A partir de hoy y hasta el domingo 26, los ojos de la comunidad cinéfila se posarán sobre las 16 salas donde se proyectarán las más de 300 películas que componen la programación de la 32° edición del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata. Lo mismo viene sucediendo desde hace más de una década para estas fechas, pero un 2017 bien cargado en materia de novedades políticas e institucionales dentro del mundo audiovisual preludia una atención aún mayor a la habitual. Vale recordar que el festival es organizado por el Instituto de Nacional de Cine y Artes Audiovisuales, que ha estado en el centro del debate desde la renuncia de su ex presidente Alejandro Cacetta a raíz de supuestos casos de corrupción puertas adentro del edificio de Lima 319. La que iniciará oficialmente esta noche con la proyección de Madame Hyde –y presencias del director Serge Bozon y el actor Pierre Léon– es la primera con el estadounidense Peter Scarlet en la dirección artística. El ex director de los festivales de Tribeca, San Francisco y Abu Dhabi –y primer extranjero en ocupar un cargo tan alto en el organigrama marplatense– ya había avisado que al catálogo le sobraban unas cuentas páginas cuando lo presentaron oficialmente a principios de julio: su primera huella visible es, entonces, unas cien películas menos que en las ediciones anteriores. Primera y por ahora única, puesto que para el resto habrá que dedicarse diez días a ver qué tienen para decir las verdaderas protagonistas de la faena costera: las películas. Tan pocos días y tanto para ver…
Más allá de la llegada de Scarlet, quien reemplazó al historiador y periodista Fernando Martín Peña, el Ficmdp ‘17 mantiene una estructura muy similar a la de los últimos años. Empezando por el inoxidable José Martínez Suárez como Presidente, cargo que desempeñará por décima vez a los 92 años. Y siguiendo por los criterios de su programación: una numerosa presencia argentina atravesando el catálogo de punta a punta, secciones instaladas (Hora Cero, Generación VHS, Las Venas Abiertas), un apuesta por alumbrar el sector más indie y radical de las cinematografías importantes, una Competencia Latinoamericana que –a juzgar por las reseñas previas– agrupa lo mejor y más importante de la última cosecha de la región, una buena cantidad de países periféricos en la Selección Oficial, una lista de nombres de amplísima reputación entre los espectadores más habituados a desandar la rambla en noviembre y las charlas y eventos con invitados internacionales. Se mantienen también las principales salas (Auditorium, Ambassador, Paseo Aldrey, Del Paseo, Shopping Los Gallegos) y tickets a precio bastante más amigable que el promedio de las funciones comerciales (40 pesos las generales, 20 para estudiantes y jubilados) y que ya pueden sacarse en boleterías o a través de la página web miboleteria.com.ar.
Ritos nacionales
Habrá, como siempre, un centro de atención mayoritario en las producciones nacionales dentro de las tres competencias de largos. Entre los catorce títulos de la Selección Oficial se entreveran películas de amplio recorrido internacional con otras más pequeñas y algunos descubrimientos. Casi tres tienen banderita celeste y blanca, y dos de ellas llegan precedidas de premieres mundiales en festivales Clase A de Europa. De entre las góndolas de Venecia lo hace Invisible, segundo trabajo como director de Pablo Giorgelli después la multipremiada Las acacias, que narra las vivencias de una chica de 17 años (Mora Arenillas) al descubrirse embarazada; mientras que en Al desierto, que proviene de San Sebastián, Ulises Rosell (Sofacama, El etnógrafo) construye un tenso thriller alrededor del peregrinar patagónico de la empleada de un casino de Comodoro Rivadavia (Valentina Bassi) y un operario petrolero que le promete un puesto administrativo (Jorge Sesán). El “casi” se debe a que la tercera en discordia, Primas, no es estrictamente argentina, pero sí su directora Laura Bari, actualmente radicada en Montreal, y parte del equipo técnico.
