“La guitarreada es una reivindicación del encuentro en esta época tan individualista en la que estamos todos tan separados y de lo único que se habla es de dinero”, enmarca el periodista Gabriel Plaza, uno de los creadores del ciclo Ritual Criollo, que se propone como un nuevo espacio de encuentro de la música popular argentina. El anfitrión, el guitarrista y compositor tucumano Juan Falú, revive la atmósfera de la guitarreada y transporta al público a esas ceremonias místicas que se viven en las provincias. "La guitarreada es una experiencia única. Uno puede ver cómo la música se mete en los gestos, los silencios y la emoción de todos los que participan. No hay muchos países donde se den las guitarreadas como acá”, sostiene Falú sobre este ciclo que tendrá lugar los martes 3 y 17 de septiembre a las 20 en Bar Los Galgos (Callao y Lavalle).
En tiempos de escasez de espacios culturales, estos rituales reivindican el género folklórico y propician la visibilización de artistas que sostienen todo el año este movimiento. Ideado por Plaza y Claudia Regina Martínez, el ciclo es también un manifiesto sobre esa música de raíz que forma parte de la identidad argentina y que muchas veces no tiene lugar en los medios y el circuito cultural predominante. “El espíritu de esto surgió también a partir de esa necesidad de encontrarse en estos tiempos tan complicados y complejos para la cultura. Pero también surgió como una posibilidad de mirarnos un poco más a la cara, abandonar las pantallas digitales y conectarnos con la emoción, con la poesía, la reflexión y la música”, fundamenta Plaza.
En estos encuentros con artistas sorpresa en cada fecha, el guitarrista invita a una reunión musical muy distinta al formato de los conciertos habituales, para encarnar otro tipo de espíritu y evocar con su guitarra aquellas míticas juntadas en Tucumán con maestros como Pepe Núñez. “Eran guitarreadas ceremoniosas y todos sabíamos que iba a rodar el vino, el humor, la discusión y hasta la pelea, pero llegado el momento del canto del Pepe Núñez todo el mundo cuerpo a tierra y a escuchar”, evoca Falú. “Era sagrado. Por eso tengo un recuerdo de Tucumán muy fuerte y lo sigo viviendo acá. Es otra estética, no tiene que ver con lo peñero y estentóreo. Es un ritual”.
Según los organizadores del ciclo, la guitarreada es “la universidad de los músicos populares”. De hecho, Falú se formó y aprendió música en esas reuniones. “Es la escuela y la rueda de amigos, porque se aprende de los silencios, el humor, la poesía, el vaso de vino compartido, el repertorio olvidado y se descubre el sentido más existencial de la música”, apuntan Plaza y Regina Martínez. Se trata de reuniones con un “alto voltaje emotivo en las que no cabe la frivolidad ni el grito peñero, sino la posibilidad de compartir la emoción, la ternura y la sorpresa que depara cada encuentro”.
“La movida tiene que ver con traer el espíritu de esa generación que a su vez es puente de aquella generación de la bohemia de los sesenta y enorme de la música folklórica, como el Chivo Valladares, el Pepe Nuñez o Leguizamón-Castilla”, explica Plaza. “Toda esa generación continúa en la figura de Juan Falú y él a su vez hace de puente para transmitir también esa conexión con la música que tenía esa generación. La música folklórica se trata de ese traspaso, de esos eslabones que se van encadenando y formando un ADN también de nuestra música a lo largo del tiempo y de la historia”, entiende.
En la guitarreada no hay apuro ni reloj. "Puede durar una hora, dos horas o dos días. Puede empezar al mediodía después de un asado y terminar al mediodía del otro día porque los cantores se van sustituyendo: si alguno se va a dormir es reemplazado por otro y la rueda continúa. Acá no vamos a estar dos días, pero ése no tiempo de la guitarreada también es un buen ámbito para disfrutar la música de otra manera, desde otro lugar. Es algo muy vivo en muchas de las provincias, tanto en el NOA, en Cuyo o en el Litoral y la idea es recrear ese espíritu”, completa.