Franco Maurizi es parte de la Compañía Puerta Abierta, un proyecto familiar y un espacio cultural dedicado al trabajo en las artes escénicas en Llavallol. Sus abuelos eran artistas, y también lo son sus padres y hermanos. “El centro cultural fue dónde nos criamos; fue nuestra casa durante mucho tiempo. Somos de barrio, viajamos mucho para formarnos y trabajar en lo que amamos. Ahora todos damos clases ahí, hacemos funciones e invitamos obras que nos gustan”, explica.

Puerta Abierta lleva ese nombre por una vieja costumbre de barrio: la puerta de su casa no estaba cerrada con llave. Durante años la gente entraba a las clases de danza de su mamá o las clases de saxo de su papá, o simplemente iba de visita a tomar mate y conversar sin necesidad de girar más que el picaporte.

Pastor Alemán es la ópera prima de la compañía y participa toda la familia. La acción transcurre en el barrio de la infancia de los hermanos Maurizi y del abuelo, que es de alguna forma el protagonista. Desde la llanura de Temperley, pasando por Llavallol, hasta El Pozo de Banfield y el escenario del teatro Coliseo. Parte del registro audiovisual que usa la obra refleja ese paisaje, y la composición musical de Diego Maurizi (padre de Franco) está inspirada en elementos del territorio.

Es un biodrama que trabaja con la historia del abuelo de Maurizi: Alberto. El primer artista del árbol familiar, gran bailarín multipremiado de zona sur, que en una crisis económica decide hacerse policía para sostener a la familia. Se convierte en miembro de las Fuerzas Armadas y entrenador de perros policías utilizados para cazar “subversivos” durante los años 70s.


Alberto desde chico tenía pastores alemanes y había aprendido a entrenarlos. Sus nietos también crecieron rodeados de pastores alemanes y habían aprendido a hacerlo también. En el dispositivo escénico se pone en juego el carácter siniestro de ese aprendizaje. Aquello que ellos veían como una característica peculiar de su abuelo del que desconocían su pasado, deviene a la luz de los hechos, insoportable. Esos perros habían sido utilizados por las Fuerzas para perseguir militantes a lo largo y ancho del país.

Su abuelo, cuando termina la dictadura deja la policía y vuelve a las tablas. Todo queda en el olvido. Es payaso, hace espectáculos. Vuelve a bailar. Sus nietos lo adoran e ignoran su pasado. La verdad vuelve a salir a la luz cuando muere. Los cuentos de la infancia se tiñen y devienen pesadillescos. La obra se pregunta: ¿Por qué alguien decide ser policía?¿Cómo un ser amado puede haber sido capaz de asesinar? ¿Por qué el arte no alcanzó para alimentar a la familia? y la identidad arde en llamas, se cae como un dominó. La caja de Pandora se abre y aturde. Una cicatriz familiar que es la historia de un país que supura. Pero la obra decide hacer memoria, aunque el corazón se les rompa en pedazos.

“Está pensada para mis vecinos adolescentes y para sus abuelos, para la gente del barrio Campanario y para los de Las Lomitas. La obra oscila entre el juego, la no ficción y fragmentos de representación más cerca de lo tradicional. Es un gran collage, un álbum de fotos familiar dibujado encima por nosotros” agrega.

El texto surgió durante la cursada en la Escuela Metropolitana de Arte Dramático. Allí se conocieron con Sofía Jaimot, quien co dirige el material. La premisa apareció mientras realizaban un trabajo de filosofía, dónde tenían que plantear un dilema moral. Ahí apareció la historia del abuelo de Maurizi. “La obra trata, para mí, sobre esa búsqueda de nuestra identidad en la dualidad que nos atraviesa como familia, y a su vez como argentinos. Una búsqueda que tiene muchas respuestas. Cada vez que la hacemos, una respuesta distinta. Cada función nos hacemos esa pregunta que está muy viva, y nos duele un montón. ¿Quién es mi abuelo? ¿y quienes somos nosotros?” reflexiona el autor.

El espectáculo que ya lleva tres temporadas en escena atravesó distintos momentos políticos. Su resonancia se vuelve a resignificar en una coyuntura como la actual, dónde el negacionismo vuelve a tomar el espacio público. “Creo que la obra es incómoda, porque tiene como arma principal la ternura, y eso es algo que este aparato contemporáneo que se pretende transhumanista no comprende. Es incómodo también para nosotros, porque la ternura como respuesta ante esta coyuntura parece contraintuitiva, pero a su vez nos da la oportunidad de encontrarnos en un lugar distinto al cotidiano con la gente que viene a verla, para tratar de construir algo nuevo juntos” dice.

Muchas personas del público se acercan después de la función para contarles sus propias historias y su miedo y necesidad de indagar en la participación de sus familiares en la represión. Maurizi afirma que es un buen momento para no postergar las discusiones sobre el tema, para seguir preguntando. “No es momento de impugnaciones y autovalidación, para eso están las redes sociales, es momento de construir preguntas y respuestas desde lugares incómodos, aparentemente irreconciliables y profundamente dolorosos. Y todo eso lo hace el teatro, por eso elegimos ese formato para contar nuestra historia” asegura.

Actualmente también observa que es muy difícil subsistir artísticamente, muchos espacios de su barrio y alrededores tuvieron que cerrar o reducir su funcionamiento. “Los espacios que resisten en el conurbano son faros de producción y encuentro hoy por hoy, casi todos adaptando sus propuestas para que sean accesibles a un público afectado por la situación económica. La Rueca, Sudaka, El Barrio Cultural, y muchos otros, son estelas en la red del conurbano con los que desde Puerta Abierta tratamos de tejer red en el día a día para hacer frente a esta coyuntura tan particular” comenta.

Pastor Alemán está protagonizada por sus hermanos: Pedro Maurizi y Victoria Maurizi y el músico en escena es su padre, Diego Maurizi. La dirección es compartida con Sofía Jaimot. La iluminación es de Carolina Rabenstein. Nehuén Serpa es la asistente de escenografía y la producción está a cargo de Aye del valle. La obra ya pasó por El Abasto Social Club, el Teatro Caras y Caretas, la Fundación Sagai, El Centro Cultural Haroldo Conti en la Ex Esma y claro, por su casa mater: Puerta Abierta. Esta vez realizarán las funciones en el teatro El Grito, los domingos a las 18 hs en Costa Rica 5459, Palermo. Las entradas se pueden adquirir por Alternativa Teatral. También se los puede seguir en sus redes sociales @pastoralemanobra.