En la tercera escala de la gira papal por el sudeste asiático, el Papa Francisco arribó el lunes a Dili, la capital de Timor Oriental, uno de los países más pobres del mundo y de los más católicos de Asia, que atraviesa hoy un periodo de paz después de una encarnizada lucha por su independencia. Además, lidia con la sombra de los abusos en el seno de la Iglesia en los años 90.
Con cerca del 95% de su población profesando la fe católica, la llegada del jesuita argentino fue esperada con emoción en la joven nación, que recibe por primera vez a un pontífice desde su independencia de la ocupación indonesia.
Al aterrizar, el Papa fue recibido a pie de la escalera del avión por el presidente de la nación Jose Ramos-Horta y su primer ministro, Xanana Gusmao, con quienes compartió una breve reunión en el aeropuerto, que se encontraba cerrado a vuelos civiles desde hace tres días.
Como parte de su acogida, el pontífice recibió flores y una bufanda tradicional que lo acompañaron en su camino, mientras que una multitud de fieles lo aclamaban desde las calles, en su camino a la nunciatura.
Tras un descanso, Francisco se trasladó al palacio presidencial para la reunión con el presidente y su discurso con las autoridades.
Para el presidente, la visita del Papa al país llega en un momento clave para el “futuro colectivo”, y trae un mensaje de paz sumamente necesario en estos tiempos de conflicto, según declaró durante el discurso que dio apertura al acto.
Sentado junto al pontífice, el mandatario timorense deseó "que el mensaje de Su Santidad toque los corazones de los hombres", a lo que añadió que su esperanza resuena con las víctimas de los conflictos armados de todo el mundo, pidiendo rezar "por el fin de las hostilidades y el retorno a la paz".
Durante su discurso, Francisco recordó el doloroso y reciente pasado que llevó al país a su independencia, afirmando que tras los momentos difíciles finalmente hay un lugar para la paz. "A pesar de atravesar un periodo tan dramático en su historia, no perdieron la esperanza y, después de días oscuros y difíciles, finalmente ha despuntado un amanecer de libertad", declaró el pontífice. También destacó que el ejemplo de este país puede ser útil para otras situaciones de conflicto, en donde debe prevalecer el deseo de la paz.
Entre los retos actuales para el país, Francisco citó "el fenómeno de la emigración, que siempre indica una insuficiencia o inadecuación en el uso de los recursos, así como la dificultad de ofrecer a todos un empleo que produzca un beneficio justo y garantice a las familias ingresos que cubran sus necesidades básicas".
También condenó "el abuso en el consumo de alcohol entre jóvenes" y su incorporación a bandas violentas que usan las artes marciales para "exhibir el poder efímero y dañino de la violencia". Este problema ha llevado al gobierno a prohibir la práctica de artes marciales desde marzo de este año.
Para concluir, el Sumo Pontífice refirió a la importancia de invertir en educación para un país con un 65% de su población por debajo de los 30 años. "No está en este discurso pero se los quiero decir: Este es un país lindo, pero lo mejor que tiene un país es su pueblo. Cuiden a su pueblo, amen a su pueblo. Es un pueblo maravilloso", añadió.
Para el martes, la agenda tiene prevista una visita a la escuela 'Irmas Alma', dedicada a niños con discapacidad, para luego encontrarse en la Catedral de la Inmaculada Concepción con el obispado y religiosos locales. Su visita concluirá el día siguiente, con una misa en la explanada de Taci Tolú, donde también celebró Juan Pablo II durante su paso por la ex provincia de Yakarta en 1989.
La misión de independizar
El catolicismo llegó a Timor Oriental a través de las primeras misiones portuguesas en el siglo XVI, y el territorio fue colonia del Imperio portugués por más de 270 años.
En 1975, Indonesia aprovechó los problemas políticos en Portugal para invadir el territorio en una sangrienta ocupación que terminó en 1999 con un referéndum, patrocinado por la ONU, que abrió camino a la independencia timorense en 2002.
En ese momento, mientras la dictadura reprimía los movimientos independentistas, los religiosos católicos cosecharon un rol importante en la naciente sociedad timorense. "Aunque los curas no podían posicionarse de forma política, si podían ejercer su labor ayudando y empujando a la reconciliación", comenta el reverendo Felix Kosat a AFP.
En octubre de 1998, el papa Juan Pablo II fue el primer pontífice en visitar Timor Oriental, aún bajo ocupación indonesia, en un viaje que supuso un punto de inflexión para el movimiento independentista.
Tolerancia cero
En el país aún pesa la sombra de los abusos a menores cometidos por uno de los héroes de la independencia timorense, el obispo Carlos Ximenes Belo, quien recibió un premio Nobel de la paz en 1996.
El Vaticano dio a conocer en 2022 que sancionó al obispo tras las acusaciones de abusos con algunas restricciones de movimiento, el contacto con menores, y le hizo exiliarse primero a Roma y luego a Portugal, pero por una parte del país sigue siendo considerado un héroe nacional y el presidente Ramos-Horta, con quien comparten el Nobel, siempre le ha manifestado su apoyo.
En su primer sermón en el territorio timorense, el argentino llamó a "actuar con responsabilidad para prevenir todo tipo de abuso y garantizar un crecimiento sereno a nuestros jóvenes", aunque no mencionó ningún caso de forma concreta, ni implicó una responsabilidad por parte del Vaticano. "Este fenómeno está aflorando en todo el mundo y todos estamos llamados a actuar con responsabilidad", dijo ante las autoridades locales.