La escena remitió fácil e inmediata a la película Relatos Salvajes, pero ocurrió anteanoche, en pleno cruce de peatonales: el conductor de un auto avanzó en zona prohibida y terminó por arremeter con coche contra la pared de vidrio del Banco Nación. Una vez superada la sorpresa de semejante situación, vinieron las explicaciones de la actitud del hombre que, al final y aunque empuñaba un cuchillo al bajarse del auto, se entregó manso a la policía. La propia pareja del automovilista explicó que todo fue la desesperada idea de represalia contra la entidad de crédito por un dinero que le tienen retenido. Desde la gerencia del banco negaron tal cosa e incluso negaron que el muchacho sea cliente.

La sorpresa asaltó a las 20.30, una hora en la que huyen del microcentro los rezagados de la jornada. Un Chevrolet Corsa de tres puertas, modesto y oscuro, apareció desde calle Santa Fe y, sin que nadie lo supusiera, dobló al revés por San Martín, subió a la peatonal para estupor de los no pocos transeúntes que lo vieron avanzar a discreta velocidad pero en flagrante y temeraria infracción. Antes de llegar al cruce con peatonal Córdoba, el conductor volvió a sorprender y encaró resuelto contra la pared de vidrio de la casa central del Banco de la Nación Argentina en Rosario. 

El paño de vidrio estalló fácil ante el topetazo y toda la esquina conoció por primera vez la estridencia de la alarma del Nación. Más por curiosidad que por conocimiento de lo que ocurría, algunos testigos se acercaron con el fin de ayudar al conductor atribulado. Enseguida apareció una docena de policías que acudió por el alerta.

Aunque el subjefe de la Brigada de Orden Urbana, Hugo Acosta, aseveró que el conductor estaba "completamente fuera de sus cabales", algún testigo de la escena lo describió como "medio perdido, errático". Lo identificaron como Antonio Américo P., de 30 años. No intentó agredir a nadie y le entregó con resignación una daga corta con vaina que empuñaba al bajarse del Corsa.

Sí llegó a murmurarle una explicación a los policías que lo prendieron: "Por una discusión que tuvo durante el día aquí, no sabemos si de manera presencial o telefónica, esta persona está enojada con la entidad bancaria. Por eso decidió tomar la medida de ir con su auto y atropellar el vidrio. Dijo que quería ingresar al banco", explicó el comisario Acosta.

En esos momentos llegó la pareja de Antonio P., y con la angustia a cuestas pasó en limpio los motivos de su marido. Junto al auto estrellado contó que en esa sucursal del BNA les tenían retenido desde el viernes pasado un dinero con el que debían contar. Y que por esa razón –aseguró la mujer– no habían podido ni comprar comida.

La mujer contó que su pareja la había hecho descender del auto unas cuadras antes y que ella sospechó que él parecía resuelto a tomar alguna decisión extrema. A eso el jefe policial le sumó una infidencia que constará en el sumario: el muchacho tiene algunos antecedentes de resistencia a la autoridad y lesiones mutuas, según dijo. 

El gerente del banco acudió antenoche y ayer se hizo ver supervisando el reemplazo del panel destrozado por otro provisorio. Y a la prensa le reiteró la primera versión: que desconoce a Antonio P. como cliente de esa sucursal, y menos que se trataba de una represalia por una solicitud de crédito rechazada. 

Sí evaluó el ejecutivo bancario que el incidente podría haber sido peor si el conductor atropellaba la vidriera a mayor velocidad. Podría haber atravesado el blindex y seguir en caída libre hacia el subsuelo del edificio, donde se encuentra el salón de atención y cajas.

Fue previsible la relación de este episodio con el de "Bombita", el ingeniero experto en explosivos que encarna Ricardo Darín en Relatos Salvajes, o en el ciudadano común y corriente que interpreta Michael Douglas en Un día de furia y que se rebela en grande por esa misma clase de cosas. Pero Rosario hace un mes tuvo otro antecedente parecido, aunque al parecer más premeditado, y fue cuando Juan Manuel Medina sobrevoló la planta de Air Liquide –de donde había sido despedido meses antes luego de 14 años de empleo– y se inmoló al estrellar de punta la avioneta de la que había despegado un rato antes desde el aeroclub de Alvear.

Tal relación despertó el análisis de un comentarista en redes sociales: "La otra vez un flaco se tiró en avioneta contra la fábrica en la que había trabajado. Ahora esto. Rosario le anticipa al país las cosas que pueden hacer muchas personas con alto grado de desesperación", reflexionó.