“Conocí a Celina Murga a través de la Iniciativa Artística para Mentores y Discípulos de Rolex, de la cual participé en los años 2008 y 2009. Elegí a Celina entre todos los candidatos que me enviaron porque quedé muy impresionado con sus dos películas Ana y los otros y Una semana solos. Trato de ver cuantas películas de todo el mundo me sea posible, y creo que ambos films son inusuales en cuanto a su temática, extremadamente sutiles a un nivel dramático, muy cercanos a la realidad documental de los mundos de sus personajes y están realizados muy cuidadosamente. Las dos películas tienen sus raíces en la vida cotidiana, pero al mismo tiempo destilan un refinado sentido del drama”. Las palabras, recientes, pertenecen nada más y nada menos que a Martin Scorsese, quien apadrinó a la realizadora entrerriana Celina Murga durante la realización de su tercer largometraje de ficción, La tercera orilla (2014) y ahora, una década más tarde, vuelve a hacerlo en El aroma del pasto recién cortado. Luego de estrenarse a nivel mundial en el Festival de Tribeca, donde ganó el premio al Mejor Guion, el film formará parte de la competencia Horizontes Latinos del Festival de San Sebastián, en paralelo a su lanzamiento en salas de cine argentinas el próximo jueves 19.

Veintiún años después de la presentación en el Bafici de su ópera prima, Ana y los otros, que a la distancia conserva todas sus cualidades de obra representativa de aquello que solía llamarse Nuevo Cine Argentino, la quinta película de la cineasta nacida en Paraná en 1973 parece dar un paso firme hacia un estilo de cine abierto a un público más amplio, sin que ello implique relegar las ambiciones personales. A grandes rasgos, El aroma del pasto recién cortado, una coproducción entre Argentina, Alemania, México, el Reino Unido y Uruguay despliega en paralelo dos historias matrimoniales que, de manera especular, son marcadas por una infidelidad. Eso que, tiempo atrás, solía denominarse, no sin rasgos de vergonzosa imputación, como adulterio. Protagonizada por Joaquín Furriel y la mexicana Marina de Tavira –la actriz de Roma, de Alfonso Cuarón–, acompañados por los uruguayos Romina Peluffo y Alfonso Tort como sus respectivas parejas, la película de Murga describe con atención al detalle el vínculo de ambos matrimonios, con especial énfasis en el antes, el durante y el después de las “aventuras” sexuales y sentimentales, atravesadas además por la profesión de docentes de los protagonistas.

El título se explica a sí mismo, por pertenencia a un mismo ámbito: Pablo (Furriel) y Natalia (de Tavira) son profesores en la Facultad de Agronomía, docentes de distintas cátedras que nunca se cruzan a lo largo de las casi dos horas de proyección. En el comienzo, Pablo les pide a los alumnos que examinen el color y la textura de la muestra de tierra que tienen delante suyo, analizando el contenido luego de pasarlas por el tamiz. En el grupo de jóvenes está Luciana (Verónica Gerez), con quien en breve el profesor comenzará una relación inevitablemente signada por el secretismo. En paralelo, Natalia comienza a mostrarse algo incómoda por la cercanía de Gonzalo (Emanuel Parga), incomodidad que bastante tiene que ver con sus deseos hasta ese momento reprimidos. En casa, la vida cotidiana de ambos se parece a la mayoría de las convivencias que llevan muchos años de vínculo cercano. Nada fuera de lo común: son casados con hijos y la rutina, las obligaciones y la necesidad de llegar a fin de mes no hacen poca mella en el día a día y en el noche a noche.

“La película tuvo muchas etapas”, recuerda Celina Murga, haciendo hincapié en el hecho de que desde la idea original hasta el montaje final transcurrieron casi siete años. “Y fueron ocurriendo cosas que se dieron de manera virtuosa, a mi criterio. La idea original surgió allá por 2017, cuando toda la situación de la lucha por el aborto legal estaba en su apogeo. Una época muy álgida de discusiones en torno al feminismo, con posiciones muy virulentas, extremas. Ese germen fue compartido con Juan Villegas, coguionista y uno de los productores de la película, y juntos comenzamos a pensar por qué no hacer una película que tuviera a un hombre y a una mujer siguiendo un recorrido similar. Hacernos ciertas preguntas. ¿Las mujeres son todas buenas o todas malas? ¿Los hombres son todos buenos o malos? Siempre en relación a la idea de género. Desarmar ese lugar tan polarizado que parecía muy instalado en ese momento. Esas primeras cuestiones fueron las que definieron el dispositivo en espejo de El aroma del pasto..., y el hecho de instalar ambas historias en el mundo académico tenía que ver con ubicarlas en un espacio naturalmente conflictivo y desafiante, sin respuestas sencillas”.

