Por más que pueda parecer una osadía o incluso una hipérbole, a partir de ahora ya es posible empezar a pensar en Mateo Sujatovich como uno de los cantantes y compositores fundamentales del rock argentino. Al igual que lo son Fito Páez, Andrés Calamaro, Pity Álvarez o Manuel Moretti. Aunque el pasado viernes y sábado a quien homenajeó fue a Gustavo Cerati. En pleno bis, cuando ya había defendido sobradamente a Jet Love, el álbum que trajo de vuelta a Conociendo Rusia (proyecto que comanda) al Movistar Arena, le contó al público lo que hace junto a su banda en la trastienda de sus recitales. Y confesó que entre las canciones que escuchan en el camarín hay una del ex Soda Stereo que estaba en sintonía con las suyas. Entonces desenfundó “Adiós”.
El gesto sirvió además para homenajear al músico, a 10 años de su muerte, cumplidos el miércoles último. Desde su partida, son contados los artistas de la generación del “Ruso” (tal como lució en el dorsal de la campera de cuero con la que inició el recital), o posterior a ésta, que se atrevieron a revisitar a Cerati. Y mucho menos en tiempo real. Quizá por timidez, por respeto o por incapacidad, porque hay que tener los pantalones bien puestos para siquiera pensarlo. Sin embargo, Sujatovich, sin sentimentalismos y sin actitud oportunista, estuvo a la altura de la circunstancia. Tuvo razón al advertir que era una canción del palo de Conociendo Rusia. Lo que seguramente el tributado, quien descansa a unas cuadras del estadio, en el Cementerio de la Chacarita, hubiera avalado.
Más que una apropiación, fue un cover fiel al tema del disco Ahí vamos. Así como no hay nada mejor que casa, parafraseando al Soda, también no hay nada mejor que una balada rockera. Puede parecer anacrónico el hecho de pensarlo, pero los lentos en el rock siguen siendo igual de efectivos que en su apogeo: en el auge del AOR (siglas en inglés de “Rock orientado al adulto”, llamado asimismo “Yatch rock” o “Soft rock”), entre los años 70 y 80. Conociendo Rusia hizo de ese rasgo su identikit, y de eso dan fe las composiciones de Jet Love. Una de ellas es la desgarradora “Lo mejor”, en la que Sujatovich peló su guitarra Gibson Flying V (su cuerpo parece el símbolo de “Victoria”, al revés), inmortalizada, antes que los metaleros, por Journey, REO Speedwagon o Boston: grupos que inyectaron más rock a la balada.
El Ruso no es un artista para que suene aún en la rotación de la FM Aspen, pero está en camino de lograrlo si continúa por este camino. No hay dudas de que sus canciones ya comenzaron a tomar forma de clásicos. Primero, de una generación. Su generación. Y pronto lo serán de la música popular contemporánea argentina. Esto lo pueden testimoniar las 28 mil personas que agotaron ambos shows (14 mil por día). Aparte, al músico de 33 años no sólo le sientan muy bien los temas aletargados, sino que su paleta sonora contiene otros matices e intensidades. De hecho, el sábado el recital arrancó bien arriba, de la mano del power pop (coincidente con la impronta de la banda indie estadounidense The War on Drugs) que da título al nombre de su último álbum.
De la misma forma que este cuarto álbum de estudio, lanzado a fines de abril de 2024, el recital avanzó con el track 2, “Canciones”, en el que el artista apologiza el oficio de componer, así como la escucha. Si Cerati en “Adiós” canta: “Ponés canciones tristes para sentirte mejor”, acá Sujatovich versa: “Hay canciones que revelan un secreto. Otras me sirvieron de declaración”. Tal como lo adelantó en su trabajo anterior, La dirección (2021), el cantautor encontró en la música tradicional norteamericana una fuente de recursos estéticos que puso a dialogar con la tradición cancionera del rock argentino. Afín a lo que hicieron Dulces 16 o León Gieco. Esto quedó patente en este tema yi en el siguiente, “Te lo voy a decir”, partícipe igualmente del repertorio de Jet Love.
Si bien para el country “5 horas menos” prestó su voz Natalia Lafourcade, ni falta hizo que estuviera en escena. La corista y guitarrista Chechi De Marcos bien supo suplir a la mexicana, al tiempo que consiguió hacerse un espacio propio (siempre en calidad de coequiper) durante las casi dos horas que duró el recital. Pero no fue la única integrante de los “malandras hermosos”, adjetivo que le dio Sujatovich a los músicos que los acompañan en esta etapa de su carrera, que tuvo brillo propio. La base rítmica conformada por el baterista Guille Salort y el bajista Rodri Monte develó su química en el hit “A la vez”, en tanto que el tecladista Andy Elijovich conectó la espacialidad de Jet Love con temas seminales de entre los que destacó “La puerta”. Y el violero Martín Allende le permitió al Ruso soltarse más interpretativamente.
A propósito de esto último, Sujatovich, a dos años de su debut en ese predio, retornó al Movistar Arena en estado de gracia. Fue frontman, sí. Y es uno de los mejores de esta época. Aunque evidenció asimismo que es un pedazo de músico. Se tornó avasallante cada vez que se colgó la guitarra eléctrica, como en la blusera “Otra oportunidad”, lo que tomó un cuerpo aún más sólido en el momento acústico e intimista. Tras dejar atrás el tema a cuatro manos que registró con Fito Páez, “Tu encanto”, al que le secundaron la beatlesca “Puede ser” y la Stone “El chacal” (prima hermana de “30 años, también parte de la ceremonia), quedó solo en escena con la viola en “Montaña”, se sentó al piano en el R&B de “Se me hizo tarde” y siguió ahí para una anotarse una versión más blusera de “Luna”.
Si el invitado del viernes fue Joaquín Levinton, con quien cantó “Pasos al costado”, de Turf; el sábado Sujatovich tuvo a Julián Kartun compartiendo voces en “Loco en el desierto”. Minutos más tarde, Conociendo Rusia mechó el country “Una vuelta más” con el cierre de “Luces de neón”. Amagaron con despedirse una vez que desenfundaron una de esas canciones que inmortalizan las esquinas de Buenos Aires, “Cabildo y Juramento”. A la que le sucedió el pop directo al corazón “Quiero que me llames”, en la que estadio se puso de cuclillas. Tras la foto colectiva, el músico preguntó si hacían un bis. Ante el sí rotundo, se despidieron con una balada de Jet Love, al mejor estilo de las de Wings: “Parte de mí”. Podía haberlo hecho con otra más al ras de la euforia, pero esa noche el Ruso demostró que el romance aún la rockea.