La vida adulta vista con los ojos de una adolescente. Este ánimo irradia el segundo disco de Lucy Patané, hecho de hartazgo pospandémico, punk y electrónica, retazos de composiciones de distintos tiempos y la magia del error filtrándose y volviéndose arte. Hija de ruta es un disco enérgico, "rockero, de protesta cotidiana", dice ella, que así continúa el camino solista iniciado con Lucy Patané (2019). En la portada, la foto de una mini Lucy de 12 años -sombra celeste bien fuerte, ojos volteados, un gesto de "qué me importa"- es la puerta de entrada. La de cierre es un tema grabado junto a su hermana Ana en el estudio de su padre en Bernal, a esa misma edad y al grito de: "¡Estoy aburrida, papá! ¡Comprame caramelos y llevame a la plaza, papá!". "Este es un disco que podría haber hecho en la adolescencia o más de joven. Podría haber sido anterior al primero", confirma la guitarrista, compositora y productora.
Hija de músicos, Lucy tenía 9 años al ingresar como bajista a su primera banda, Sangre Azul. Hasta 2019 todas las cosas que hizo fueron dentro de proyectos colectivos: Panda Tweak, La Cosa Mostra, Las Taradas, Lesbiandrama junto a Paula Maffia, El Tronador con Marina Fages, en la banda de Diego Frenkel. Lucy Patané fue su "carta de presentación" como solista. Producto de un corazón roto, mostró un costado etéreo de la artista. Hija de ruta -cuyo nombre se desprende de un error de tipeo de su manager, que quiso poner, en un mail, "hoja de ruta"- ofrece un viraje no sólo en términos de sonido. Muchas letras hablan de cuestiones terrenales y destilan el tedio que implica vivir en un sistema que arranca la energía. Saldar deudas, cobrar adelantos, hacer trámites, pagar cosas: asuntos que drenan la energía de la propia Lucy, quien decidió hacer una inversión y que esa energía robada vaya a parar a lo que mejor sabe hacer.
Entonces la plata, el tema omnipresente en la conversación actual, es precisamente uno de los ejes del nuevo material. En "Lo caro" advierte de "lo caro de tu libertad" y con esas dos palabras juntas marca la sintonía de esta obra con su época. Otra canción, muy pegadiza, les habla a los "Trámites burocráticos" (así se titula): "no podrán conmigo, no se llevarán mi felicidad y mucho menos a mis amigos". Igual que "Un domingo", surgió de una melodía que se le ocurrió para una historia de Instagram. "Vinieron a buscar la paga" toma como disparador una negociación de plata de su abuela con un grupo de hombres. "La maldad" -la canción más vieja después de "Estoy aburrida"- describe a un personaje que camina por Callao y busca trabajo. Uno de los temas más poderosos es "Las dudas y las deudas".
Para este proyecto dejó atrás los pianos de su sonido más reciente (plasmado en EPs), desarmó la banda de ocho integrantes y armó un quinteto con tres guitarras eléctricas. Carola Zelaschi (batería) y Tomás Pérez Campione (guitarra) continúan de la formación anterior, a la que se suman Juanito El Cantor (guitarra) y Santi Mazzanti (bajo). Lucy lo hizo de nuevo: grabó todos los instrumentos del disco y ahora, en los ensayos, las canciones comienzan a cobrar vida en manos de otros. Después de hablar de tanta "basura musical" que pulula por ahí -lo dice seguido del chiste de que podría ser "cancelada"-, ella se define así: "No me sale la cosa de entretenedora cultural. Quisiera dejar algo hecho que fue muy pensado y trabajado. Pero tampoco soy una artista que canta letras sociales". Esta frase también define a Hija de ruta, que será presentado en Niceto Club (Niceto Vega 5510) este sábado 7 a las 20.
Un cuarto propio
-¿Cómo hacés para grabar todos los instrumentos de tus discos vos misma?
