Es una provincia, pero por sus múltiples realidades parece un país: conviven, entre otras, la densidad poblacional del conurbano y sus contrastes, los centenares de pueblos con diseño urbano damero y siesta sagrada, el aire vacacional de las ciudades bañadas por el Océano Atlántico, la percepción temporal aletargada de la zona del Delta y los vientos intempestivos de la región que opera como puerta de entrada a la Patagonia. Esa variedad de circunstancias y contextos se verá reflejada en el Festival Internacional de Cine de la Provincia de Buenos Aires (FICPBA), cuya segunda edición se llevará adelante entre el 4 y 14 de septiembre en sesenta salas distribuidas en La Plata (el Centro Provincial de las Artes Teatro Argentino, Cinema Paradiso y Select) y más de 40 municipios. Todas las funciones y actividades paralelas –el cronograma se puede descargar en la web– tendrán entrada libre y gratuita.
Como en 99 de cada cien festivales, el plato fuerte será su programación. La oferta es felizmente inabarcable: 228 películas (45 de ellas llegarán en carácter de premiere internacional, latinoamericana o nacional) provenientes de 43 países distribuidas en cinco secciones competitivas (largos internacionales de ficción y documental, Cortos internacionales, largos y cortos bonaerenses) y otras sin reparto de premio. El desglose de la cifra da como resultado 115 largometrajes, 101 cortos, ocho mediometrajes y cuatro series. La grilla también incluye conversatorios, entrevistas, música en vivo, un encuentro de estudiantes y el debut del Mercado Internacional de la Industria Audiovisual bonaerense.
Los números son superiores a los de la primera edición, realizada hace exactamente un año: ocho días, casi doscientas producciones y 35 municipios involucrados contra las diez jornadas, las 228 películas y los 40 municipios de 2024. Nada mal para un contexto con muy pocas buenas noticias para el sector audiovisual. “Este año es bastante más grande que el año pasado”, reconoce la directora de FICPBA, Paula de Luque, y amplia: “Estamos haciendo un trabajo intenso desde el gobierno de la Provincia, en el sentido de que tenemos una tarea doble, que es contener y proponer. Es una decisión política trabajar con menos recursos para hacer más para que los espacios culturales no dejen de existir. Todo lo que no se consigue con dinero, se consigue con gestión. Estamos sosteniendo nuestros ideales y valores de que debe haber un espacio para la cultura”.
“Nosotros armamos el festival con los valores de la diversidad. La diversidad nos une, y me gusta decir que el FICPBA es un festival sobre las identidades. La identidad no se puede medir sino que surge del diálogo con otras. Ahí es donde se afirma lo bonaerense en diálogo con las identidades nacionales, regionales e internacionales. Los valores que proponemos son la inclusión, el trabajo, la importancia de la soberanía, la comunidad, el encuentro, el derecho a la cultura, la circulación de los bienes culturales y la relación con el exterior respecto al mercado internacional”, agrega De Luque. La directora destaca una sección de cine sordo y otra llamada Cine al Barrio, “en el cual poblaciones muy vulneradas que nunca fueron al cine y que este año aprendieron, por vía de festival, a filmar sus cortometrajes con celulares”, y ahora los proyectarán en una función especial.
Las diagonales del cine
La estructura de la programación tendrá su principal columna en sus cinco competencias, las mismas que el año pasado: dos dedicadas a largometrajes internacionales (Ficción y Documental), otro para producciones bonaerenses (Cortos y Largos) y una de Cortometrajes Internacionales. También habrá una buena cantidad de secciones paralelas, entre las que se destacan Brasil contemporáneo, Festival de festivales, Funciones especiales, Ficpbita (destinada a producciones familiares), Mujeres y disidencias, un panorama internacional y otro argentino. Y argentina, justamente, es la nacionalidad de la película de apertura, Los domingos mueren más personas, de Iair Said, sobre un joven judío de clase media que vuelve desde Europa por el fallecimiento de su tío y se entera de que su madre decidió desconectar el respirador que hace años mantiene vivo a su padre.
El segundo largometraje del responsable de Flora no es un canto a la vida tuvo su estreno mundial en el Festival de Cannes e integrará la sección Horizontes Latinos del de San Sebastián, días después de formar parte del triplete de representantes locales de la Competencia Internacional. Las otras dos son Sin salida, de Marcelo Politano, que sigue a una joven estudiante universitaria secuestrada con fines de trata, y Tuve el corazón, de Oliver Kolker y Hernán Findling, sobre un productor de rock venido a menos que descubre un gran cantor de tango en un mecánico al que conoce accidentalmente.
