Estados Unidos votará el próximo 5 de noviembre al sucesor de Joe Biden. En carrera están Kamala Harris y Donald Trump. A la par del presidente se votará, como sucede cada dos años, la renovación total de las 435 bancas de la Cámara de Representantes, el equivalente de los diputados en la Argentina; y además se votará un tercio del Senado, que tiene cien miembros.

El sistema electoral no es de votación directa, sino indirecta o de segundo grado. Rige el sistema del Colegio Electoral, con lo que en rigor no es una elección, sino cincuenta elecciones, una por cada estado. Cada distrito pone en juego un número determinado de electores. Quien más votos saca se lleva todos los electores. Terminada la jornada electoral se suman los electores que obtuvo cada candidato.

El Colegio Electoral tiene 538 integrantes, con lo que se precisan 270, como mínimo, para ganar la Presidencia. La cantidad de electores de cada estado está dada por la representación parlamentaria. Así, un Estado aporta como electores un número igual al de sus representantes en la Cámara baja y dos más por sus senadores (los representantes varían según la población del estado, pero cada distrito tiene siempre dos senadores). Además, se suman tres electores por el Distrito de Columbia. 

California es el estado más numeroso en electores, con 55. Le sigue Texas con 38. Luego vienen Florida y Nueva York con 29, Pensilviana e Illinois con 20, Ohio con 18, Georgia y Michigan con 16, Carolina del Norte con 15, Nueva Jersey con 14, Virginia con 13, Washington con 12, Massachussets, Indiana, Tennessee y Arizona con 11, y Maryland, Wisconsin, Minnesota y Misuri con 10. Los otros 29 estados reparten entre 9 y 3 electores. 

Ganar cuando se pierde

Si un candidato ganara en todos los estados que más reparten, desde los 55 de California hasta los 14 de Nueva Jersey, ya tendría los 270 votos para ser electo presidente. Es decir, ganando once estados de cincuenta, en lo que sería el caso más extremo

En la realidad, el voto es más repartido, pero puede darse el caso de que un candidato se imponga en el Colegio Electoral sin haber ganado en el voto popular. Es lo que pasó en 2016. Hillary Clinton obtuvo 65,8 millones de votos contra 62,9 de Donald Trump. Pese a los casi tres millones de votos de diferencia, el magnate republicano cosechó 304 electores, 34 más de los necesarios. Mucho más ajustado, en 2000, George W. Bush perdió en votos, pero ganó en el Colegio Electoral en un final cerrado al asegurarse Florida en una elección judicializada.

En ese 2016, Trump ganó en treinta estados. Fue clave que se impusiera en Texas, Florida y Pensilvania.  Cuatro años más tarde, este último estado fue determinante para la victoria de Biden

Los "swing state", estados clave

Lo cual lleva a analizar que hay estados que mantienen un voto fiel a los demócratas, sobre todo en California y la costa este, y a los republicanos (Texas y los estados del centro y sur del país); y que se distingue un grupo de estados que puede oscilar según la elección. Los llamados "swing state". Por ejemplo, Ohio es un estado importante, pero suele haber alternancia y en su caso hay una ley de hierro: ningún candidato republicano llegó a la Casa Blanca sin los votos de Ohio en el Colegio Electoral. 

Quizás por ello, y para reforzar, Trump lleva como vice a J. D. Vance, senador por ese estado. A su vez, Harris apuesta por Tim Walz, gobernador de Minnesota, un estado oscilante y con fuerte componente de voto rural

Imprevisibilidad

Otro caso que muestra lo imprevisible del sistema es la elección de 1960, entre John Kennedy y Richard Nixon. Votaron casi 69 millones de personas y Kennedy ganó por 112 mil votos. Se impuso en cuatro estados menos estados que su rival, pero logró 303 electores contra 219.

En el otro extremo, Nixon fue reelecto de manera aplastante en 1972. Le sacó 18 millones de votos a George McGovern y ganó en 49 estados. Se quedó con 520 de los 538 electores. Ronald Reagan obtuvo su reelección en 1984 con cifras similares: logró una diferencia de 17 millones ante Walter Mondale, se impuso en 49 estados y logró 525 electores.

De hecho, después de la paliza de 1984, los republicanos no volvieron a ganar en Hawaii, Massachusetts, Nueva York, Oregón, Rhode Island y Washington. Y arrastran el hecho de que, en este siglo, solamente ganaron en votos y en el Colegio Electoral en 2004, cuando la reelección de Bush hijo. Cuatro años antes y en las elecciones de 2016, Bush Jr. y Trump arribaron a la Casa Blanca sin haber ganado en el voto popular.

La renovación del Congreso

A nivel legislativo, los demócratas tienen 51 senadores y los republicanos, 49. Así que la renovación del tercio correspondiente puede deparar mayoría para cualquiera de los dos partidos

En la Cámara baja, que se renueva por completo, hay 222 bancas de los republicanos y 212 de los demócratas. 

Así las cosas, se trata de un escenario dinámico, en el que hay que ver 50 distritos, con finales reñidos en algunos de ellos y encima sin voto obligatorio. El triunfo electoral queda legalmente establecido en una sesión del Congreso. En la última ocasión, durante esa sesión para consagrar la fórmula Biden-Harris, se produjo la toma del Capitolio. Delicias de la mayor democracia del mundo.