En la segunda jornada de su visita en Timor Oriental, el papa Francisco dio una misa de dos horas ante unas 600.000 personas en Dilli, la capital del país, antes de ser recibido por la multitud, que representó la mitad de la población local.

En un discurso en la catedral de Dili el martes por la mañana, el pontífice pidió a los creyentes que difundan "el perfume del Evangelio" contra el alcoholismo, la violencia y la falta de respeto a las mujeres.

Durante la tarde el pontífice, de 87 años, dio por tierra con todos los pronósticos y temores por su salud, sin exhibir molestia alguna durante la ceremonia, realizada en la explanada de Taci Tolú, la misma donde celebró su misa Juan Pablo II en 1998.

Después de la ceremonia, el jesuita argentino se dio un baño de masas de 20 minutos a bordo del papa-móvil, para bendecir la multitud entre aclamaciones.

Los 600.000 asistentes estimados equivalen a casi la mitad de la población de este país de 1,3 millones de habitantes, según comunicó el Vaticano citando una estimación de las autoridades locales.

Los fieles llegaron al amanecer, equipados con paraguas de colores amarillo y blanco, los colores del Vaticano, para protegerse del intenso sol de la estación seca y asistir por la tarde a la celebración.

El resto de la agenda del Papa argentino para el martes incluyó reuniones con jesuitas y con una congregación de niños con discapacidades.

Este joven país es la tercera parada del pontífice en su gira de 12 días por el sudeste asiático, que dio comienzo en Indonesia, lo llevó por Papúa Nueva Guinea y culminará en Singapur luego de su paso por Timor Oriental.

El pueblo y los cocodrilos

"No puedo olvidar ese pueblo a los lados del camino, con los niños. ¡Cuántos chicos tiene este pueblo! Lo mejor que tiene este pueblo es la sonrisa de los niños", remarcó en la misa de hoy, refiriéndose a los miles de timorenses que se agolparon a su paso por las calles de la capital. "Un pueblo que enseña a sonreír a sus niños, es un pueblo con futuro", agregó

Durante su primer discurso frente a las autoridades timorenses, el papa había sostenido que lo más importante de un país es su pueblo. "Cuiden a su pueblo. Amen a su pueblo", sostuvo Francisco.

Al final de la ceremonia, el pontífice se refirió a "cocodrilos" en una metáfora improvisada sobre la necesidad de no ceder a malas influencias. "Tengan cuidado con los cocodrilos que quieren cambiar su cultura, su historia", dijo Francisco frente a la multitud, añadiendo que "no se acerquen a estos cocodrilos que muerden mucho".

No se trata de la primera vez que el argentino ha denunciado las "colonizaciones ideológicas y culturales" que pretenden "hacer que las personas pierdan su identidad y sean todas iguales", había aseverado el Papa durante una de sus misas en la capilla de la Casa de Santa Marta.

Y dio fin al oficio ofrendando paz al pueblo y remarcando la importancia de cuidar a los ancianos así como a los más jóvenes. "Les deseo la paz. Les deseo que sigan teniendo muchos niños, que la sonrisa de este pueblo siga siendo los niños. Cuiden a sus niños, pero también cuiden a sus ancianos, que son la memoria de esta tierra", concluyó el argentino.

El impacto de la recibida

Desde su llegada al país el lunes, multitudes se congregan en las calles para saludar al convoy del Papa, gritando y ondeando banderas en un ambiente eufórico. Todos los actos presididos por el Sumo Pontífice son acompañados por el movimiento de multitudes.

Este júbilo generalizado refleja el entusiasmo generado por la visita del Papa en este país, donde un 98% de la población profesa la fe católica. La gente se sube a techos y postes para recibir una bendición o ver de lejos a Francisco.

En Dilli, el retrato del jesuita argentino está por todas partes, en autos, vallas publicitarias, ropa y vidrieras.

Es la primera vez que un papa acude al pequeño país desde su independencia de Indonesia. Antes había sido visitado por Juan Pablo II, cuando aún era una provincia de Yakarta.

"Es un orgullo para nosotros. Es una bendición de Dios para nosotros, para la gente de esta tierra", dijo Atanasio Sarmento de Sousa, miembro del comité organizador de la visita de Francisco.

La incipiente democracia es también una de las naciones más pobres del mundo que, sin embargo, se gastó 12 millones de dólares para renovar su capital antes de la visita de Francisco.

Este costo ha provocado algunas críticas en Timor Oriental, donde grupos de activistas también denunciaron que se derrumbaron algunas casas en la zona donde se celebró la misa. El gobierno rebatió que habían sido construidas ilegalmente.

Las autoridades también desalojaron a los vendedores ambulantes y a las personas sin hogar de las zonas por las que debía pasar el Papa.

"Vinieron a requisar los productos que vendemos e inmediatamente usaron la violencia contra nosotros", explicó Januario Soares, que vendía ropa de segunda mano en la calle.