-Qué sé yo, es lo que sé hacer. Y es lo que más disfruto. Hay gente que compone con la computadora, otra con la guitarra y después quizás lleva la canción a una banda y se orquesta. Yo necesito tocar todos los instrumentos para entender dónde están la canción y la producción. A veces puedo arrancar desde un ritmo, después tirar la melodía con la voz, después meter la armonía de los otros instrumentos, pero necesito tocar. Desde ahí se me van armando las ideas. Como empecé a tocar de muy chica todo, me resulta muy fácil el lenguaje. El lugar de solista es donde puedo permitirme hacer eso sin romperle las bolas a nadie o decirles a los demás qué es lo que tienen que hacer. Es como mi cuarto propio. Hago lo que quiero. Después, en la casa compartida tenemos las reglas y todo.
-Te costó mucho encontrar este cuarto propio. ¿Por qué?
-Varias cosas. Siempre fui un jugador que funcionó con otros, acompañando a alguien o formando parte de un proyecto o banda. Necesitaba el lugar de solista pero había algo del ego que no tenía bien resuelto. Sentía que no daba, que no tenía el cuero para eso, que no tenía las canciones, que había que decir algo súper serio e importante, entonces me parecía imposible. A la vez, me generaba mucha infelicidad no tener ese espacio. Hoy hay una bajada bastante del yo, desde el lugar de que vos sos lo importante. Una bajada individual... me voy a ir al carajo... al nivel del capitalismo, y la gente está reacia a hacer proyectos colectivos. Todo este matete me hacía creer que tener un proyecto solista era tener el ego mal trabajado. Re enroscada, ¿no? (risas).
-¿Y cómo lo resolviste?
-No fue tan fácil: canté una vez en vivo unos temas y la pasé re mal. No fue como en las pelis, que el personaje canta y todos cantan a la vez, y todo se ilumina. No me salió la voz. Pero volví a hacerlo y también la pasé mal. Y volví a hacerlo y volví a hacerlo hasta que encontré el lugar. Igual soy más bicho de estudio, entonces empecé más que nada grabando los temas. Así pude generar mi universo sonoro sin tener que aplicar democracia con otras personas. Una mezcla de una cosa más dictatorial pero anárquica a la vez.
-¿Y cómo es el pasaje de un disco entero en el que tocás todo a una banda?
-Elijo tocar con gente muy cercana a mí a nivel vincular y entendí que el vivo es otra cosa. Que lo enroscado que puedo encontrar en el estudio es muy personal y cuando lo traspasás a otras personas a veces no tiene sentido. Que la otra persona entienda, no sé, el rulo ese de la bata... no tiene sentido. Tiene mucho más sentido cuando las personas aportan su color musical. Está bueno cuando escuchás un disco, vas a verlo en vivo y hay otra cosa, un elemento más sanguíneo. Me lo tomo con paciencia porque es un equilibrio entre lo que necesito que suene y lo que la gente aporta.
-¿Con qué te venís encontrando en los ensayos?
-Me di cuenta de que es un disco muy gimnástico, muy al palo. Hay temas muy rápidos, y es un desafío hacerlo sonar porque tiene una búsqueda muy puntillosa en el audio y en vivo hay que buscar otra cosa: que sea más rockero desde la interpretación. En Niceto estos temas van a sonar por primera vez en vivo. Es muy el debut. De la banda, del disco, de muchas cosas.
Los accidentes
-¿Tenés una determinada forma de componer o cada canción nace a su modo?
-No tengo ningún método de nada. Siempre conversamos con Paula Maffia sobre los procesos creativos. Ella tiene una cosa de composición más de oficio, métodos; de hecho da cursos de eso. Yo espero la señal, que baja y me llega la canción. Otro lugar es tocar los instrumentos; a veces es desde el humor, digo una cosa medio en chiste, me gustó la frase, la repito pero cantando. En este disco hay dos o tres canciones que son o un mensaje de audio o una storie que me gustó. Cosas que me filmé en la pandemia y dije "esto está bueno, adentro" (risas).
