“Recordar es la forma más pobre de conversación”. Tony Soprano dixit. La frase pertenece a la temporada final de Los Soprano, cuando la entrega creada por David Chase ya era considerada una bisagra en la industria televisiva, pero aún le faltaba para erigirse en el tótem cultural de este tiempo. Y ahora es su creador el que se somete a una plática que busca eludir la nostalgia facilona. De eso se trata, en definitiva, Uno de los nuestros: David Chase y Los Soprano (ya disponible en Max). “Sabía que iba a ser un documental sobre Los Soprano, pero no sabía que iba a ser sobre mí”, se sincera Chase frente a Alex Gibney, el director de la docuserie de dos episodios suculentos. Más allá de ese confesionario, la realización se apoya con imágenes de archivo inéditas, y la palabra de gran parte del elenco de la ficción que, al menos en un comienzo, se veía como una versión oscura de Analízame

Buena parte de la realización sucede en este set que calca el consultorio donde se atendía el mafioso con ataques de pánico interpretado por James Gandolfini. No será el único juego de espejos al que se somete Chase, muy consciente de que entre 1999 y 2007 llevó a cabo la creación de su vida. Si durante la primera hora el guionista explora su arcón personal, la segunda parte encuentra sentido a partir del feedback entre el guionista con su musa ítaloamericana... y el resultado de esa combustión. “Son Tony, David y Jim, hay algo en ese proceso en el que me quería meter más y más profundo a medida que entré en ese territorio”, asegura Gibney en una conferencia de prensa de la que participó Página/12

Sin ser verborrágico ni un paraíso de simpatía, Chase acepta el convite de la propuesta. Sincericida y dueño de un humor podrido, el ideólogo de Los Soprano habla de la conflictiva relación con su propia madre y destripa el negocio de la televisión desde adentro en una conversación siempre filosa. “Hubo un momento muy peligroso en que David amenazó con abandonar la entrevista y no volver. Eso ciertamente me llamó la atención. Yo estaba mirando a mi productor, con los nervios de punta. Reunimos los recursos para reconstruir el set y, de repente, nuestro personaje principal estaba a punto de irse y no regresar, así que eso fue especial. Diría que esa entrevista de dos días fue el cable a tierra. De ahí surgió todo”, confiesa el director. 

-¿Qué fue lo que más le llamó la atención de David Chase?

-Su honestidad y una extraña combinación de una visión muy oscura del mundo. Su humor es absolutamente desgarrador. Hay momentos en los que simplemente se derrumba de risa. Entra en un territorio que es ambas cosas y es terriblemente divertido. Es alguien que está dispuesto a aceptar la contradicción. Por ello es que resulta tan interesante la charla y él como persona. David Chase es alguien muy poderoso, sabe que puede intimidar. Pero también fue interesante para mí descubrir que gran parte de su psique emocional, y obviamente gran parte de su vida terapéutica, la pasó tratando de calcular el miedo que le tenía a su madre. Eso lo hace muy humano.

-Hay momentos en los que el documental se mira en el espejo con su propio objeto de estudio. Ahí está la recreación de la emblemática apertura en la que David Chase aparece como copiloto de Tony Soprano. Podría ser algo superfluo, pero parece haber motivo para esa elección. ¿Podría explicarlo?

-Está en el asiento de acompañante, para ser exactos. Claramente observa lo que está pasando, pero también está interactuando. Pudimos conectar la mirada de Jim con la de David. No está en el asiento del conductor pero bien podría estarlo, porque es el hombre detrás del conductor. David Chase es quien le dio sentido al concepto de showrunner. El tipo siempre estaba detrás o al lado del conductor, siempre observando lo que hacían los demás. También me parecía muy importante poner a David en Nueva Jersey y filmarlo allí a medida que pasábamos. De hecho, hay una breve toma del cine al que David solía ir cuando era niño, la sala donde se formó. Fue una forma de poner al creador en el mismo lugar que sus propias creaciones. 

-¿Por qué cree que Los Soprano trascendieron generaciones y las clasificaciones?

-Hay algo duradero porque los creadores se permitieron ir a lugares muy profundos, evocaron emociones que pudieron manifestarse de manera muy veraz a través de los personajes, y creo que esa es una de las cosas que la gente tanto aprecia de la serie, tanto en aquel entonces como en la actualidad.

-¿Qué aprendió en el proceso del documental? ¿Algo insospechado que se fue del libreto?

-Sabía lo que no quería hacer. Es decir, una especie de película promocional sobre Los Sopranos. Recordá este episodio, pasemos a tal escena, tengamos una entrevista con este actor sobre lo genial que fue. Estaba mucho más interesado en el proceso creativo. Y en ese sentido, supe que quería centrarme en David, pero no sabía exactamente adónde me llevaría eso. Y fue sólo después de que nos sentamos para esa larga entrevista que comencé a darme cuenta de ello. No hablé con todos los miembros del elenco, pero sí con varios de los principales. No pude hablar con Jim, pero mis conversaciones con David me hicieron querer realmente apoyarme en algunas de las entrevistas que Jim había hecho. Y para asegurarse de que su voz estuviera presente porque había algo inquietante en esa relación tripartita entre Jim, Tony y David. Eso fue muy conmovedor e inesperado, no era algo que supiera al principio. Cuando vi esas imágenes del funeral, David se refiere a esas tres personas, y está hablando de él, Jim y Tony. Ahí  fue que supe hacia donde debía ir el trabajo. 

-¿Y qué le hubiera preguntado a James Gandolfini?

-Ciertamente le habría hecho algunas de las preguntas que respondió sobre la dificultad de crear ese personaje tan oscuro y nuevo para la TV. Pero  también le habría preguntado sobre su relación con David, y hasta qué punto el personaje de Tony estaba interpretando partes de David, y hasta qué punto el personaje de Tony fue liberando partes de su propio personaje.