CELINA MURGA FOTO DE ALEJANDRA LOPEZ
 

CASADOS CON HIJOS

La edad de los protagonistas no quita lo maduro de la narrado, pero es bien cierto que El aroma del pasto recién cortado es la primera película de Murga cuyos personajes centrales transitan la mediana edad. En Ana y los otros la heroína, una veinteañera aporteñada, regresaba a Paraná para reencontrarse con un puñado de amistades y, tal vez, un amor del pasado. Una semana solos describía las jornadas estivales de un grupo de niños y púberes encerrados en una casa con pileta en un barrio cerrado, en tanto que Escuela normal, el único documental de la realizadora hasta la fecha, registraba la cotidianeidad de un grupo de alumnos en una escuela secundaria de Entre Ríos. La tercera orilla, finalmente, enfrentaba a un adolescente con la doble vida familiar de su padre, un respetado médico de pueblo. Originalmente, el quinto largometraje de Murga iba a ser un proyecto de escala mucho menor, pero “después llegó la pandemia y pasaron cosas. Hubo un bache forzado, pero eso nos permitió seguir escribiendo, casi durante dos años. Y ahí se fueron sumando capas a la historia: surgieron los conflictos personales de los personajes y hacia el interior de cada pareja y también de la familia. Además, otra cosa, que está bueno plantear: preguntarse qué es un matrimonio, cómo se sostiene y qué pasa cuando los seres humanos relegan, en función de mantener una familia, los deseos y los lugares individuales. Personajes que se enfrentan a un momento en el cual esa lucha entre la necesidad individual, el tener un lugar propio, y lo familiar empiezan a ponerse en tensión. Creo que es algo que la mayoría de las parejas enfrentan de una manera u otra, y que está relacionado con el crecimiento de los hijos. Es un momento de la vida en el cual mantener el tren familiar en movimiento te va llevando puesto, y pueden aparecer esas preguntas. ¿Con quién estoy? ¿Quiero estar acá? ¿Me sigo eligiendo con esta persona? ¿Cómo soy yo hoy? Me interesa que la película transmita eso, que somos personas dinámicas, que vamos cambiando, y que a veces no hay ni tiempo ni espacio para hacerse esas preguntas, que más tarde o temprano surgen”.

Celina Murga admite que las cuestiones ligadas al género y el feminismo comenzaron a pasar a un segundo plano. Lo mismo el dispositivo en espejo que, a pesar de seguir marcando el ritmo del montaje de toda la película, no eclipsa el derrotero de los personajes. “Eso está bueno, porque esa idea especular era muy fuerte como idea conceptual y podría haber tapado a los personajes y a la historia que se cuenta. Ese era el desafío: que la película, que no deja de ser de tesis, no fuera totalmente tomada por el mecanismo. En otras palabras, que la gente pueda conectarse con los personajes sin tener la tesis por delante, en la jeta. Esa fue la gran apuesta, tanto en la instancia de escritura del guion como, sobre todo, durante el montaje. Teníamos mil opciones diferentes a la hora de editar la película, y fue una reescritura muy fuerte esa etapa”.

Natalia vuelve a juntar los pares de medias que el lavarropas separó; su esposo Hernán consulta por una camisa gris que quiere ponerse para una entrevista de trabajo el día siguiente. “Nunca usás esa camisa”, es la respuesta. Leer un libro, ver una película en la notebook, coger. Opciones nocturnas que se le aparecen a la pareja. Ninguna llega a buen puerto. Se intuye un cansancio, incluso cierto hastío, y el resultado es una escapada a la facultad, previo armado de un bolsito con dos o tres cosas. “¿Otra vez lo mismo?”. En el otro hogar, el que comparten Pablo y Carla, la conversación sobre las chances de conseguir un nuevo empleo si se es hombre o mujer genera algún roce, acrecentado por la presencia de uno de los hijos en la cama (tablet en mano, desde luego). “Me pongo como quiero, soy yo la que estoy buscando trabajo”.