-Los tuyos son dos discos totalmente distintos. ¿Lo sentís así?
-Hace mucho que no escucho el primero. Siento que es más íntimo. Había un corazón roto ahí, desde el audio había una búsqueda y una propuesta pero era un poco más espontáneo. Estaba pensado pero era más desde el corazón. Este tiene mucha más neurosis desde las letras y la producción, y no siento que sea tan íntimo. Tiene un poco más de bronca. Y siento que con el audio quise hacer una apuesta, darle una presencia más fuerte. Es más punk, menos enroscado, más directo, más crudo. Pero siento que es un disco que si no me enroscaba en la adolescencia o más de joven con todo eso del ego, podría haberlo hecho en esa época. Tiene una cosa medio adolescente. Podía haber sido anterior al primero. Pero lo veo a mano del anterior. Sé que es distinto pero a la vez también me gusta que sea distinto.
-Da una perspectiva de que no te estás repitiendo.
-Bueno, es re difícil el segundo disco. Sólo tenés la comparación del primero. Es letal. El primero tiene varias cosas a favor: lo estás componiendo desde que naciste, básicamente. Nadie está esperándolo, nadie sabe que estás haciendo un disco. Para el segundo hay una expectativa, que en realidad es mi propia expectativa de si va a estar bueno o no... También me encontré un poco trabada sobre qué hablar, después de la pandemia. Ya no había un corazón roto, entonces era más complejo. Estoy contenta, pero fue difícil salirme del loop de "qué difícil es hacer un segundo disco". Me re enrosco con mis obras, mi música, mi hacer, pero también me doy cuenta de que es un poco el juego. También fue difícil en el sentido de qué decir...
-¿El concepto?
-Sí, pero pasa algo re peligroso con esa palabra. Muchas veces quedás medio atrapado en el concepto o te cerrás a otras posibilidades porque hay que seguirlo. Para mí es al revés: el concepto tiene que trabajar para mí, venir atrás mío, y en algún punto decir "ok, estamos todos adentro". Muchas veces quedás medio atrapado en eso y te perdés de cosas que pueden aparecer alrededor. El primer disco y este tienen mucho de esto. De hecho, el nombre del disco es un error de tipeo. Me pareció un re buen nombre, y me gustó como apareció. Venía en esa, no sabía qué nombre ponerle y no le podía poner "Lucy Patané 2". Ciertos arreglos e ideas... todo aparece desde el error. Al principio empezó a aparecer esta cosa como más punk y percibí que estaba entrando en un concepto de disco punk. Sentí que eso me iba a encerrar y lo desarmé. En un principio iba hacia un sonido más setentoso, me conseguí unos equipos y guitarras específicas para eso, y después sentí que estaba quedando muy dentro de un concepto. Fuimos rompiendo eso y buscando otros elementos, como los más electrónicos, a los que tenía ganas de acercarme, y de repente aparecieron las cuerdas en dos temas, de repente unos temas un poco más acústicos que tenían una densidad que podía coincidir con el audio y el tema de cuando era chiquita cierra un poco todo el concepto.
-Es ecléctica la propuesta.
-Sí, pero a la vez se puede decir que es un disco de rock. Lleva mucho enrosque ir encontrando el disco. Vas encontrándolo, amasando, empieza a tener su propia vida y lenguaje, empezás a seguirlo, y de repente sale con todas las plumas y está hecho. El proceso es muy hermoso pero también muy fuerte. No doloroso pero es un montón de repente: de la nada crear algo así. Es una entrega re fuerte.
Lo caro de la libertad
-Lo definiste, también, como un disco de protesta.
-Sí, pero de protesta cotidiana. Es re pospandémico. No quiere decir que todas las canciones nacieron ahí, hace un año: hay cosas más viejas, loops, ritmos que tienen más de diez años. Hay un riff de cuando tenía 13 (en "Vecindario"), que tenía grabado en un casete. Es un recauchute de todo pero con la energía de ahora.
