Suele emparentárselo con Miles Davis. Y es que, en efecto, fue el saxofonista de su grupo durante cinco años y apareció con él en discos como Amandla, de 1989 –tal vez el mejor de los últimos años del trompetista– y Miles & Quincy Live at Montreux, de 1991, el año en que Miles murió. Pero no es menos cierto que Kenny Garrett tocó con Woody Shaw, con Art Blakey o con Joe Henderson, y que su primer gran disco de homenaje a otro músico (el octavo de su carrera como solista) fue Pursuance: The Music of John Coltrane. En todo caso, la figura de Coltrane resulta central en su estilo y él lo sintetiza, en un diálogo con PáginaI12, diciendo: “Sencillamente es el músico que más me ha influido, el que más he escuchado, el que más me ha enseñado, y el que más he amado y sigo amando”.
Más allá de esos lazos estilísticos, la inquietud y la curiosidad han llevado a Garrett por caminos sumamente variados, incluyendo el grupo Five Peace Band junto con Chick Corea, John McLaughlin, el contrabajista Christian McBride y el baterista Vinnie Colaiuta, con un sonido muy cercano al del buen y viejo jazz rock, y con el que ganó el Grammy por Mejor Album de Jazz Instrumental en enero de 2010. En el último de sus proyectos, con el que llega hoy a Buenos Aires para actuar a las 21 en el Teatro Coliseo (Marcelo T. de Alvear 1125), el objeto explicitado es la danza. Todo el material del disco más reciente, Do Your Dance!, recorre ritmos bailables de distintas partes de América. Y aquí lo presentará prácticamente con la misma banda que toca en el álbum: Vernell Brown en piano, Concoran Holt en contrabajo y Rudy Bird en batería. “Es como un torbellino”, dice. “El concierto se plantea como un viaje, y el baile está presente todo el tiempo. No digo que ese sea el único jazz posible. Uno puede cambiar mucho de un proyecto a otro y, a veces, de un día a otro. En ocasiones uno se siente muy bien hacendo una música más abstracta. Pero hay algo de la propia historia del jazz que nos interesa volver a poner en escena: la alegría, la idea de festejo.”
Cuando Garrett llegó al grupo de Davis ya tenía una considerable trayectoria a sus espaldas. De muy chico había sido parte de la banda de Duke Ellington, dirigida por ese entonces por su hijo Mercer. Y antes incluso de sus primeros discos fue uno de los nombres importantes de la escena de Detroit, donde solía tocar con su maestro, el trompetista Marcus Belgrave y con la notable pianista Geri Allen, fallecida el pasado 27 de junio. Con ellos volvió a tocar en el disco The Nurturer, de 1991. “La muerte de Geri fue algo terrible. Fue una música increíble, siempre absolutamente inspiradora. Ese disco, donde retomamos esos días en Detroit y donde además estaba mi maestro, fue muy importante para mí”, asegura Garrett. Su debut solista fue a los 24 años con Introducing Kenny Garrett, de 1984 (para el sello Criss Cross). Y allí tocaba con un verdadero súper grupo: Woody Shaw en trompeta, Mulgrew Miller en piano, Nat Reeves en contrabajo y Tony Reedus en batería. En 5 Paddle Wheel, de 1988, el trompetista era Wallace Roney y Charnett Moffett estaba en el contrabajo. Muchos de estos músicos tocaron en varios de sus grupos y los que integran el actual también vienen de una larga trayectoria conjunta. “Creo en los grupos estables”, explica. “Hay algo que sucede cuando un grupo se conoce mucho. Es obvio: la interacción no es la misma cuando uno y otros nos adivinamos las intenciones. Es fantástico tocar con grandes músicos y a veces en lo repentino se da una magia, una explosión muy particulares. Tocar por primera vez con alguien también tiene su gracia, pero hacerlo con nuestro grupo de siempre da una seguridad muy grande. Cada uno está sostenido por los demás, todos sabemos qué esperar de cada uno. No es que no haya sorpresas o aventura, todo lo contrario: saber que estamos en un terreno muy firme nos permite jugar. Uno puede irse porque sabe que va a poder volver”.