KILL – MASACRE EN EL TREN 6 puntos
(Kill; India/Estados Unidos, 2023)
Dirección y guion: Nikhil Nagesh Bhat.
Duración: 105 minutos.
Intérpretes: Lakshya, Raghav Juyal, Tanya Maniktala, Abhishek Chauhan.
Estreno en salas de cine.
No hay nada ambiguo o sutil en Kill – Masacre en el tren. Ni en la película en sí, un relato de superacción indio diseñado desde la gestación para cruzar las fronteras de su país, el mayor productor cinematográfico del mundo, ni en su título. En ese sentido, el largometraje de Nikhil Nagesh Bhat se asemeja sólo en parte a la arquetípica producción en idioma hindi –allí están los fuertes rasgos del melodrama, en fondo y forma–, ya que sus raíces narrativas están enterradas profundamente en los mecanismos del cine de artes marciales más extremo. Claro que aquí no hay kung fu u otra rama marcial reconocible, aunque las coreografías son herederas indirectas del subgénero practicado en el Sudeste Asiático, con Tailandia e Indonesia a la cabeza. La joven estrella de la televisión y el cine indios Lakshya encarna con temple de tótem cinematográfico –un físico duro envolviendo un corazón tierno– a Amrit, soldado de elite embarcado en el mismo tren a Nueva Delhi que su amada Tulika, la hija de un potentado que, como suele ocurrir en tantos dramas y comedias made in Bollywood, está prometida a otro hombre de mejor alcurnia y cuenta bancaria abultada.
Por esas cosas del guion, sin las cuales no existiría película, en el mismo convoy se sube una familia extendida de criminales con la intención de cometer un robo masivo. Pero cuando el jefe de los malvivientes descubre la presencia del magnate el plan toma un nuevo cariz. Ni hablar cuando Amrit cae en la cuenta de lo que está sucediendo: allí arranca la maratón de piñas, patadas y golpes con toda clase de objetos que ocupa la primera mitad de Kill, siempre con el ferrocarril en marcha y sin posibilidad de escape de esos dos o tres vagones contiguos que son el marco para el enfrentamiento de unos con otros (el héroe viaja con un amigo, también soldado). Ese espacio reducido habilita la imaginación para las múltiples escenas de lucha, que por momentos no dejan lugar al respiro. Nikhil Nagesh Bhat sabe utilizar los recursos de la puesta en escena y el montaje para construir un relato que es pura fisicidad y movimiento.
El film parece encaminarse hacia una repetición ad nauseam del mismo esquema, pero de pronto ocurre algo inesperado y ciertamente doloroso para el protagonista. Es recién entonces, en la mitad de la proyección, cuando las cuatro letras del título aparecen en pantalla, y el cuidado que Amrit tenía para con sus enemigos –neutralizarlos sin matarlos– muta en una cacería sin retrocesos ni perdones: cuando más daño se pueda infligir, de la mutilación a la muerte, mejor aún. La película propone algo “polémico” y divertido, permitiendo la posibilidad de que Amrit se transforme en una suerte de monstruo de rasgos humanos (hay una escena que juega precisamente con el género del terror slasher) y el espectador sienta un poquito –al menos durante unos minutos– de simpatía por los ladrones, esos tíos, sobrinos, padres e hijos que comienzan a caer como moscas ante el imparable e indestructible protagonista. Al final vuelve el melodrama más exacerbado y un plano final vergonzoso, pero quién le quita al espectador el baile más sangriento del cine de acción cosecha 2023.