Con un concierto de notable nivel artístico, el Now This Trio, integrado por el legendario Gary Peacock en contrabajo, Marc Copland en piano y Joey Baron en batería, dio inicio el miércoles al Buenos Aires Jazz.17. Ante un auditorio de la Usina del Arte repleto, el trío ofreció poco más de una hora de música encantadora en sus contornos, sabia en sus desarrollos y contundente en su definición. Para los melómanos de amplio espectro fue un momento de deleite y comunicación. Para los más avezados en los lenguajes del jazz fue también una clase magistral del arte del trío, su genealogía y sus desarrollos. Para el festival que hasta el lunes distribuirá jazz en distintos puntos de la ciudad, fue un gran comienzo.
Este trío de piano, contrabajo y batería bien podría contener una idea de “clasicismo” en el jazz. Su persistencia en las dinámicas del género supo elaborar códigos expresivos propios, de perdurable solvencia, que más allá de los estilos, sus derivas y las tensiones entre arte y entretenimiento, terminaron de consolidar otras maneras de hacer y de escuchar música: formas de fruición en las que la prestigiosa aura de lo clásico ya no reposa en la sacralidad de la escritura, sino más bien se agita en las búsquedas y hallazgos de la ejecución. En ese universo y su historia, Gary Peacock es ciudadano distinguido.
Integrante de tríos fundamentales del jazz como el de los pianistas Bill Evans y Keith Jarret, además de formar parte de uno de los quintetos del que para muchos fue el mejor Miles Davis –con Hancock, Coltrane y Tony Williams– y alternar en las regiones del free jazz con guías como las del saxofonista Albert Ayler, el trompetista Don Cherry y el pianista Paul Bley, por evocar sólo algunos nombres, a los 82 años Peackok se maneja con un implacable sentido del presente. En el Now This Trio se escucha la manera en que el contrabajista supo destilar su experiencia para ponerla al servicio de una idea más personal del juego de a tres, en la que de alguna manera él es protagonista, si bien los centros se trasladan también hacia el piano o la batería.
En ese equilibrio, el repertorio del concierto del miércoles en la Usina del Arte fue sobre todo de standars, cada uno tratado con fórmulas diversas y una encantadora variedad de recursos. Un extenso solo de contrabajo, en el que fue testeando respiraciones e insinuando rasgos del tema, preludió el inicial “Estate”, de Joao Gilberto. Aplausos desde cada rincón de la sala festejaron el primer tema, seguidos algunas consideraciones sobre el sonido y un jarretiano pedido de “No photos” por parte de Peacock, en gran medida respetado por el público (o en todo caso bastante disimulado). Enseguida “Gloria’s Step”, de Scott La Faro, con otro solo introductorio del contrabajo, acaso más lírico que el anterior, dio continuidad a la música. La inmensa expectativa de la vigilia todavía tensaba el aire, cuando para terminar de acomodar los astros llegó uno de los momentos más intensos de la noche: “I Loves You Porgy”, de Gershwin. Copland y Peacock tejían texturas de material delicadeza mientras Baron, tocando con escobillas, se distanciaba sin desaparecer, para luego ser el centro en una soberbia versión de “Footsprints”, de Wayne Shorter, que en el fragor rítmico dejó oír además a un trío con prodigiosos momentos de sintonía fina.
Baron es un baterista de numerosos recursos y un instinto agudo por la variedad, capaz de cruzar el tiempo en sus divisiones menos esperadas. A la misma sensibilidad rítmica, Copland suma desde el piano un sentido de la armonía que es mucho más estructura que color. Peacock, por su parte, canta con el instrumento y en cada acento que pone el universo se acomoda. En el aquí y ahora del trío, el contrabajista no parece arengar nostalgias por su pasado glorioso y es evidente que la música que hace tiene el tamaño de su esperanza. La bellísima “Requiem”, del mismo Peacock y “Talkin Blues”, de Copland, distinguieron los tramos finales de un concierto que colmó con creces las expectativas. Tras los aplausos, el bis, solo uno, le regaló a los más sensibles la oportunidad de caminar luego por las calles de La Boca, todavía mojadas por la lluvia, silbando “My Foolish Heart”.
Entre lo más recomendable del Buenos Aires Jazz para hoy está el solopiano de Matthew Shipp (a las 16 en el Salón Dorado del Teatro Colón), el Hernán Merlo Cuarteto y su homenaje a Monk (a las 19 en la Usina del Arte), el octeto del pianista Alejandro Manzoni (a las 20 en el Espacio Cultural Resurgimiento de Villa del Parque) y el trompetista Ralph Alessi con el Sergio Verdinelli trío (a las 20.30 en la Usina del Arte).