Pasaje a Narnia

“Bienvenidos al vecindario. A veces nos juntamos en el patio trasero en caso de que quieran venir”. Esto decía una notita que el fotógrafo Jordan Baumgarten y su esposa Anne encontraron poco después de mudarse al barrio de Kensington, en Philadelphia, en 2013. El patio trasero era, en realidad, un baldío que algunos vecinos adecentaron para transformarlo en lugar de encuentro, una mezcla entre una plaza para retozar con los perros y rincón tranquilo para que jugaran los pibes de la zona. Alguna vez había sido el terreno de tres casas de familia luego demolidas. “Zach y Sawyer lo limpiaron y comenzaron a ocuparlo ilegalmente, pero incluso consiguieron que la Sociedad de Horticultura de Pensilvania viniera y plantara árboles y levantara una pequeña cerca roja. Era nuestra Narnia personal”, cuenta Baumgarten. Y así, mientras crecían los árboles, también comenzaron a aparecer las historias que este fotógrafo nacido en 1983 y colaborador de Vice y The New York Times entre otras publicaciones, comenzó a registrar de manera casual. Ahora, esas fotos se han convertido en el libro The Group for Mutual Improvement (una especie de humorada cuyo equivalente local sería nuestra “sociedad de socorros mutuos”). Se trata de fotos casuales, instantáneas que registran con gran sentido del humor el paso de la vida en un universo acotado donde el hecho de sentirse a gusto hace que la gente se muestre sin máscaras. “La primera vez que nos juntamos, Sadie, una vecina, desapareció sin previo aviso. Momentos después, salió de su casa con un vestido de novia. Dijo: 'Pagué demasiado por esto como para usarlo solo una vez'”. Sí, la historia estaba servida, tal como lo registra la foto de Sadie con su vestido, su cigarrillo y su vasito de plástico. Durante la pandemia, Narnia fue la salvación. “La dureza del mundo se vio amortiguada por el apoyo comunitario. Y, gracias a ello, mejoramos diez veces la calidad de vida de cada uno”, asegura el fotógrafo.

La vanguardia es así

En los garages de algunas casas, los objetos domésticos se acumulan sin ton ni son. En eso, los garages y el surrealismo se parecen. Si esta vanguardia –que preconizaba la libre asociación como refugio frente al horror de la guerra a comienzos del siglo XX– está cumpliendo cien años, Salvador Dalí la homenajea como se debe. Porque diez litografías suyas fueron encontradas en un garaje londinense, ocultas durante medio siglo. Chris Kirkham, director de la casa de subastas Hansons Richmond de Londres, recordó cómo surgió el hallazgo: “Me invitaron a evaluar algunas antigüedades en la casa de un cliente. Durante la visita, el vendedor me llevó a su garage y apareció este tesoro”. Las litografías son una mezcla de escenas mitológicas y alegóricas de gran colorido, creadas durante los años setenta, que iban a ilustrar el libro Arte de amar, un largo poema del escritor latino Ovidio. Hace 50 años cerró la galería donde estaban expuestas y un hombre del barrio de Mayfair decidió comprarlas por 500 libras. Quiso enmarcarlas pero después se olvidó del asunto. Hace un tiempo, luego jubilarse y con una mudanza en vistas, decidió hacer limpieza. Y así empezó todo. Además, en el lote, aparecieron otras cinco grabados de Theo Tobiasse, pintor, grabador, ilustrador y escultor francés. A fines de septiembre, la totalidad de estas obras serán subastadas por cifras millonarias. No se dio a conocer la identidad del propietario de un hallazgo tan oportuno.

En la ruta

Si los motoqueros, las estrellas de rock y los beatniks pueden agarrar la ruta para hacer viajes iniciáticos, también las tortugas tienen derecho. Eso es lo que quizás pensó una sulcata (son las tortugas domésticas más comunes, que tienen unos espolones bien grandes en el caparazón) cuando se cansó de estar en un parque de diversiones medio cutre que también funciona como bar y comedor, y se lanzó a caminar por la ruta interestatal 10, en Arizona. Fue encontrada a unas tres millas de su casa, entre Tucson y Phoenix. Un hombre se comunicó con el 911 para dar aviso a la policía de la zona. El sargento Steven Sekcreki comentó que usualmente reciben llamados por caballos o vacas extraviados pero que es la primera vez en 16 años alguien alerta sobre una tortuga en la carretera. Por una inscripción que tenía sobre su generoso caparazón, Sekcreki llegó a la conclusión de que el animal se había escapado del Rooster Cogburn Ostrich Ranch, al que el sargento suele ir de visita junto a su esposa y su hija. Danna Cogburn, el dueño del lugar, no se explica cómo se le pudo haber escapado la tortuga y la única conclusión posible es que aprovechó algún pequeño agujero en la malla metálica de una de las puertas del frente del Ranch. En su sitio web, el Rooster advierte a los visitantes que no se fíen de la lentitud de estas tortugas “porque pueden ser sorprendentemente ágiles y andar muy rápido, en especial por comida”. La tortuga accedió a sacarse una foto con Sekcreki.

El jardín secreto

En el siglo XVII, Frankfurt era una meca en torno al negocio de la seda en Europa. Y ahí vivía una chica llamada Maria Sybilla Merian que desde pequeña estaba muy interesada en las orugas. A tal punto que las alimentaba con hojas de lechuga, ya que no se conseguían de morera, observaba y registraba todos sus cambios mediante anotaciones y dibujos. Merian devino naturalista y entomóloga. En 1699, más de un siglo antes que Charles Darwin, se embarcó hacia América del Sur, se instaló en la colonia holandesa de Surinam con su hija menor, Dorothea Graff, y con sus dibujos y observaciones logró editar Metamorfosis Insectorum Surinamensium en 1705. Tenía más de cincuenta años. Para entonces ya se había casado y separado aunque en ese tránsito, se instaló en Ámsterdam, donde ahora comienza a repararse la deuda con esta científica precursora. Sucede que de ese libro solo se conservan 60 ejemplares. Y uno de ellos fue comprado por el Museo Nacional de Ámsterdam, por 200 mil euros, para su exhibición. De hecho, algunos de los sofisticados dibujos de Merian se exhiben también en su página web. Para el momento en que ella se fue a Surinam, ya se había transformado en la primera voz científica que explicaba cómo las orugas se transformaban en mariposas en su hábitat natural a través del libro La asombrosa transformación de las orugas y su peculiar comida floral, editado en alemán y no en latín, como era costumbre en aquella época. Sin embargo, muchas de las ilustraciones que Merian hacía no iban a parar a libros de botánica sino que eran utilizados como modelos para que las señoras pudieran bordar. El libro posterior, ahora recuperado por el museo, tiene un gran valor no sólo por la exactitud del estudio sino porque sigue hablando en presente. Sus anotaciones y dibujos son de las más exactos en torno a las especies de Surinam aún hoy y sirven de referencia a los científicos para determinar cómo se podrían adaptar los insectos al cambio climático. Incluso ella cuestiona los abusos que sufrían los esclavos de las plantaciones de azúcar y menciona, la planta que usaban las esclavas para abortar: la flor de pavo real. Además de ilustrarla, Merian anotó: “Este Flos Pavonis da flores amarillas y rojas; la semilla se usa para que las mujeres que están de parto continúen el trabajo. Los indios hacen uso de esta planta para no tener hijos, ya que no quieren que sean esclavos como ellos. Los esclavos negros de Guinea y Angola deben ser muy bien tratados o no desearán tener hijos”.