Un buen recorrido por las pantallas del mundo, cuyo primer paso fue Berlín, tuvo también Cidade; campo, el que la realizadora Juliana Rojas propone dos historias de migración entre la ciudad y el campo. Es así que mientras Joana deja su hogar rural para ir a la avasallante São Paulo, una pareja se instala en el campo para luchar contra las frustraciones y el pasado. También por Berlín pasaron la portuguesa Mãos no fogo, de Margarida Gil, y la china Xiao ban jie, de Yaonan Liu. La primera está centrada en una joven estudiante de cine que trabaja en un documental sobre las antiguas casas solares lusas y se propone filmar una de ellas, sin saber que es una auténtica casa de horrores.
La producción asiática mantiene la extrañeza en su centro narrativo, a través del particular refugio que encuentra un chico de 14 años que vive en un distrito en ruinas. Otro film con varios sellos en el pasaporte es Hunting Daze, de la canadiense Annick Blanc, sobre una bailarina exótica que, tras quedar varada en el norte del país, logra convencer a un grupo de cazadores para sumarse a ellos. En el Festival de Rotterdam se estrenó Kayo kayo colour?, en el que la realizadora india Shahrukhkhan Chavada observa la vida de Razzak y su familia a través de una serie de eventos cotidianos.
La Competencia de largometrajes documentales servirá como escenario para las primeras proyecciones públicas de Había una vez un mago, de Oscar Frenkel y Salomé Jury, la hija de un tal Leonardo Favio (Jury, vale recordar, era su apellido real). Según promete la sinopsis, se trata de “una sensible y profunda entrevista entre director e hija donde se habla sobre religión, cine y política, además de aportar material del detrás de escena de la filmación de Aniceto”. También competirá Norita, donde Jayson Nc Namara y Andrea Tortonese narran la vida de la inolvidable Madre de Plaza de Mayo Nora Cortiñas a través de testimonios de personas que la conocieron, incluyendo a Gustavo Santaolalla (también a cargo de la música), la actriz Jane Fonda, el director Muschietti, y su hermana y productora Bárbara.
Debut del mercado
Por fuera de las pantallas, la gran novedad del FICPBA ocurrirá entre los escritorios, las sillas y los cafés del Primer Mercado Internacional de la Industria Audiovisual, que se desarrollará entre el 5 y el 9 en La Plata con el objetivo de “facilitar encuentros para la concreción de acuerdos de coproducción internacional, promoviendo el fomento, la distribución, el intercambio y la integración cultural entre la provincia y el mundo”. “Nosotros teníamos una industria pujante que exportaba contenidos y hacía que entraran divisas. Hoy todo ese mercado está un poco a la intemperie: no se hace Ventana Sur en Argentina, el INCAA está ausente, no existe Mar del Plata…. Nuestra esta idea es tratar de contener eso con un mercado que permita una interacción con el mundo. Esa interacción no es una abstracción, sino que redunda en ventas de nuestros productos y la posibilidad de coproducir”, afirma De Luque.
La participación en el mercado es gratuita y la inscripción está abierta a los diferentes miembros de la industria audiovisual, desde productores, distribuidores y agentes de ventas hasta programadores y exhibidores. Durante cinco días habrá reuniones y encuentros autogestionados, además de mesas redondas y conferencias especializadas para el sector. Entre los invitados están el documentalista norteamericano, la programadora del Festival de Sundance Ana Souza, la productora brasileña Vania Catani y su colega argentina Paula Zyngierman.
Patear la provincia
No es fácil abarcar un territorio similar al de Italia, pero el FICPBA asumió ese desafío el año pasado llegando a 35 municipios. Este año serán más de 40, varios de los cuales no tienen salas comerciales ni mucho menos otras para proyecciones alternativas. “La circulación de los bienes culturales es un derecho, y en ese sentido es muy importante que este tipo de cine llegue donde no lo hace el comercial. Los festivales son importantes justamente para eso, porque más allá de las reglas del mercado el pueblo tiene que tener derecho a consumir bienes culturales de excelencia. Los festivales existen para que toda una comunidad, todo un pueblo pueda ver películas que de otro modo no vería. Esas películas que no llegan son cada vez más porque toda la exhibición está en crisis”, dice De Luque.