Durante diez años, un hombre se dedicó a drogar a su esposa para que la violaran desconocidos que hacía entrar a la casa y a quienes contactaba previamente a través de una aplicación de citas. Los abusadores formaban parte de distintos rangos sociales, las profesiones más disímiles y las edades más variadas. Cincuenta de ellos fueron identificados y ahora enfrentan junto al marido un megajuicio que conmociona a Francia. Es un proceso emblemático de la "sumisión química", la administración de sustancias psicoativas a una persona sin su consentimiento o conocimiento, con fines delictivos.

El principal acusado, el marido de la víctima, es un jubilado. El juicio comenzó este lunes en el sur de Francia a puertas cerradas, aunque la fiscalía y parte de la defensa pidió que fueran públicas. "La vergüenza debe cambiar de bando", dijo Stéphane Babonneau, uno de los abogados de la víctima, Gisèle P.

La mujer, de 72 años y en instancias de divorcio del principal acusado, llegó al tribunal rodeada de sus abogados y de sus tres hijos para el inicio del juicio en Aviñón, que se prolongará hasta el 20 de diciembre.

Frente a ella se ubicaron los acusados: 51 hombres de entre 26 y 74 años, entre ellos su marido Dominique P. Todos se enfrentan a hasta 20 años de cárcel. Dieciocho de ellos se encuentran en prisión preventiva.

"Se avergüenza de lo que hizo. Es imperdonable", aseguró a la prensa la abogada del marido, Béatrice Zavarro, para quien en este caso existe "una forma de adicción".

Los acusados son hombres de diferentes horizontes: bombero, artesano, enfermero, guardiacárcel, periodista, electricista... Hay solteros, casados y divorciados. 

"No existe un perfil típico de violador. El violador es un tipo cualquiera", declaró antes del juicio Véronique Le Goaziou, investigadora del Laboratoire Méditerranéen de Sociologie, especializada en violencia sexual.

La mayoría fue solo una vez al domicilio del principal acusado en la localidad de Mazan, en el sur de Francia. Diez fueron en varias ocasiones, hasta seis noches en algunos casos. El hombre no les pedía dinero a cambio. Los acusados no padecen patologías psicológicas importantes, aunque tienen un sentimiento de "omnipotencia" sobre el cuerpo femenino, según los expertos. Muchos alegan que creían participar en las fantasías de una pareja libertina.

Pero según el marido, "todos sabían" que su esposa estaba drogada sin su consentimiento. Para la instrucción, "cada individuo disponía de su libre arbitrio" y hubiera podido "partir" al percatarse de la situación. Los hechos "se inscriben en una anormalidad mental" del marido, que quería "arrastrar a los 50 acusados a su locura", declaró el abogado de dos de estos últimos, Roland Marmillot.

Los investigadores identificaron 92 violaciones desde 2011, cuando la pareja vivía en la región de París, pero sobre todo a partir de 2013, tras mudarse a Mazan, y hasta 2020.

El exempleado de la compañía de electricidad EDF administraba a su esposa un fuerte ansiolítico y los hombres, contactados en el sitio de citas coco.fr --ya cerrado--, tenían la orden de no despertarla. Otras de las consignas eran no oler a perfume ni a tabaco, calentarse las manos con agua caliente y desvestirse en la cocina, para evitar olvidar prendas en la habitación.

Gisèle P. se enteró con 68 años, cuando todas las violaciones salieron a la luz después que su marido fuera sorprendido en 2020 en un centro comercial grabando bajo las faldas de las clientas. Los investigadores encontraron entonces en su computadora muchas fotos y videos de la víctima, visiblemente inconsciente, mientras decenas de desconocidos la violan.

Para la mujer, que asegura no tener recuerdos de lo sucedido, el proceso tendrá "momentos muy difíciles", pero "estima que no tiene nada que ocultar" ni "de lo que avergonzarse", indicó su letrado.

La víctima declarará el jueves, mientras que los magistrados interrogarán al principal acusado el 10 de septiembre.

Tras su detención, la unidad judicial de casos sin resolver implicó al acusado en otros dos: un asesinato con violación en París en 1991, que él niega, y un intento de violación en 1999, que admite tras identificarse su ADN.