Tempus fugit                                              8 puntos

Argentina/España, 2024.

Dirección, guion y fotografía: Luciana Terribili.

Textos: Camilo Cena Terribili.

Montaje: Pablo Rabe.

Duración: 93 minutos.

Estreno: cine Incaa-Gaumont exclusivamente.

Pocos documentales son capaces de dar cuenta del tiempo que vuela y huye como lo hace Tempus fugit, de la realizadora argentina Luciana Terribili, conmovedor retrato de su hijo Camilo. Rodada a lo largo de 18 años, entre 2004 y 2022, la película convierte al tiempo en materia poética y reivindica del cine su capacidad de hacer pensar y sentir sin que ambas acciones se conviertan en extremos antitéticos. Por el contrario, se diría que en la constante dialéctica del film los pensamientos se vuelven emociones y las emociones pensamientos, en una amalgama de una rara, áspera belleza.

Tempus fugit es una película sin duda exigente, pero no lo es porque Camilo sufra una enfermedad muscular que lo tiene cautivo en una silla de ruedas. No hay el más mínimo atisbo de extorsión sentimental en el film, que jamás hace de la enfermedad su centro. Su exigencia proviene de un montaje no lineal, que desafía la crasa cronología, y de un relato que rechaza la clásica estructura aristotélica para ir construyendo, en cambio, un mosaico, una serie de relaciones que piden un espectador atento, activo, que contribuya a darle sentido a la película.

Camilo niño, Camilo adolescente, Camilo joven conviven constantemente en un film que va tejiendo su trama a partir de sus propias reflexiones y textos, siempre críticos y cuestionadores del orden político y social. Hay una complicidad lúdica que se va construyendo entre la realizadora y el protagonista, que no es sin embargo una figura excluyente. Poco a poco, van surgiendo también las presencias de la hermana menor de Camilo, del padre de ambos, y de un par de amigos de la familia, uno mayor a quien Camilo desafía como ajedrecista y otro de su misma edad, con quien comparte charlas en las que no siempre coinciden en la visión del mundo. “Tres mil años de filosofía, ¡a la mierda!”, le suelta Camilo a Luis cuando éste se deja seducir por la idea tan en boga de que “para ser libre tienes que ser rico”.

Con un pudor poco habitual, la realizadora se mantiene casi siempre fuera de campo, pero al mismo tiempo, al ser ella quien lee en off muchos de los textos de Camilo, se produce allí una potente simbiosis, como si por momentos una y otro fueran el mismo. La poética del film de Terribili (quien junto con su hermana Melina habían realizado en 2014 el documental Un día gris, un día azul, igual al mar) permite también incorporar no sólo elementos oníricos –la luna, la noche, el silencio- sino también registros extrañados de la cotidianeidad de Granada, desde una impresionante procesión religiosa en Semana Santa –al ritmo de atormentadas cornetas y tambores- hasta una feria popular donde los inmigrantes parecen mayoría.

Hay una urdimbre sutil en Tempus fugit que va trenzando sus redes para que estos materiales diversos formen parte del todo de una manera orgánica, sin por ello resignar un lirismo seco, austero, sin concesiones. “Sostengo que mi relación con el tiempo es el dolor”, dice Camilo a través de la voz en off de Luciana, mientras un Cristo martirizado avanza tambaleante en la noche granadina. Pero a continuación prosigue: “Y mi relación con el movimiento es el deporte. Mi primer enemigo es la mente. Te fustiga y se transforma en un monstruo...” De esos contrastes está hecha la bella materia sensible de Tempus fugit.