El 2 de septiembre se cumplieron 4 años del crimen de María Carmen y Lilian Mariana Villalba, niñas de once y doce años en ese momento, nacidas en Argentina, asesinadas por las Fuerzas de Tarea Conjunta de Paraguay (Policía y Ejército). Una fecha que nos conmueve siempre, por la persistencia de la crueldad exhibida con claridad durante el juicio contra la mamá de María Carmen, Laura Villalba, quien acaba de ser condenada a 31 años de prisión, en una causa armada precisamente para eso: para tener a una de las principales testigos del crimen de las niñas entre rejas.
Escribo estas líneas para intentar aportar a desmontar las líneas de criminalización y estigmatización, que desde los medios hegemónicos de comunicación se realizan para demonizar a la familia Villalba, y así naturalizar un régimen de prisión, tortura, muerte, que las involucra a todas y todos sus integrantes, incluídas las niñas, y la abuela Mariana, de más de 82 años.
Lilian Mariana y María Carmen, que vivían en Misiones, Argentina, fueron a conocer a sus padres, integrantes del Ejército del Pueblo Paraguayo, en diciembre de 2019. Quedaron imposibilitadas de salir por la pandemia, en marzo de 2020, y siendo detectadas por las FTC, fueron asesinadas con crueldad. El presidente paraguayo de entonces, Mario Abdó Benítez, quiso presentarlas como “falsos positivos”, informando que era un logro del Ejercito que habían sido abatidos en combate, importantes jefes guerrilleros. Ahora sabemos que dos niñas de 11 y 12, fueron capturadas con vida, torturadas y asesinadas.
Imaginemos ahora, solo por un momento, el dolor que puede sentir Laura, quien recibió pocos días atrás una condena aberrante, de 31 años de prisión, acusada falsamente de ser “la enfermera del EPP – Ejército del Pueblo Paraguayo”, cuando se acerca la fecha del crimen de su hija, de su sobrina, y de la desaparición de Lichita, a quien ella estaba buscando afanosamente en el momento de su detención. Con esos duelos encima, más la distancia de sus otros cuatro hijos e hijas, y la preocupación por su seguridad, ya que en abril de este año Patricia Bullrich activó la persecución de la familia Villalba en Argentina, Laura tuvo que soportar un nuevo allanamiento de su celda (había vivido otro meses atrás, cuando con violencia le cortaron un mechón de pelo sin su consentimiento, argumentando que era para hacerle el ADN, ya que negaban que María Carmen fuera su hija).
Laura sufrió muchas vejaciones desde su detención, y asistió a un juicio en el que los testigos contra ella, eran los mismos policías y militares que participaron de los operativos en los que se mataron a las niñas. Realmente subleva hasta al sentido común, las modalidades de crueldad de la justicia paraguaya.
¿Qué castigan en Laura? El ser parte de una familia paraguaya revolucionaria, que no baja la vista frente a los poderosos. La castigan por acompañar a las niñas a conocer a sus padres. En estos tiempos en los que se intentan romper todos los vínculos afectivos y solidarios, el gesto de Laura, de maternar a sus hijas, hijos, y a las hijas e hijos de su hermana presa, fue brutalmente descalificado desde la justicia, los medios de comunicación hegemónicos, y el poder patriarcal.
En el caso de Carmen Villalba, este nuevo acto de violencia, se realiza cuando ya ha cumplido su prisión, que se extendió por 17 años, habiendo pasado en ese proceso por el crimen de su hijito Néstor, de 14 años, asesinado en Formosa en 2010. Como sucedió en otras dictaduras, incluso en la última dictadura militar en Argentina, la violencia contra los niños y niñas, es un modo de extorsionar a las familias para doblegarlas.
El procedimiento sigue siendo sorprendente, en su violación a todos los derechos humanos. Alrededor de las 19 hs. ingresó la jefa del penal y un hombre encapuchado a la celda de Carmen, y comenzaron a golpearla. Cuando sus compañeras trataron de detenerlos, también recibieron golpes. Carmen hizo esta denuncia frente al Mecanismo de Prevención de la Tortura de Paraguay, e hizo llegar sus palabras dignas a las compañeras presas y a quienes se solidarizan con ellas: “Me cayeron de sorpresa. Cuatro guardias me agarraron con la intención de tirarme al suelo, pude sostenerme de pie y pelear como pude, con mis dientes, con patadas, gritando a mis compañeras porque me arrinconaron en el fondo del pabellón. Cuando me estaban ahogando, porque me apretaban para tirarme al piso, fue increíble, las compañeras atropellaron para auxiliarme. Ahí aflojaron un poco. Lo que no me había percatado era que mis compañeras de pabellón venían dando peleas para evitar que ingresen más guardias para aislarme. Una vez más pudimos defendernos entre compañeras. Es hermoso ver y sentir cómo ahí, en el peor agujero de la represión, hay mujeres solidarias, pese a que no son militantes.”
Paraguay, como otros territorios de nuestro Abya Yala, está lleno de cicatrices. En el reino del revés, el crimen de las niñas, después de cuatro años, sigue en la impunidad. Ni siquiera se presenta una investigación sobre lo sucedido, como fue reclamado por los abogados de la defensa de Laura Villalba en los dos juicios. ¿Están presos los asesinos después de 4 años? ¿Están siendo juzgados? La unica persona presa por este crimen es la mamá de una de las niñas. La mamá de la otra niña asesinada, Myriam, es requerida por la llamada justicia del Paraguay, con el apoyo de Patricia Bullrich y los vulgares celebradores de la muerte que se encuentran hoy en el gobierno argentino.
En el reino del revés, las víctimas son presentadas como victimarias, y los criminales dan testimonio, desde su impunidad, acusando a la mamá de una de las niñas, como si fuera parte de un grupo guerrillero al que jamás perteneció. No es verdad, que la realidad se la puede cambiar solo a través de mentiras, pero las mentiras están desarmando el mundo de la palabra reconocida como fuerza de representación de la vida.
Concluye Carmen Villalba: “Situaciones como éstas no hacen más que reafirmar mi espíritu y disposición de lucha. Seguir peleando por Lichita. Buscan desactivar y destruir la lucha por Lichita, por las niñas, contra la prisión política. Iré buscando la forma para seguir teniendo presencia en la campaña. Cada vez me hacen más difícil, pero será solamente para superar los obstáculos, para encontrar cómo resolver. Seguiremos caminando este duro andar en lucha. Gracias por estar, por apoyar y seguir acompañando la lucha por la aparición con vida de Lichita. Abrazo grande a todas y todos, la lucha continúa”.
Unas últimas palabras: por más golpes que estamos recibiendo, por más dolores y cicatrices, la solidaridad internacionalista es necesaria para enfrentar la pedagogía de la crueldad, con la experiencia vital del acuerpamiento, para que ninguna compañera viva el absurdo de la soledad. No estamos todas. Faltan las presas.