La ropa en Argentina es cara y esa tendencia se gestó a lo largo de las últimas dos décadas, con gobiernos de distinto signo político. Un trabajo reciente de Fundar analiza esa dinámica y asegura que “en términos relativos, una prenda de vestir promedio compra más bienes y servicios en Argentina que en casi cualquier otra parte del mundo”. Esto se da en un contexto donde los productos extranjeros se abaratan, fruto de una política desregulada y dominada por Asia, y al mismo tiempo se encarecen los precios locales, debido a la volatilidad macroeconómica, los altos costos financieros y la elevada presión tributaria, entre otras razones.

Parafraseando al presidente de la Unión Industrial Argentina (UIA), Daniel Funes de Rioja, en su contestación al presidente Milei luego de la visita a la entidad (dijo: los industriales “somos víctimas, no victimarios”), el trabajo de Fundar abogaría a la idea de que son víctimas, pero también victimarios. A la hora de explicar los elevados precios locales surgen dos grandes razones, según los especialistas: por un lado “las miradas críticas de la industria nacional, que sostienen que se deben al elevado proteccionismo, y quienes los atribuyen a cuestiones que nada tienen que ver con el sector, como la macroeconomía local”.

¿Pero cuánto más altos son los precios? “En el país la ropa es cara tanto en términos absolutos —es decir, en dólares— como en términos relativos —en relación con el resto de los bienes y servicios de la economía—. En términos absolutos una canasta de prendas es 35 por ciento más cara al dólar oficial respecto del promedio de la misma canasta en otros países de la región —y 16 por ciento al dólar MEP—. Al mismo tiempo, en el país los precios de la indumentaria y el calzado en comparación con el resto de los bienes y servicios de la economía son de los más altos del mundo”, sostienen Daniel Schteingart, Gustavo Ludmer, Nadia Schuffer, Nicolás Sidicaro e Ignacio Ibarra, autores de este documento.

El trabajo de investigación reunió casi 390.000 precios on line de 33 prendas de vestir relevados a nivel local e internacional. Se cotejaron precios con Brasil, Chile, México, Uruguay y Colombia. También se compararon con distintas canastas de consumo en Estados Unidos –alimentos, salud, educación, restaurantes, etc.- y observaron que por lo general los precios en dólares de Argentina son considerablemente menores en las distintas canastas, excepto en la ropa.

"A partir de 2011, Argentina empezó a tener precios relativos de la ropa más altos que en Estados Unidos, Europa y América Latina, y desde entonces (salvo en 2016-2019 y 2023-2024) esta tendencia se consolidó", puede leerse en el documento.

Argentina es relativamente menos cara y más competitiva en la ropa informal, la deportiva y la interior (prendas de tejidos de punto) y en ropa de niños/as y bebés, pero es más cara en productos de tejidos planos (como el denim y la gabardina, que suelen usarse en jeans, pantalones, sastrería y camisería) y en ropa de adultos. A su vez, el país –junto con Uruguay- tiene la más alta dispersión de precios en la región: “Los precios de la ropa son particularmente más altos en las prendas de marca y alta gama, y no tan caros en la ropa indiferenciada y de gama baja”.

Las causas

Los precios de la industria textil son muy sensibles a las políticas de Estado que provocaron “aumentos en los precios relativos —como en 2002-2015 y 2020-2023—, donde por lo general hubo mayores barreras a la importación, tipo de cambio real alto —o bajo pero con alta brecha cambiaria—, incertidumbre macroeconómica elevada, intenso atraso de precios de bienes y servicios regulados, creciente presión tributaria y consumo interno y salarios ascendentes”, afirman los autores. Por el contrario, “en tiempos de apertura comercial —como durante los períodos 1993-2001 o 2016-2019—, los precios minoristas de la ropa cayeron más rápido que los mayoristas”, afirman.

Pero su explicación no se resume a la existencia de barreras arancelarias y paraarancelarias en la industria, de modo que bajar los precios implicaría solo a abrir la economía local a las importaciones de prendas e insumos. “El deterioro de las condiciones macroeconómicas contribuyó a encarecer el precio relativo de todos los bienes (incluyendo la indumentaria) y también afectó el costo del financiamiento, que a su vez limitó la inversión y el aumento de la productividad”, aseguran.

Entonces si la protección comercial fue palparia la rama textil, otras razones también contribuyeron sobre la incidencia diferencial de las condiciones macroeconómicas sobre estos precios. Por ejemplo, que la tendencia en el resto del mundo haya sido la contraria en materia arancelaria para el sector.

En diálogo con Página 12, Schteingart sostuvo que “los aranceles a la ropa en Argentina (y Brasil) son de los más altos del mundo, 35 por ciento, porque se fijan en el marco del Mercosur”, mientras que en los 33 países analizados en el documento la mediana del arancel es 8,5 por ciento. A su vez, los impuestos a las importaciones aplicados en Argentina por razones fiscales y de escasez de divisas como el PAÍS encarecieron también el costo de los insumos.

Otro fenómeno más generalizado que da cuenta del encarecimiento de los precios relativos en el rubro textil es el alza de precios de los bienes y abaratamiento de los servicios en Argentina. Desde Fundar advierten que la producción de bienes demanda “insumos tangibles” más intensivamente que los servicios, de modo que allí inciden más los costos de reposición, y esto se agrega que el precio de los insumos crece en línea con una paridad cambiante. “El tipo de cambio real y la brecha cambiaria —creciente durante buena parte de los últimos 13 años— elevaron más el costo de los bienes que de los servicios”, concluyen.

En tercer lugar, mencionan “la regulación precios como ancla antiinflacionaria que incidió en la dinámica de precios relativos, de modo que los no regulados –como la ropa- tendieron a subir por encima del promedio”.

“La creciente presión tributaria encareció más los bienes y en particular aquellos de cadenas (productivas) más largas y de alta integración nacional, como la indumentaria”, sostiene el texto. Este factor y los siguientes a mencionar aquí son tildados como “secundarios” a la hora de explicar los precios del sector. 

En quinto lugar, “la dinámica del consumo interno y el poder adquisitivo incidieron en ciertos momentos (en el precio de la ropa), tanto a partir de cambios en la demanda como en los costos laborales”, en líneas generales el precio de la ropa tiende a subir en etapas de crecimiento económico y expansión del poder adquisitivo. Esto explica que en el actual contexto recesivo crezca menos que la inflación general, 185,2 versus 263,4 por ciento interanual en julio según Indec.

Por último, “el acceso restringido al crédito ofició en la práctica como un encarecedor del costo del financiamiento, incrementó los costos locales y limitó los aumentos de la productividad”, señalaron los especialistas. Este factor es reiterado una y otra vez a lo largo de la historia como contraproducente para distintos sectores de la actividad, “en Argentina la productividad sectorial –que permite reducción de los costos unitarios- es altamente procíclica”, y los ciclos económicos son muy volátiles.