths). Si en la antesala de este trabajo el también multiinstrumentista de 42 años había advertido una y otra vez que era un superviviente, esta vez desempolvó todas las pruebas. “Esto supuso un desgaste grande”, se sincera. “Espero que haya ayudado a cerrar las heridas porque tengo ganas de hacer un disco más bailable”.
Amén de autopercibirse como gay y auténtico, el músico considera que sus canciones son un amplificador de la realidad. Aunque no la cuenta desde una perspectiva homoerótica, sino tal como supone que son las cosas. “Si a la gente todavía le atrae lo que hago es porque sigo interesado en la realidad. Estoy comprometido con ella”, despacha. “La realidad es lo único que quiero entender. Me estoy haciendo mayor, y la vida a mi alrededor cambia constantemente. Mientras transcurre esta entrevista, las cosas se están transformando. La gente que me rodea está envejeciendo. Después de experimentar un montón de cambios, morimos. Así que trato de comprender el lugar en el que estoy, e intento escribir mis canciones desde ahí. Mi arte de basa en eso”.
A dos meses de las elecciones presidenciales, la realidad de los Estados Unidos se debate entre dos modelos de gobernabilidad diametralmente opuestos. Si bien la candidata demócrata Kamala Harris la semana pasada sacó una leve ventaja en las encuestas, Donald Trump sumó el apoyo de influyentes reggaetoneros boricuas (la isla aún es parte de la nación norteamericana). “Me preocupa la reelección de Trump porque será peor que la primera vez”, opina Jonny, que escribió “Let’s Go Surfing” tras la victoria de Obama en 2008. “Hay tan poca humanidad en él que volvió vulnerables a muchos hombres. Algunos tenemos esperanza en Kamala, y debemos hacer lo posible para asegurarnos de que gane. Porque la otra opción es terrible para este país y para el mundo. Es el vivo ejemplo de que el poder corrompe”.