Dos aclaraciones iniciales. La primera, el INDEC mide la inflación de manera limpia y clara. La segunda, que por diferentes razones que no tienen que ver con números alterados ni mucho menos, el Índice de Precios al Consumidor (IPC) no refleja, hoy, el costo de vida de las familias argentinas. El tema de que la gente en la calle confiese que la plata no le alcanza, aún con un IPC desacelerando desde el 12,3 que dejó Sergio Massa, es una realidad que hace meses se plantea desde diferentes artículos en Página I12. El debate tomó tanto calor en los últimos tiempos que, horas atrás, el titular del INDEC, Marco Lavagna, recogió el guante y se metió de lleno en una discusión que, en el fondo, pone en cuestión la sustentabilidad y efectividad de la política de desinflación oficial. Algo que, además, es comidilla constante en la Casa Rosada, donde ven que en todas las encuestas de opinión -hasta las pedidas por el propio gobierno de Javier Milei-, muestran que casi 7 de cada 10 personas no llegan a fin de mes. 

En un mensaje en la red social X, a tan sólo horas de que se conozca el IPC de agosto, Lavagna escribió que "vemos a diario como las creencias personales a menudo pueden tener más peso que los hechos objetivos. Esto puede llevar a la difusión de información errónea, lo que puede distorsionar la percepción pública y socavar la confianza en las instituciones". Y agregó que "nada nos aleja más de la realidad que los comentarios y la creencia de que las estadísticas no reflejan lo que está pasando". A renglón siguiente, usó el hashtag #Defendamoslasestadísticas. Fue un dardo al debate que pide mirar si a las familias les alcanza o no para vivir. 

El titular del INDEC, que está en el cargo desde que Massa era ministro, salió llamativamente a leer que las críticas al IPC son técnicas cuando, en realidad, tienen que ver con que la canasta que se toma para medir inflación es del 2004 y no pesa igual el costo que para las familias tienen los precios regulados que los alimentos. Con el paso del tiempo, el corazón del gasto hogareño, por el surgimiento de internet y sus derivados, pasaron a ser los servicios y no los alimentos. Hoy, el IPC pondera en más de 20 puntos a Alimentos y sólo 8,5 a los servicios, lo que redunda en una desaceleración general gracias a que los alimentos están cuasi congelados tras la devaluación de diciembre y la recesión. 

En su texto en X, Lavagna siguió diciendo que "las estadísticas son una herramienta poderosa que nos mantiene anclados en la realidad. Nos permiten ver más allá de nuestras percepciones individuales y comprender el mundo de manera más completa y precisa. Sin ellas, corremos el riesgo de alejarnos de la verdad". Y precisó que "lejos de ser simples números, las estadísticas nos proporcionan una visión clara y objetiva de los fenómenos que nos rodean, permitiéndonos tomar decisiones informadas y basadas en evidencia". 

Una curiosa salida pública

La aparición pública del titular del INDEC es llamativa por dos cuestiones: es la segunda en menos de una semana, y es contraria a la idea que expresó en su primera salida. La referencia es para la entrevista radial que brindó hace unos días adelantando que se cambiará la forma de medir el IPC, una idea que no es nueva y está desde la era Massa, pero eligió retomarla justo en medio del debate del costo de vida. En esa charla, Lavagna admitió que la medición está vieja y no representa los consumos actuales

En paralelo, dijo algo más relevante que molestó mucho al gobierno de Milei: ante la pregunta de por qué con una inflación más baja cae el consumo de casi todo, sólo atinó a aseverar que no puede explicar con precisión -no tiene por qué hacerlo, no es el ministro de Economía- cuánto de la desinflación actual es plan económico y cuánto recesión. Esa posición fastidió a Milei y al ministro de Economía, Luis Caputo, porque casi que admite que el plan anti suba de precios es una economía demolida. Todo cuando además se discute si un 4 por ciento de inflación mensual permanente es negocio a cambio de una depresión económica pocas veces vista. 

En esta disputa de salir a cubrir la estadística ante los retos oficiales, Lavagna tiene un dilema: si cambia la canasta de medición, la inflación de Milei será dos o tres puntos mayor a la actual. Además, la que dejó el gobierno anterior será menor, a pesar de los valores récord que dejó Massa. Un dato extra, hacer ese cambio también tensionará más el nexo con los gremios, porque el salario se mide en base al IPC

El "no hay plata" se ve en números

La consultora de opinión Reyes-Filadoro, publicó días atrás una encuesta en la que muestra que la inflación sigue siendo el problema mayor de los argentinos, junto con el desempleo y la gestión de Gobierno. Pero lo más interesante es que en un escenario de inflación 4 veces menor a la que dejó Massa, la población dejó de consumir casi todo, cuando la cuenta debería ser inversa. Ejemplos: en el Coburnano, distrito más poblado y donde hay 4 de 10 votos, el 56 por ciento dejó de ir a comer afuera, el 54 dejó de comprar ropa, el 47 por ciento no compra más carne ni yogures, y hasta el 18 por ciento dejó la prepaga. Este último servicio subió 200 por ciento desde diciembre, contra un IPC de 152

Lo mismo pasó con tarifas, que aumentaron 500 por ciento, o naftas, un 600 por ciento. La de Reyes-Filadoro no es la única medición que muestra este síntoma: la consultora Moiguer publicó en las últimas horas que 9 de 10 personas redujeron la toma de taxis, Uber o remis; el 86 no compra más chocolates, y 8 de 10 dejaron de comer asado

En este escenario, Lavagna habló en público sólo un día antes de que se conozca el IPC de agosto, que sería menor a 4 por ciento y volverá a instalar la pregunta de cómo es posible que el IPC desacelere y la economía no reaccione al estímulo. Causalidades y efectos deseados.