El hallazgo de los cuerpos de seis rehenes en Rafah, sur de Gaza, aparentemente ejecutados por Hamás entre dos y tres días antes de su descubrimiento, ha dado carta blanca a Benjamín Netanyahu para persistir en su ordalía de destrucción en la Franja. De poco parecen servir las protestas en las calles de Israel, que piden un alto el fuego y la dimisión del primer ministro por su gestión de la guerra y su incapacidad para liberar a los cautivos aún en manos de Hamás.

Netanyahu no solo no se rinde ni acepta negociar con Hamás para detener la masacre de Gaza, sino que se vale del asunto más doloroso que en estos momentos sufre el pueblo israelí para manipularlo y acelerar el exterminio de los palestinos.

De los 251 secuestrados el 7 de octubre, cuando los milicianos de Hamás también asesinaron a 1.200 personas en su incursión relámpago por Israel, al menos 97 seguirían en poder de Hamás, pero de ellos 33 podrían estar ya muertos, según la inteligencia israelí.

Sin embargo, Netanyahu ha dado la vuelta a su incapacidad o falta de voluntad para liberar a los cautivos y, desde el comienzo de la guerra hace casi 11 meses, no ha dudado en enarbolar el dolor de las familias y del resto de la sociedad israelí como bandera de venganza para azuzar a sus tropas contra Gaza.

Desde el comienzo de la guerra, casi 40.800 palestinos han sido asesinados por el ejército israelí en Gaza, la mayor parte mujeres y niños. Otros 94.000 han resultado heridos. Según la ONU y organizaciones de ayuda humanitaria sobre el terreno, la cifra real de víctimas mortales podría ser el triple, incluidos los miles de cuerpos aún bajo las ruinas de las ciudades destruidas por la invasión, la práctica totalidad de las localidades gazatíes.

Represión sin límites en Cisjordania

Una venganza que se ha extendido desde la Franja al otro territorio palestino, Cisjordania, donde el Ejército de Israel ha lanzado una ola de represión y violencia, acelerada la pasada semana, que impulsa la ocupación y recolonización por granjeros judíos de la tierra originaria palestina.

En la localidad cisjordana de Yenin, en los últimos días el Ejército israelí ha cortado los suministros de agua y está destrozando con excavadoras las calles, bloqueando los hospitales y realizando redadas ilegales. A los ataques del ejército con blindados, francotiradores y drones, se unen los asaltos organizados por hordas de colonos ilegales judíos que destrozan barrios enteros y linchan a los palestinos que les hacen frente.

En Cisjordania, desde que empezó la guerra de Gaza, el Ejército y las bandas de colonos judíos han asesinado a más de 650 palestinos, entre ellos 150 niños.

La condena de Netanyahu en las calles israelíes

Pero buena parte de la población judía ya no está ciega ante la máxima maquiavélica que utiliza Netanyahu en esta crisis, la de que el fin justifica los medios.

Bajo el prisma del líder del ultraderechista partido Likud, la ocupación de los territorios palestinos y el desplazamiento forzoso de su población justifican su genocidio. Y en el colmo de ese maquiavelismo, para Netanyahu la prolongación de la guerra justifica a su vez la muerte de los cautivos judíos por la vesania de Hamás o bajo las bombas de los propios militares israelíes, compatriotas de los rehenes.

El domingo, más de 300.000 israelíes se manifestaron contra Netanyahu en las calles de Tel Aviv, Jerusalén y Haifa, entre otras ciudades, apenas unas horas después de que el Ejército israelí recuperara los cadáveres de seis de los rehenes, cuatro hombres y dos mujeres, en un túnel de Rafah, una de las ciudades arrasadas por las fuerzas armadas de Israel.

Este lunes, una huelga general convocada por la principal organización sindical israelí, Histadrut, continuó durante media jornada (hasta que la prohibió el Tribunal Laboral de Israel) las protestas, con cortes de carreteras y paros en el transporte, los hospitales y universidades, pero sin un seguimiento tan masivo como las manifestaciones del domingo.

Su reivindicación era la misma: es urgente la firma de un acuerdo con Hamás para lograr la liberación de los rehenes que quedan en Gaza antes de que sea demasiado tarde.

El titular de Finanzas del Gobierno israelí, el ultraderechista Bezalel Smotrich, uno de los ministros más extremistas de Netanyahu y partidario de la expulsión de los palestinos de Gaza y su ocupación por colonos israelíes, manifestó su alegría por el fin de la huelga, que calificó de "política e ilegal". Smotrich se opuso a cualquier alto el fuego con Hamás, que supondría, según el político extremista, "un acuerdo de rendición".

El propio Netanyahu había señalado que la huelga era "una vergüenza en tiempos de guerra" y acusó a quienes la siguieron de alinearse con Hamás.