-El disco dialoga fuertemente con este momento social. ¿Lo sentís así, hijo de su época? Muchas canciones hablan de plata cuando todos estamos hablando de eso.
-Cuando había un par de cosas que tenían ya palabras o letras yo pensaba que este disco no hablaba de nada, pero me decían "re está hablando de algo". El anterior tiene una cosa más cinematográfica, metafórica, mucho más volada. Me costó encontrarme en una lírica más cruda. También me doy cuenta de que es un disco de una persona adulta. Por eso la guita, las deudas... no es que hablo literalmente de los trámites: hablo del sistema. No voy a forzar hablar de otra cosa si me está saliendo hablar de plata. Cuando salió, la gente empezó a escribirme y me di cuenta de que estaba en esta también. ¿A quién hoy no lo atraviesa hacer un puto trámite? ¿Quién diseñó la pagina de AFIP? Hay que ir a buscar a esa persona (risas). Todo eso me quita mucha energía para hacer música. Entonces decidí incluirlo.
-¿Y por qué creés que te salió hablar de la plata?
-Es el medio activo, la moneda, el medio de pago por el cual obtenemos o dejamos de obtener cosas, incluso básicas. Es lo que se tiene, no se tiene, lo que falta o no en este sistema. Hace un tiempo que estoy sintiendo que el sistema no funciona. Obviamente, me van a tildar de zurda, socialista, comunista; pero no cierra, no entramos todos. La plata, que es con lo que estamos todo el tiempo en contacto y pensando en eso -cómo la conseguimos, en qué la invertimos, si está bien gastar, quién me debe, a quién le debo- está bastante presente. Me parece re poco sexy hablar de la plata, poco poético; justamente es lo que nos quita la poesía, lo sensual que puede ser la vida, entonces me dieron ganas de hablar de eso. No me lo propuse: lo veo ahora con el diario del lunes.
El rock como actitud
-¿Qué pensás cuando se habla de que el rock no existe más?
-Hay toda una pregunta alrededor del rock como si no se lo soltara o como si se lo quisiera retener de la misma forma en que fue concebido. El otro día escuchaba una entrevista a Melero, que decía que el rock había aparecido en cierto momento como respuesta a cierto conservadurismo, y que una vez que eso está establecido, deja de ser una respuesta o postura rebelde. Ahora capaz que pasa por otro lado, por cierta actitud. El disco lo siento rockero al margen de su sonido. Tiene una pulsión bastante enérgica y rompe con ciertas estructuras, entonces en algún punto puede ganarse su título de rock, pero ya con la palabra súper lavada con mucho detergente. Hace muchos años vi a Liliana Herrero en vivo y me pareció súper punk. Y no estaba tocando con distorsión y campera de cuero. Mi disco intenta no ser tan respetuoso a la hora de cómo se encara la música, incluso de cómo se encara hoy el rock.
El trabajo de la música
-Si los trámites quitan la energía para hacer música, ¿qué cosas te la inyectan por fuera de ella misma?
-Es difícil porque es un trabajo bastante 24 horas. No es solamente hago una canción. Son los mails con mi manager, la gente que trabaja conmigo, los posteos, los diseños de flyers, el armado del dossier, hablar con la gente que hace las remeras. Es un trabajo gigante, como una pyme, que no tiene ningún sentido pero es muy hermoso y genera trabajo para un montón de gente. Si puedo desconectarme, me gusta viajar, ir a un pueblo de Buenos Aires y comerme un salame en la pulpería. Pero por lo general estoy bastante sumergida en el trabajo de la música. Muchas veces estás quemada de eso pero a la vez también decís "tengo que estar agradecida porque estoy haciendo lo que quiero". La falla de este sistema también se mete ahí. Estamos haciendo todos un montón de tareas. El multitasking pareciera ser una virtud pero para mí es un mal. En Latinoamérica somos el máximo del multitasking. En otros lugares no está esta forma de vida. Me cuesta un poco la desconexión, pero busco escapes, como consumir otro tipo de obra, por ejemplo ir al teatro.