Las atmósferas amenazantes perduran en la memoria de las lectoras y lectores. También varias frases, como la de un cuento de su último libro: “el fascismo en general empieza con miedo y se transforma en odio”. Mariana Enriquez ganó el Premio Iberoamericano de Letras José Donoso, dotado de 50 mil dólares, “por la relevancia y significación de su obra en el ámbito de la literatura contemporánea”, según dictaminó el jurado en un fallo unánime. La edición de este premio creado en 2001 en la Universidad de Talca coincide con el centenario del nacimiento del escritor chileno, autor de El lugar sin límites y El obsceno pájaro de la noche. Enriquez comparte con Donoso “una dedicación sin concesiones a la literatura, la visión del cuerpo social como ente monstruoso y una prosa innovadora que explora los matices más oscuros de nuestra contemporaneidad”.

“En un contexto global en el que la literatura y las humanidades se enfrentan a transformaciones y complejos desafíos, la poética de Mariana Enriquez ha creado un universo de ficción tan personal como inquietante -plantean en el acta del premio-. En su obra el terror es un recurso estético que nos confronta con los aspectos más apremiantes de la realidad latinoamericana, tales como la violencia, el terrorismo de estado y sus consecuencias en el presente, las desigualdades sociales, las problemáticas de género, el extractivismo y la crisis climática, entre otros”. El jurado estuvo integrado por los académicos Macarena Areco de la Pontificia Universidad Católica de Chile, el francés Henri Billard de la Universidad de Poitiers, la española Ana Casas de la Universidad de Alcalá, la mexicana Adriana Pacheco de la Universidad de Texas Austin y la argentina Victoria Torres, de la Universidad de Colonia (Alemania). La coordinadora del premio es Claire Mercier, profesora e investigadora francesa que vive en Chile.

El jurado también destacó el poder evocador y provocador de la cuentística de Enriquez que la ha posicionado como “una de las voces más potentes y valientes de la literatura latinoamericana”. La autora de los libros de cuentos Los peligros de fumar en la cama, Las cosas que perdimos en el fuego y el más reciente Un lugar soleado para gente sombría se suma a la galería de ganadoras y ganadores del Premio Iberoamericano José Donoso, entre los que encuentran los mexicanos Jose Emilio Pacheco, Juan Villoro y Jorge Volpi, las argentinas Beatriz Sarlo y Samanta Schweblin, el peruano Antonio Cisneros, el español Javier Marías, las chilenas Diamela Eltit y Lina Meruane, los chilenos Pedro Lemebel y Raúl Zurita, y la mexicana Cristina Rivera Garza.

Todavía sorprendida por un premio que no esperaba y al que no se postuló, Enriquez dice que nunca sabe bien cuándo se entregan los premios, excepto los de género de terror porque espera saber la ganadora o el ganador para poder leer el libro. “Este es un premio que me pone muy contenta porque lo entrega una universidad, un ámbito institucional del que no vengo porque no tengo formación en letras y tampoco fui profesora en universidades en cuestiones relacionadas con la literatura. Entonces que ese mundo me lea y me tenga en cuenta, me alegra mucho”, reconoce la escritora y cuenta que si mira quiénes ganaron el José Donoso antes se alegra de que en la lista estén Rivera Garza, Schweblin y Meruane, “escritoras que admiro mucho y con las que tengo mucho afecto”.

La autora de Nuestra parte de noche, novela con la que ganó el Premio Herralde en 2019, dice que se identifica con lo que señala el jurado respecto de la potencia de su voz. “Me metí con relatos de género en editoriales que no son de género, pero también tengo la flexibilidad, el gusto y el placer de hacer otras cosas, de hacer no ficción, de continuar con el periodismo, de hacer autoficción, de hacer crónica de viajes. Los proyectos que tengo en mente no son exclusivamente de género”, aclara y agrega que también hay una potencia cuando hace en teatro espectáculos como No traigan flores. En cambio, no está de acuerdo con que ella sea una de las voces “más valientes” de la literatura latinoamericana. “Yo no creo que haya una valentía en particular en la literatura. La valentía la ejerce cualquier ciudadano diariamente, no me parece que tenga que ver con lo literario. Lo que podés tener es una voz atrevida o arriesgada, pero la valentía es otra cosa. Pedro Lemebel, que también ganó este premio, era valiente en su vida cotidiana y eso hacía que su literatura también fuera valiente, pero no puedo ponerme en el mismo lugar”, reflexiona la autora de crónicas y ensayos literarios como Alguien camina sobre tu tumba. Mis viajes a cementerios, La hermana menor. Un retrato de Silvina Ocampo, El otro lado. Retratos, fetichismos, confesiones y Porque demasiado no es suficiente. Mi historia de amor con Suede.

“Yo tengo una deformación por la que tiendo a mirar lo oscuro de la vida cotidiana. Me interesa más la exploración de lo oscuro, de lo reprimido, de lo traumático, que la exploración de otros espacios”, precisa la escritora cuya obra ha sido traducida a más de 23 idiomas y menciona que prefiere a escritores “súper oscuros” como Donoso y el uruguayo Juan Carlos Onetti. “Alejandra Pizarnik eligió para explorar lo oscuro la poesía; Onetti eligió la novela y el cuento; Alan Moore eligió el cómic. No me comparo con ninguno de ellos, pero lo que quiero decir es que tenés diferentes formas de explorar lo oscuro”. La autora de Bajar es lo peor y Cómo desaparecer completamente advierte que aunque escriba una novela de demonios y monstruos lo principal que tiene es su experiencia y la experiencia del mundo en el que vive. “Yo exploro cómo se manifiesta la oscuridad en mi época a través del terror”.