Netanyahu usa a los rehenes para continuar la guerra

El líder de la oposición política israelí, Yair Lapid, en cambio, mostró su condena a las acciones del Gobierno y reclamó una tregua antes de que sea demasiado tarde. Los cautivos, afirmó Lapid, "estaban vivos. Netanyahu y el gabinete de la muerte decidieron no salvarlos. Todavía hay rehenes vivos allí, todavía se puede llegar a un acuerdo. Netanyahu no lo está haciendo por razones políticas".

Razones que, efectivamente, incluyen la supervivencia política de Netanyahu. Por eso, no parece que el primer ministro ni su gabinete de extremistas y ultraderechistas vayan a firmar nada y, por el contrario, aprovecharán que la ira levantada en los sectores más radicales del país por el asesinato de los seis rehenes le dé luz verde para terminar el trabajo en Gaza.

En todas las ocasiones que se habría podido alcanzar un acuerdo —salvo la tregua de una semana de noviembre, la única hasta el momento y en la que se liberó a 105 rehenes— o bien fue el propio primer ministro quien dinamitó el frágil consenso logrado gracias a la mediación de Estados Unidos, Catar y Egipto, o bien las demandas ultramontanas israelíes empujaron a Hamás a salirse de la negociación.

Como en la última negociación, en la que la exigencia israelí de controlar el corredor de Filadelfia, que separa el sur de Gaza de Egipto, e impuesta por Netanyahu pese a que los mediadores la desaconsejaron, fue rechazada por Hamás. Los israelíes aducían que el control de esa línea permitiría impedir la llegada de armas.

La realidad es que esa ocupación militar interrumpiría el suministro de ayuda humanitaria salvo cuando los israelíes lo decidieran, pudiendo asfixiar a la Franja en cuestión de días simplemente con impedir ese tránsito.

El propio ministro de Defensa israelí, Yoav Gallant, recomendó a Netanyahu, tras conocerse la muerte de los seis rehenes, que Israel retirara sus tropas del corredor de Filadelfia a fin de llegar a un acuerdo de tregua cuanto antes.

EEUU, incapaz de presionar a Netanyahu

Otra dificultad para alcanzar un acuerdo está en la reclamación de Hamás de que el alto el fuego sea permanente. Sin embargo, la idea de Netanyahu es continuar la guerra y la matanza "hasta la victoria total", en sus propias palabras. Y ello contempla la aniquilación de Hamás y, tal y como apuntan las acciones del Ejército israelí, la desolación de la Franja y la continuación de la matanza.

Según el Foro israelí de Rehenes y Familias Desaparecidas, "desde hace más de dos meses está sobre la mesa un acuerdo para el regreso de los rehenes". Un acuerdo propuesto por el principal aliado de Israel, Estados Unidos, y que ha sido vilipendiado una y otra vez por Netanyahu y sus halcones de la guerra.

"Si no fuera por los retrasos, el sabotaje y las excusas, aquellos cuyas muertes supimos esta mañana probablemente todavía estarían vivos", refirió el domingo el citado Foro en un comunicado.

El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, impulsor principal de aquel principio de acuerdo de tregua, adelantó este lunes que estaba preparando una última versión de ese texto que ya presentó en mayo, pero añadió que no creía que Netanyahu estuviera por la labor de asegurar su cumplimiento.

Aunque la Casa Blanca ha criticado en diversas ocasiones a Netanyahu y su estrategia de exterminio en Gaza y le ha pedido "moderación", sin embargo, Estados Unidos sigue siendo el principal proveedor de armas de Israel y los lazos de la Administración Biden con el lobby judío en el Congreso y las principales empresas del país impedirán que, en el último extremo, Washington sancione a Tel Aviv o le presione para firmar ese acuerdo de alto el fuego.

Desde el comienzo de la guerra y las matanzas de palestinos en Gaza, Estados Unidos ha vetado tres veces las resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU que pedían un alto el fuego en la Franja. Lo más cerca que Washington estuvo de defender una tregua a regañadientes en la ONU fue cuando se abstuvo en la votación de otra resolución en marzo que demandaba también un alto el fuego inmediato.

Israel ni siquiera en este caso obedeció la resolución y siguió adelante con su genocidio palestino, crimen del que ha sido ya acusado ante la Corte Internacional de Justicia en La Haya.

Un Gobierno "empapado de sangre", también la de los rehenes

En uno de sus análisis de este lunes, el diario opositor israelí Haaretz fue concluyente ante lo que puede pasar a partir de ahora: "El Gobierno israelí, empapado de sangre, no se detendrá a menos que continúen las poderosas protestas del domingo".

El influyente medio recordó los errores que cometieron Netanyahu y sus pretorianos en el Gobierno en las horas posteriores al 7 de octubre y los comparó con la situación actual.

"Está cada vez más claro que Netanyahu es completamente disfuncional y que su supervivencia personal y política es mil veces más importante que las vidas de los rehenes", afirmó el diario.