Dos décadas y media atrás, casi en el pliegue de los dos milenios, nació Las Bordonas. Han pasado entre entonces y hoy, no solo siete discos –entre ellos, Alta Gama, junto a Alberto Podestá-, sino presencia en casi todo el país, y en diez giras europeas, con escalas en varios de los festivales internacionales de tango más importantes del orbe. “Mantener una agrupación durante tantos años, hoy, es un acto revolucionario”, asegura el cantor Nacho Cedrún. Lo de revolucionario es porque, claro, el individualismo imperante está impregnando espacios culturales otrora impensados, y hay que tener altas dosis de amor –hacia el otro, y por lo que se hace-, además de compartir una búsqueda artística común para contrarrestarlo.
Vaya si hay motivos pues para festejar tamaña vigencia –y coherencia- a través de un concierto que ya tiene día (viernes 6 de setiembre), hora (21), lugar (Café Berlín, Av San Martín 6656) e intención: recorrer en un par de horas el entramado de milongas, valses criollos y tangos que el grupo transita desde su hora cero. Esto es, un repertorio poblado de piezas desde el disco debut (Manifiesto), y Tiempo milonguero, el séptimo y último a la fecha. “Igual, más allá de esto, en nuestros conciertos siempre aparecen obras que no grabamos y que no solemos tocar en todos los shows. Me refiero a un espacio de cierta improvisación, donde nos gusta adentrarnos en canciones que no hemos transitado siempre, porque en toda nuestra vida musical nos gustó la idea de no caer solo en el repertorio clásico del género. Nos atrae navegar esas otras aguas y buscar ese repertorio casi olvidado”, agrega Cedrún.
El cantante se refiere a temas que la agrupación ha sacado del arcón del olvido como “Canción del carretero”, del pianista Carlos López Buchardo; “Noche de abril”, de Discépolo, o “Morena Pilar”, aquella milonga “negra” que Edmundo Rivero grabó en Coplas del viejo almacén. Todo, por supuesto, inserto en la línea guitarrera que allende los años supo orbitar en torno a las voces de Corsini, Magaldi, Nelly Omar, o Gardel. “Nos gusta entrar ahí, donde la textura de las cuerdas con espíritu guitarrero se convierte en el paisaje donde se desarrolla la historia en manos de la voz del cantor”, se expide ahora Javier Amoretti, compositor, guitarrista y director musical de Las Bordonas.
-¿Siempre lo prefieren así, “chapados” a la antigua?
Javier Amoretti: -Bueno, a ver, si bien la sonoridad de las guitarras tiene influencias inevitables de casi un siglo de nuevas formas dentro y fuera del género, nosotros mantenemos el carácter de aquellas antiguas formaciones de guitarras, donde la estética respondía a una combinación de lenguaje rural y urbano, debida centralmente a la influencia de los payadores y de los primeros guitarristas de tango, que luego fue extendiéndose hasta la escuela de grandes exponentes que, como Roberto Grela, terminaron de definir una sonoridad particular.
-Volviendo al paso del tiempo y sus circunstancias: ¿Cómo ha cambiado la escena tanguera desde que el grupo nació y hoy?
Nacho Cedrún: -Cuando empezamos nosotros, aún quedaban algunos exponentes de la etapa de oro del tango y otros de décadas posteriores que habían sobrevivido, pero había muy pocas formaciones nuevas. Luego comenzaron a surgir, dentro de la juventud, nuevas agrupaciones interesadas en continuar este legado musical.
J. A.: -También digamos que durante estos 25 años sentimos que de a poco se volvió a poblar la escena tanguera conjuntamente con el mundo de la danza, y hoy podemos ver que el tango está presente en todo el mundo, a través de distintas formas y estéticas, pero en todos los casos, desde una búsqueda más genuina, con una energía renovada, y con una juventud interesada comprometida con la cultura y nuestro tango.
-¿Cómo fueron ustedes adecuándose a tales cambios de contexto?
J. A.: -Con el foco puesto en la estética de los grupos de guitarras con cantor nacional y, si bien mantenemos esa línea, fuimos encontrando nuestra personalidad mediante algunos elementos como el hecho de incorporar percusión con parches en las milongas, y de alguna forma abrirnos un poco a un color más rioplatense, combinando sonoridades negras con nuestra propuesta inicial.
N. C.: -Un claro ejemplo de esto es el disco que tuvimos el honor de grabar junto a Alberto Podestá en 2012, en el que creemos que se ve reflejada esta búsqueda.
J. A: -O en nuestro último disco, Tiempo milonguero, donde nos acercamos al mundo de los bailarines, tratando de mantener siempre nuestra esencia.
-¿Qué hay del sucesor de Tiempo Milonguero, si es que hay?
N. C.: -Por ahora, estamos pensando y terminando de decidir hacia dónde queremos ir. Nos entusiasma la idea de grabar obras de autores contemporáneos, pero también nos surgen ganas de algún disco conceptual, sobre todo interpretar la obra de algún autor en particular, cosa que nunca hicimos.