En el fenómeno de los incels, esos varones jóvenes supremacistas y “célibes involuntarios” que hoy constituyen la mayor cybercomunidad del mundo, que intercambian odio e incitación a la violencia directa contra las mujeres y contra los varones que tienen éxito con las mujeres, se pueden leer muchas cosas. Entre otras, mecanismos de dominación a través de mecanismos de extravío.

Esta semana, la facultad de Ciencias Exactas informó el resultado de su investigación interna sobre la amenaza que provocó la suspensión de una fiesta el fin de semana pasado. El mensaje intimidante había salido de un grupo incel que incluía a alumnos de esa facultad. Quiero decir: no es el único grupo incel en la Argentina pero sí el primero conocido por una acción directa. La amenaza decía esto: “Voy a ir a la fiesta de Exactas con una escopeta. Esto no es un chiste. Tengo una escopeta y la voy a usar en la fiesta de Exactas. Vayan si tienen huevos”.

Una joven canadiense llamada Alana, en 1993, inició un blog llamado así, Incels, que se convirtió rápidamente en un éxito. Su primer posteo fue “Tengo 27 años y nunca tuve una cita”. Destapó una olla: la de las miles de jóvenes que no experimentan la vida de acuerdo a lo que la cultura dominante demanda --muy bajas, muy altas, muy flacas, muy gordas, muy tímidas, muy rechazadas desde la infancia por cuestiones estéticas--, que se volcaron a contar sus tristezas.

Pero lo que fue desahogo y contención en los 90, cuando globalmente pero especialmente en la Argentina menemista los parámetros estéticos del poder eran el plástico, las tetas hechas, las narices iguales, las extensiones, lo dorado, viró a lo largo de estos veinte años de manera radical. La propia Alana lo dejó claro cuando se desvinculó públicamente de ese término, porque ya no significaba contención, sino odio.

En una nota publicada en 2018 en Los Angeles Times, cuando el fenómeno incel ya era una preocupación pública porque habían tenido lugar masacres y asesinatos por parte de miembros de esos grupos, Hailey Branson Potts y Richard Winton publicaron un exhaustivo fresco del sórdido mundo incel. Comienzan contando quién fue la inspiración de estos varones jóvenes que brotan como hongos venenosos y son una evidencia de que una gran fuente del odio es la libido desviada u obstruida.

Ese referente es Elliot Rodger. Era solitario, acomplejado, hablaba de sí mismo como “un supremo caballero”, pero estaba furioso por su virginidad. Tenía 22 años. Se pasaba el día en sus grupos de internet. Fue quien inauguró la teoría de que quien le provocaba sufrimiento debía pagar, que todo rechazo de una mujer es una agresión, y que los varones que logran seducirlas (los llaman Chads) son los que los dejan a ellos sin su cuota “natural” de mujeres.

Cuatro años después de que Elliot Rodger asesinara a seis personas e hiriera a más de diez, atropelládolas, fue canonizado en el mundo incel: los grupos de todo el mundo le rinden tributo a su memoria.

Entre los seguidores de Rodger estaba, en Toronto, Alek Minassian, de 25 años, que también arrojó su camioneta contra una multitud, asesinando a diez personas e hiriendo a diecisiete.

Minutos antes de la masacre, Minassian, un exrecluta militar, escribió en su perfil de Facebook su último mensaje: “El soldado (recluta) de Infantería Minassian 00010 desea hablar con el sargento 4chan, por favor. ¡La rebelión de los incel ya ha comenzado!”

El 4chan al que se refería es uno de los grupos más agresivos de la cybercomunidad incel. Según ellos, nazis declarados, el sexo es un derecho básico para todos los varones que no les puede ser negado. Las mujeres que los rechazan están cometiendo un delito según su propia lógica. Y los Chads, esos otros varones empáticos, seductores, amigables, que eligen las mujeres, son saqueadores de lo que les corresponde por “naturaleza” y merecen la misma violencia que las mujeres.

Como vemos y en ajustado resumen, estos resentidos funcionales al sistema son la evidencia de que el sistema capitalista en su versión neonazi ha logrado que el odio se dispare en un doble movimiento hacia las mujeres y hacia los varones que son capaces de verlos como son. La razón de sus males nunca son los ricos ni el sistema, sino las otras personas.

El debate actual en el mundo es si son o no grupos terroristas. Todos sin excepción ejercen violencia simbólica e instigan a la violencia y al abuso. De esos grupos, de 2018 hasta hoy, han salido terroristas que asesinaron a más de 50 personas.

Ya es hora de que nos preguntemos a qué horror le estamos diciendo libertad. No es nuevo ni original, basta recordar “la revolución libertadora”. Con la libertad se han embanderado los mayores monstruos de la historia, igual que los grandes héroes. Desde el principio de la historia los tiranos les han robado las palabras a los patriotas. Pero ahora tienen dispositivos multiplicadores de sentido que introyectan la confusión y la credulidad imbécil.

 

El debate sobre si cada país puede aplicar las restricciones necesarias para que las redes no se conviertan en una cloaca de delitos de odio es uno de los grandes debates de esta época. Porque nada de lo que surja de ellas es espontáneo ni casual: todos estamos siendo manipulados, también los monstruos.