 

Al día siguiente, tanto Pablo como Natalia comienzan un nuevo y estimulante vínculo, en ambos casos con alumnos de menor edad que ellos. Un redescubrimiento del deseo, del ser deseado, de sus propios cuerpos en relación con otros. El espejo narrativo, nunca intrusivo, de manera natural, señala similitudes y diferencias, puntos de encuentro y disidencias. Tal vez el único momento donde el “dispositivo” se hace más evidente es durante una instancia tardía, el encuentro por separado del rector con los dos docentes. Las situaciones son, a priori, idénticas, pero la elección de las palabras y las reacciones son sutilmente diferentes. “Ese es el momento clave donde la película, y de alguna manera yo misma, instala con fuerza cómo se mira a un género y al otro. Me interesaba plantear como los hombres y las mujeres actuamos los roles de género en la vida cotidiana, en la familia, y también en el ámbito institucional. Cómo es mirado un hombre y cómo se mira a una mujer en ese tipo de circunstancias”. Para Murga, la cuestión de la infidelidad en términos dramáticos “es espectacular, porque a cada persona esa situación le toca de manera diferente. Pero además, en el caso de estos personajes, su suma la cuestión del poder entre docente y alumno. Son cosas que se superponen al romance en sí mismo”.

LA INFIDELIDAD COMO SÍNTOMA

La incomodidad de Pablo se transparenta cuando un encuentro con su amante deviene en reunión social con un grupo de amigos. Sin explicitarlo con palabras, la mirada del protagonista, toda su actitud corporal, denota una reacción física a una situación imprevista. ¿Acaso hay culpa además de contrariedad? Natalia pasa por una situación similar, pero su respuesta a la novedad es de otra índole. El aroma del pasto recién cortado entra así en una zona en la cual las emociones y sentimientos, a veces encontrados, comienzan a mezclarse y a generar un pequeño e invisible terremoto en las vidas cotidianas de los personajes. Murga admite que se trata de una película diferente a sus trabajos previos, pero al mismo tiempo cree firmemente que no cedió ante la complejidad de la/s historia/s y los personajes, “más allá de las necesidades funcionales de un guion. También fue un desafío en términos de producción, en el sentido de que es una película con cinco países coproductores, y eso, a diferencia de mis películas previas, me llevó a pensarla diferente. A abrir el juego y a escuchar más. Lo más desafiante fue seguir manteniendo mi propia voz, contar la historia como a mí me interesaba hacerlo, pero haciendo lugar a esa estructura diferente”. A pesar de ello, Murga afirma que la elección de Marina de Tavira no fue una imposición de la coproducción: “Fue al revés. Ella entró primero en el proyecto y fue después que se sumó la productora mexicana. La había visto en Roma, de Cuarón, y me había encantado. Tuvimos un encuentro por Zoom, hicimos una lectura del guion y fue fantástico”.

 

El aroma del pasto recién cortado está signada por la infidelidad de los personajes, pero Celina Murga no cree que ese sea el tema central de la película. “Hay algo de todo eso que me genera mucha impresión. De hecho hay gente que dice cosas brutales, todo esa cuestión de los ‘cuernos’, y lo ven como algo que está siempre en primer plano. Yo tengo una visión bastante personal y concreta: en historias como esta, la situación de la infidelidad es absolutamente menor. Me parece que en las dos historias las infidelidades son el resultado de una situación preexistente. Pienso que una infidelidad suele manifestar otra cosa en una relación de pareja, y lo más doloroso es eso otro, no la ‘traición’ en sí, que es algo que tiene que ver con la posesión. Son cosas con las que no comulgo y de las que me parece bueno hablar. Hay mucho alrededor de la institución matrimonial que está mal. Son lugares que no hacen bien. No creo que sea lo más importante en un vínculo. Tal vez lo más delicado de la película tenga que ver con cómo contar eso con ese matiz, que el espectador no se quede con la idea esa de ‘ah, él es un traidor, ella es una infiel’. Lo importante, y tal vez muy difícil, es entender que son cosas que tienen que ver con la dificultad de hablar, de expresarse y de hacerse cargo de algo que está roto. Si asumimos que la vida es cambio, por qué pensamos que un vínculo es para siempre. Seguimos muy arraigados a esa idea. La idea de matrimonio que tenemos desde hace miles de años es antinatural”.