Otras dos producciones representan al país en la disputa latinoamericana. Una es Chaco, en la que Daniele Incalcaterra y Fausta Quattrini regresan al universo de El impenetrable (2012) para concretar la devolución a los nativos guaraníes de cinco mil hectáreas de bosque paraguayo que el director heredó de su padre, quien a su vez las había recibido como cesión directa de Alfredo Stroessner durante la dictadura paraguaya. La otra se llama El teatro de la desaparición y se presenta como una extensión de la instalación que el ahora también realizador Adrián Villar Rojas llevó adelante en Nueva York unos años atrás. Según vaticina el catálogo, se trata de “una trilogía de segmentos independientes entre sí en los que, a partir de diferentes elementos narrativos, se disparan estímulos que reflexionan sobre la naturaleza destructiva del ser humano y su relación con el planeta”. Por fuera de la competencia se verá Ata tu arado a una estrella, regreso de Carmen Guarini a los grandes temas de su obra (el paso del tiempo, la construcción de la memoria) a través del registro del viaje de Fernando Birri por América latina en 1997, a 20 años de la muerte del Che Guevara.
La Competencia Argentina supo ser terreno fértil para títulos con olor a “relleno” o, peor aún, que ocupaban un lugar central de la programación por mandatos provenientes de un escritorio y no por méritos artísticos. Pero hace ya unas cuantas ediciones que esa tendencia quedó atrás y, aún con elecciones siempre discutibles, la sección mantiene un buen nivel de solidez. Difícil aventurar si ocurrirá lo mismo en 2017. Por lo pronto, las doce películas mezclan nombres de trayectoria y otros ilustres desconocidos. Entre los primeros está el cada minuto más prolífico José Celestino Campusano, que ha hecho de estas playas su lugar en el mundo presentado una porción importante de su filmografía y repite con El azote, cuya acción se sitúa en Bariloche y retrata las vivencias personales de un asistente social y su vínculo con un par de adolescentes judicializados. Otros que vuelven son Tamae Garateguy con una nueva incursión en el thriller erótico, Hasta que me desates, y Demián Rugna, a cargo del más novel exponente del cine de terror argento, Aterrados.
Del género de los sustos a la experimentación del realizador Ernesto Baca con su Réquiem para un film olvidado y del realismo social de Campusano a los coming of age –toda una tradición marplatense– propuestos por Los vagos y Un viaje a la Luna, sendos debuts en la dirección de largometrajes del veterano DF Gustavo Biazzi y Joaquín Cambre. Entre medio, Marcel Duchamp. La estrella dadaísta vivió un par de meses en Buenos Aires durante 1918 mientras huía de la Primera Guerra Mundial. ¿Qué hizo aquí? ¿Cómo fue su vida en una ciudad que prometía ser Europa y, claro, terminó siendo otra cosa? ¿Se adaptó a la idiosincrasia del mate? Los realizadores Mariano Galperín y Román Podolsky imaginan algunas respuestas en Todo lo que veo es mío. Respuestas es justamente los que busca Luis Bernárdez en Los corroboradores, en este caso sobre una sociedad secreta que, a fines del siglo XIX, se propuso copiar la arquitectura parisina en Buenos Aires y a mediados de los 30 despareció sin dejar rastros. La Capital Federal tiene un protagonismo notorio en Estoy acá (Mangi Fi), donde la cámara de Juan Manuel Bramuglia y Esteban Tabacznik acompaña a dos inmigrantes senegalés en plena batalla diaria por la supervivencia y la tristeza del destierro. Algo de esa tristeza transluce la historia del matrimonio de ancianos tucumanos que protagoniza La nostalgia del centauro, de Nicolás Torchinsky.
El hasta ahora documentalista Jorge Leandro Colás –que hace dos años presentó aquí la muy buena Los pibes– incursiona en la ficción con Barrefondo, adaptación de la novela homónima de Félix Bruzzone sobre el piletero de un country del conurbano bonaerense que, hastiado de la marginación y el ninguneo, empieza a intercambiar información con una banda de delincuentes. Soldado, por su parte, se presenta un documental de observación sobre un joven aspirante a soldado que viene cosechando elogios desde su paso por el Festival de Berlín. Su director, Manuel Abramovich, hará doblete con Años luz, un detrás de escena del rodaje de Zama, de Lucrecia Martel. El film está programado en la sección Panorama de cine argentino junto a una decena de producciones provenientes de todo el territorio nacional, entre los que se destacan Proyecto 55, de Miguel Colombo (Rastrojero, utopías de la Argentina potencia; Huellas); Pabellón 4, de Diego Gachassin (codirector de Habitación disponible y Los cuerpos dóciles), y Cuentos de chacales, de Martín Farina (Fullboy, El hombre de Paso Piedra).
