La Luna se aleja imperceptiblemente de la Tierra, a una velocidad aproximada de 3,82 centímetros por año, hasta que llegará el día en que desaparezca de la vista humana y se lleve la fascinación y el misticismo que inspira.
La fricción generada entre la superficie terrestre y los océanos provoca que la rotación de la Tierra sobre su eje se desacelere gradualmente y el satélite terrestre se distancie a un ritmo constante.
Si bien el proceso es lento y se inició junto con la formación de nuestro planeta, la distancia creciente entre ambos cuerpos celestes podría modificar significativamente la percepción de la Luna en el cielo a lo largo de millones de años.
Precisamente, a este ritmo de distanciamiento, la Luna podría dejar de ser visible a simple vista en un horizonte temporal de unos 50.000 millones de años.
Cómo ocurre
De acuerdo con National Geographic, cuando la Tierra rota, se enfrenta a una gran fuerza de rozamiento generada por los océanos y los mares que lo cubren y que, con el paso del tiempo, esta hace que gire más lentamente sobre su eje.
En este sentido, como el planeta y la Luna están unidas gravitacionalmente y para cada acción existe una reacción, a medida que el movimiento en la Tierra se ralentiza, el de la Luna se acelera. Como resultado de esta aceleración, aumenta la fuerza centrífuga, que tira del satélite hacia afuera, separándolo progresivamente del planeta Tierra.
Eventualmente, la Luna alcanzará una órbita estable en la que dejará de alejarse de la Tierra. Aunque este cambio ocurrirá a una escala temporal tan extensa que resulta difícil de concebir, podría tener implicaciones para los ritmos biológicos de los seres vivos.
Unos "reflectores", las claves para la medición del distanciamiento
Desde 1969 que estos datos son recopilados. Esto se debe al programa Apolo de la NASA, cuando el hombre llegó al reconocido satélite en el mencionado año y en las misiones que hubo hasta 1972.
Precisamente, los astronautas dejaron en la Luna una serie de reflectores colocados estratégicamente, tal y como si se tratase de pequeños espejos en fila.
De esta manera, los astrónomos se han dedicado a lanzar diferentes haces de rayos láser hacia ellos. Conociendo la velocidad a la que se desplaza el láser y el tiempo que tarda en ir y volver desde la Tierra hasta la Luna, pueden calcular fácilmente la distancia a la que se encuentra el satélite de nosotros.
Según los expertos, el beneficio de esta técnica es que aporta una gran precisión en la medida, alcanzando medidas con incerteza de milímetros, lo cual ha permitido detectar con sencillez ese alejamiento del orden de centímetros.