Herenia no se fue, sigue acá entre nosotros con sus banderas bien altas. Como decía Hebe, a las Madres de Plaza de Mayo las parieron sus hijos desaparecidos. Y a la mujer de ojos claros y pañuelo ajustado a la cabeza, tan sabia como serena, la parió Santiago. De seis hermanos, él era el segundo entre cinco varones y una mujer. Herenia lo buscó 47 de sus 97 años, perseverante y entera. Parecía frágil por fuera, pero por dentro era una roca. Como todas esas mujeres que sacudieron a la dictadura cívico-militar con su compromiso de lucha y tantas marchas que hoy ya superan las 2.400. Tenía una claridad meridiana para recordar detalles precisos de su tragedia. Una tragedia que también incluyó a su nuera, Cecilia Eguía, hasta hoy desaparecida como su pareja.

Santiago Sánchez Viamonte, militante político, estudiante de Arquitectura, empleado de una inmobiliaria y figura de La Plata RC por su destreza para el rugby, es uno de los 152 jugadores de ese deporte, detenidos-desaparecidos o asesinados en todo el país, incluso antes del régimen militar. Como Hernán Rocca, capitán de su equipo acribillado a tiros por una patota de la CNU en marzo de 1975 y primo de Santiago.

La última investigación en progreso sobre atletas federados víctimas de la dictadura genocida, arroja un dato curioso que es una pintura de época. Aquel número de rugbiers alcanza al 70 por ciento de los deportistas que fueron víctimas del terrorismo de Estado. Ya supera los 220. Hay futbolistas, nadadores y nadadoras, ajedrecistas, jugadores de vóley, tres boxeadores, dos chicas del hockey sobre césped, un gimnasta, un tenista y varios casos más. ¿Por qué hay tantos en el rugby?, es la pregunta que interpela y que admite más de una respuesta sin que hayamos llegado a una conclusión definitiva.

Santiago era “medio scrum, pero podía jugar de apertura, insider…”, lo recordó Diego en 2006, uno de sus hermanos menores. Herenia contó unos años después que como alumno “no se destacaba en la Secundaria pero nunca se llevaba materias”. Lo contaba con naturalidad, por su formación como maestra y profesora de Historia y Letras. Había llegado a ser vicedirectora de una escuela y fundadora de otra. Su hijo, el Chueco, como lo apodaban en el club, había pasado por el Colegio Nacional de La Plata, que homenajea a cada estudiante desaparecido con el nombre de un aula. Se recibió de bachiller en 1970 y en Arquitectura dio su último final en marzo de 1975. Un año después sobrevendría el golpe de Estado.

El hijo que buscó Herenia casi la mitad de su vida había nacido el 20 de julio de 1952, el día del amigo. Veinticinco años después un grupo de tareas lo secuestró el 24 de octubre de 1977 de un departamento de Mar del Plata. Ya vivía en la clandestinidad con su compañera Cecilia, la mamá de sus hijas Verónica y Celina. La pareja y dos compañeros de equipo en La Plata RC, Pablo Balut y Otilio Pascua, desaparecieron juntos.

Verónica, su hija mayor, contó para una serie documental sobre deportistas desaparecidos que “no tenía blanqueada la militancia” en el club. La familia se mudó a la costa porque su casa en La Plata había sido marcada. La Concentración Nacional Universitaria, una organización peronista de extrema-derecha que operaba en La Plata y Mar del Plata y asesinó a decenas de militantes de la JP y de varios partidos de izquierda, le pintó la vivienda a Santiago y Cecilia con la sigla CNU.

Sánchez Viamonte militaba en el Partido Comunista Marxista Leninista (PCML) que terminó infiltrado por la Dirección de Inteligencia de la Policía de la Provincia de Buenos Aires (DIPPBA) y diezmado por la represión ilegal. Herenia nunca dejó de buscar a su hijo y su nuera. Puso a salvo a sus nietas Verónica y Celina pero nunca encontró a sus padres.

Claudio Gómez es autor del formidable libro Maten al rugbier y escribió de Santiago, ese pibe que parió a Herenia en la alegoría de Hebe, como “el mejor jugador que alguna vez se haya puesto la camiseta amarilla” de La Plata Rugby Club.

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