Ricardo Talento, uno de los padres fundadores del teatro comunitario, falleció este domingo a los 76 años. Artista todoterreno, y militante del arte como proyecto político transformador, supo desempeñarse como actor, director, dramaturgo y docente. “No hay un mundo posible si no somos capaces de imaginarlo”, sostenía frente a todo aquel que quisiera escucharlo. Y ese pensamiento fue el que se encargó de traducir en acción a lo largo de toda su trayectoria.

El director del Circuito Cultural Barracas nació en 1948, en la Capital Federal, pero transcurrió su infancia en Rawson y Junín. Desde temprana edad se sintió atraído por las artes escénicas. En Rawson tuvo un primer contacto con el circo criollo que solía visitar el pueblo y permanecía allí varios días. Fascinado por ese mundo, Talento asistía a todas las funciones y disfrutaba de ver hasta lo que ocurría tras bambalinas. Ya de adolescente, viviendo en Junín, dio sus primeros pasos como actor junto a su hermano mayor en el llamado Teatro de Abril. Y llegó la juventud, y con ella su desembarco en Buenos Aires en el emblemático Teatro San Martín. En ese marco, surgió el grupo Cumpa donde trabajó junto a Mauricio Kartun, entre otros colegas. Formado en 1972, el grupo se desarmó cuando inició la dictadura. Luego, lo previsible: el exilio interno y una vida fuera de las tablas. Hasta que, con el regreso de la democracia, volvió a su esencia y en 1987 armó el grupo de teatro callejero Los Calandracas.

Para Talento, arte y política eran campos inescindibles. Por ese motivo, su labor comprometida con los valores de una sociedad más justa lo acompañó desde sus comienzos. “Nuestra construcción y organización es política, y es de la comunidad. Desde el teatro comunitario intentamos revisar todo lo que construimos y cómo lo hacemos. Muchas de las cosas que nos pasan son parámetros culturales que nos siguen atravesando y que provienen de una cultura dominante”, decía en una de las tantas entrevistas que le hizo Página/12.

Los Calandracas formaron parte del Motepo (Movimiento de Teatro Popular). En sus orígenes, el grupo estuvo integrado por Talento, Corina Busquiazo, Rafael Zicarelli, Néstor López, Mariana Brodiano, Ana Postigo, Lucila Bértola, Sergio Baldini y Juan Serafino. Con la impronta del teatro popular y callejero, y con las técnicas propias del payaso del circo criollo, los integrantes llevaron adelante un proyecto que bautizaron “Teatro para Armar”, que incluía llevar a espacios públicos la dramatización de problemáticas colectivas e incluir al espectador dentro de la representación. Con esta idea, montaron sus obras en escuelas y hospitales, para abordar, a través del humor y el grotesco, temas sensibles como la violencia de género, el acoso escolar o las adicciones. El objetivo de hacer extensiva esa tarea a toda la comunidad fue el germen de lo que vendría. Así, inspirados en el trabajo del Grupo de Teatro Catalinas Sur, que se había formado en 1983, Los Calandracas fundaron en abril de 1996 el Circuito Cultural Barracas, grupo de teatro comunitario que hoy continúa convocando a 200 vecinos y vecinas de distintas edades.

Con el Circuito, Talento escribió y dirigió numerosas obras que apuntaron a denunciar los valores dominantes y a desnaturalizar todo aquello que el sistema ofrece como inamovible. A fines de los '90, estrenó uno de sus títulos más destacados: Los chicos del cordel, espectáculo que transcurría en las calles de Barracas para visibilizar los efectos devastadores de la política económica neoliberal en las infancias. Y en 2017, en una suerte de revisión de ese material, adaptó esa obra con otro título: Barracas al fondo. En esa oportunidad, y con la misma modalidad de obra itinerante que dialogaba con la arquitectura periférica del barrio, la obra ponía en escena nuevamente la realidad de los expulsados del sistema. Por otro lado, de la crisis de 2001 nació otra de sus piezas icónicas que el grupo sigue representando: El casamiento de Anita y Mirko, una obra que reivindica la importancia del encuentro y la celebración con otros y otras. Un suceso teatral que ya ha agotado entradas para lo que resta de 2024.

La obra de Talento es prolífica. Junto al Grupo de Teatro Catalinas Sur, Diablomundo y La Runfla montó entre 1995 y 1996 los espectáculos: Le robaron el río a Buenos Aires y Utópicos y malentretenidos. Por otro lado, con su colega y compañero Adhemar Bianchi, el director de Catalinas Sur, codirigió otro clásico del teatro comunitario, actualmente en cartel: El fulgor argentino.

En las sucesivas crisis, en las cuales la fractura social parecía irremontable, Talento hizo posible la utopía de un proyecto colectivo. Y junto a cientos de vecinos y vecinas, construyó desde la comunidad organizada en contextos dominados por la competencia individual y la meritocracia. Frente a la lógica hegemónica del “sálvese quien pueda”, el teatrista inspiró un hacer grupal donde todas las voces y miradas eran bienvenidas. Porque otra de las ideas que perseguía -y hacía carne- era la convicción de que todo ser humano es esencialmente creativo.

“A la creatividad se la piensa como patrimonio de algunos artistas. Nosotros, en cambio, consideramos que la creatividad es una esencia humana que, como es la más peligrosa que tiene el ser humano, se la mutila desde el comienzo. Por eso, los juguetes, por ejemplo, ya vienen jugados. Soy de la última generación que desarmó un reloj para ver qué había adentro. Hay una filosofía de mutilación que hace que uno acepte lo que hay y que no se imagine transformando nada, y así no hay posibilidad de cambio. Nosotros, desde nuestro lugar, creamos el marco para que esa creatividad se desarrolle. No hay un mundo posible si no somos capaces de imaginarlo. De otra manera, siempre vamos a pelear contra algo que imagina otro. Al contrario, uno tiene que construir, y eso es hacer política”, reflexionaba.

Su aporte invaluable al arte escénico sigue más activo que nunca en el galpón del Circuito, ubicado en la calle Iriarte 2165, en la zona fabril de Barracas. Allí trabajan de manera coordinada y sostenida un elenco teatral, una formación de murga (Los Descontrolados de Barracas) y otra de música (Circuito en Banda). Este domingo, la comunidad lo despidió como él deseaba. En una noche fría, bajo un cielo gris, un sonido de redoblantes y una voz colectiva de coro murguero celebraron su legado.