Pesos pesados
El crecimiento del cine del sur de Río Bravo se vislumbra en una Competencia Latinoamericana con los últimos trabajos de directores de amplia reputación internacional, desde el chileno Sebastián Lelio (Una mujer fantástica) hasta el uruguayo Adrián Biniez (Las olas), pasando por….Raúl Ruiz. El responsable de El tiempo recobrado y Misterios de Lisboa falleció hace seis años después de filmar más de 120 trabajos, la mayoría durante su etapa en Francia, algunos de ellos aún inéditos o directamente desaparecidos. Esto último se creía de La telenovela errante, cuyo derrotero es una película aparte. Rodada durante ocho días de 1990 en el marco de un taller para actores, fue sacada del cajón del olvido en 2015 por un admirador que contaba con un making off en formato hogareño, a lo que se sumaron la aparición de más de 300 imágenes del backstage de la fotógrafa Leonora Calderó Hoffmann y del guión y varias notas de puño y letra del mismísimo Ruiz. Los negativos en 16mm en el archivo de la Universidad de Duke fueron el empujón final para que su viuda, Valeria Sarmiento, concretara un proyecto cuya exhibición en festivales se ha convertido en el evento cinéfilo de la temporada.
Ruiz no el único nombre importante, desde ya, dado que en la subsección Autores de la gigantesca Panorama se agrupan los últimos trabajos de realizadores fundamentales del mundillo festivalero, desde la nueva aventura de Frederick Wiseman en las entrañas de una institución (Ex Libris - New York Public Library) y un documental autobiográfico de Claude Lanzmann (Napalm), hasta Jean-Luc Godard (Grandeur et décadence d’un petit commerce de cinema), Takeshi Kitano (Outrage: Coda, cierre de la saga yakuza) y Agnès Varda (Visages Villages, en codirección con el artista callejero JR). Habrá también un puñado de títulos provenientes de Hollywood con pronóstico de Oscar, como La batalla de los sexos, de Jonathan Dayton & Valerie Faris (Pequeña Miss Sunshine); La forma del agua, de Guillermo del Toro; Wonderstruck, de Todd Haynes y Last Flag Flying, de Richard Linklater, que oficiará de función de clausura dentro de ocho días. Incluso Pixar dirá presente con Coco, de Lee Unkrich & Adrián Molina.
All inclusive
Hong Sang-soo sigue filmando a catorce manos y esta temporada estrenó ¡tres películas!, dos de las cuales, Claire’s Camera y The Day After, se verán en La Feliz. El prolífico realizador es el mascarón de proa de una oleada de títulos surcoreanos agrupados en una sección rotulada “Corea del Sur: País invitado”. Habrá una invasión de ojos rasgados por la rambla, ya que un buen número de esas proyecciones se realizarán en presencia de los respectivos directores. Otros que por estas horas andan en aeropuertos son Claude Lelouch, que presentará una retrospectiva de su obra y dará una masterclass abierta, y la productora Sylvie Pialat, que acompañará a Les Gardiennes y una retro dedicada a Maurice Pialat, que se replicará casi simultáneamente en la porteña Sala Lugones. A Vanessa Redgrave le faltan unos días para embarcar, porque sus actividades se anuncian para la segunda mitad del Festival. La actriz británica presentará su primera película como directora, Sea Sorrow, y participará en el ciclo Charlas con Maestros. Focos y homenajes a Ado Arrieta, Zelimir Zilnik y Alberto Sordi, exhibiciones al aire de títulos restaurados gracias a la flamante Cinemateca y Archivo de la Imagen Nacional (Cinain) y decenas de actividades paralelas (presentaciones de libros, charlas temáticas, proyecciones especiales) completan un panorama amplio y ecléctico.