"Parir también era una tortura", definió Leonardo Fossati en el marco del juicio residual por los crímenes de lesa humanidad de la Comisaría 5ta, en La Plata. En la cocina de ese lugar que funcionó como centro clandestino de detención, tortura y exterminio, atada de pies y manos, burlada y atacada por una patota de policías, su mamá Inés Ortega dio a luz. Leonardo fue apropiado y restituyó su identidad en 2008, tiempo después de acercarse a Abuelas de Plaza de Mayo. En la actualidad, es coordinador del Espacio de Memoria que funciona en ese lugar que fue el primer y último escenario que compartió con su mamá antes de su desaparición. Su testimonio ante el Tribunal Oral Federal número 1 platense aporta pruebas para la acusación contra el policía bonaerense Pedro Muñoz, que en el debate, y por primera vez, responde por crímenes de lesa humanidad cometidos contra Fossati, otros tres nietes apropiades durante la última dictadura y otro centenar de secuestros, torturas y homicidios.
No es la primera vez que Fossati declara en el marco de un juicio de lesa humanidad. Su historia, una de las más conocidas entre las restituciones de nietes robados durante el terrorismo de Estado, fue parte de la prueba generada en el debate oral y público que se llevó a cabo por los crímenes del Circuito Camps y sirvió para condenar a varios represores de la Policía bonaerense por las violaciones a los derechos humanos de la Comisaría 5ta. Este juicio oral que comenzó en La Plata a fines de junio pasado vuelve a repasar esos hechos –y suma algunos otros– para definir la responsabilidad que tuvieron en ellos Muñoz y el teniente retirado del Regimiento de Granaderos a Caballo José Ignacio Saravia Day, que llegan al banquillo de acusados por primera vez. Los acompaña el médico de la Policía bonaerense retirado Jorge Bergés, que ya colecciona varias condenas a prisión por su desempeño en el terrorismo de Estado.
Tampoco es la primera vez de Leonardo en esa sala en particular, contó. Allí, hace casi veinte años, el juez federal Arnaldo Corazza le confirmó que su mamá, Inés Ortega, y su papá, Rubén Fossati, habían sido secuestrados, que su mamá lo había parido en cautiverio, y que permanecían desaparecidos. Su origen, una historia que fue “muy linda y muy dolorosa” en partes iguales. Era agosto de 2005. “Yo estaba buscando mi identidad y por fin había logrado encontrarla. En ese encuentro también conocí a muchos integrantes de mi familia y compañeros y compañeras de mi mamá y de mi papá. Pero a la vez fue muy duro y doloroso porque me estaba enterando de que nunca me iba a poder encontrar con ellos porque estaban desaparecidos, que habían sido víctimas del terrorismo de Estado, me enteré qué es lo que les tocó vivir en todo ese proceso y también el dolor que causó su desaparición al resto de mi familia”, recordó.
Secuestro, torturas, parto y desaparición
Inés, militante de la Unión de Estudiantes Secundarios, tenía 18 años. Rubén, de la Juventud Peronista, tenía 22. Crecieron y militaban en La Plata, en al zona de Parque Castelli. De ese parque propiamente dicho, la Comisaría 5ta en donde fueron vistos por última vez con vida, queda a media cuadra. En enero de 1977 fueron secuestrados en Quilmes, al sudeste de la provincia de Buenos Aires. Inés llevaba siete meses de embarazo. Vivían en la clandestinidad. Ni su familia ni sus compañeres jamás los volvieron a ver.
A partir de ese momento, la historia de lo que ocurrió con Inés y Rubén fue rescatada por sobrevivientes que compartieron cautiverio con elles. Adriana Calvo, sobreviviente y militante fundamental en la reconstrucción de historias de víctimas de la última dictadura y la construcción del camino de Justicia para elles y sus familias, es una de ellas. Tras ser liberada después de atravesar varios campos de concentración del Circuito Camps, Adriana se acercó a la familia de Inés y contó todo lo que luego le contó a Leonardo, una vez que él conoció su verdad. Adriana vio a Rubén y a Inés en la Comisaría 5ta. Rubén estaba muy herido por la tortura. Venía, aparentemente, de otro centro clandestino, Pozo de Arana. La sobreviviente lo vio en una celda con presos comunes en estado de hacinamiento comparable con los prisioneros del nazismo.
De Inés, Adriana le contó que atravesó su trabajo de parto en la celda, el 12 de marzo de 1977. Que por la tarde ese día a Inés la fue a ver a su celda un médico –Bergés–, que fue llevada a la cocina de la Comisaría a parir. Después de Leonardo, testimoniaría el técnico Carlos de Francesco, sobreviviente de la Comisaría 5ta, quien destacó que “el hecho más relevante” de su cautiverio en ese centro clandestino fue “el nacimiento de un chico en la mesada de la cocina”. Era el nacimiento de Leonardo.
Inés le contaría luego a Adriana que mientras daba a luz a Leonardo, “atada de pies y de manos”, la patota de policías que estaba a su alrededor “se burlaba, la insultaba y la escupía”. Luego la obligaron a limpiar el lugar donde había parido. “En esas condiciones nací yo. En esas condiciones le tocó a mi mamá, con 18 años, tener a su único hijo. Y en esas condiciones les tocó a muchas mujeres tener a sus hijos en diferentes centros clandestinos. Parir también era una tortura”, sentenció Fossatti.
Por el testimonio de sobrevivientes, el nieto restituido supo que su mamá lo llamó Leonardo y que se lo pudo llevar con ella a su celda. Allí permanecieron juntes unas horas “hasta que entraron en la celda le dijeron que el coronel me quería conocer y nos separaron para siempre”, continuó. De Inés y Rubén se supo que permanecieron en la Comisaría 5ta hasta por lo menos abril de 1977. Y nada más.
“Mi abuela materna fue a hacer la denuncia de la desaparición de mi mamá a la Comisaría 5ta, como lo hizo Chicha Mariani –una de las fundadoras de Abuelas de Plaza de Mayo– y otros familiares, sin nunca imaginarse que a solo pocos metros de donde denunciaban había calabozos clandestinos, un campo de concentración”, indicó Fossati.
Por intermedio de una partera, Leonardo fue entregado a su familia apropiadora, que lo inscribió como hijo propio con un certificado falso de nacimiento en domicilio sucedido el 20 de marzo de 1977. Con sus dudas a cuestas finalmente a fines de 1990 se acercó a Abuelas de Plaza de Mayo, aportó todo lo que había podido reconstruir de su origen y dejó una muestra de sangre en el Banco Nacional de Datos Genéticos. En agosto de 2005 conoció su verdadera identidad.
El compromiso con la memoria
Desde entonces, Leonardo quedó comprometido con la búsqueda de Abuelas. Comenzó a visitar escuelas para compartir con estudiantes su historia. Luego se sumó de manera permanente a la asociación. Hoy integra su comisión directiva y coordina el Espacio de Memoria de la Comisaría 5ta, que lograron instalar después de mucha insistencia. La Policía Bonaerense continúa haciendo uso del lugar, y lo hizo incluso de los calabozos que sirvieron de cautiverio clandestino, hasta hace muy poco tiempo.
“El hecho de que estemos acá es una demostración de que no nos mueve el odio. Estamos acá dando testimonio y pidiendo justicia, como nuestros ejemplos, nuestras Madres y Abuelas”, concluyó su testimonio y recordó: “Hay más de 300 casos en abuelas de Plaza de Mayo sin resolver”.