“Para hacer literatura hay que saber callarse a tiempo: en la literatura, como en la vida, el silencio está cargado de sentidos”, sostenía Liliana Bodoc, referente de la literatura fantástica en nuestro país y autora de quince títulos en los que dio forma a un universo propio.

Bodoc descubrió las resonancias del silencio de muy pequeña y en circunstancias difíciles: tenía cuatro años cuando su familia se mudó desde su Santa Fe natal a un barrio fabril de Mendoza, y allí murió su madre, cuando la escritora tenía apenas siete. En ese paisaje “devastado”, también por la falta de respuestas, surgió su temprana inclinación al aislamiento y la vocación de inventar historias.

“Cuando murió mi madre tomé la costumbre de mentir. Pero no mentía en mi favor, fabulaba, era mi forma de hacer literatura. Porque, la verdad, es que una miente para decir la verdad”, explicó Bodoc en 2012, en el marco de una charla TEDx Río de La Plata. Y esa es la primera de las tres conferencias que reúne un breve y poderoso volumen: La literatura en los tiempos del oprobio, que publica el sello Sudaca, un libro que rescata la cosmovisión de la autora fallecida en 2018 y que dio sustento a su obra. Indirectamente, el libro también le rinde tributo: es una invitación a sumergirse en su pensamiento.

El título no está disociado de la coyuntura en la que aparece: en tiempos en que la violencia se cierne sobre los hacedores de la cultura, de la literatura y de las artes, la palabra de Bodoc resuena y es un llamado a la reflexión y también, o, sobre todo, a la acción.

La autora de La saga de los Confines (compuesta por las novelas Los días del Venado, Los días de la Sombra y Los días del Fuego) y de la trilogía Tiempo de dragones, entre otras ficciones que le hicieron ganar popularidad en el país y en el extranjero (Ursula K. Le Guin le escribió cierta vez: “Vuelvo a casa de dos viajes. Los suyos me llevan más lejos”), imaginación, lenguaje, política y poética son dimensiones que se entraman de manera inevitable.

Estaba convencida de que la palabra literaria, con su fenomenal potencia, nunca es apolítica, y que “decir es hacer, decir es transformar", y así lo expresa en este pequeño pero poderoso volumen de 50 páginas. “Entonces, la pregunta que todos nos hacemos, pero muy especialmente los escritores es ¿debe la literatura salir en defensa de la palabra atropellada?”, nos interroga. Y se responde que la historia grande de la literatura es un ejemplo permanente del compromiso político de los autores -del novelista, el dramaturgo, el poeta-, siempre en relación con su tiempo.

La literatura en tiempos del oprobio se torna oportuno en tiempos en que la cultura es azotada por políticas y discursos que descreen de ella o -lo que es más probable- temen su poder transformador. En ese sentido, Bodoc también confiaba en que, siempre que se cierna sobre el arte una sombra amenazante, “la palabra poética sea una balsa que nos mantenga en la superficie”.


Creía, además, que la poesía es una vía de entrada a una forma particular de conocimiento, diferente al que alcanza la ciencia. “La poesía es solo un silencio rodeado de las palabras precisas”, definió. Y para graficar hasta qué punto estaba segura de que las palabras pueden movernos de lugar, interpeló: “¿Ven que no pasó nada acá, no sucedió ninguna cosa? No se movió ningún objeto. Solo palabras. Solo palabras que de verdad pueden generar que la realidad se transforme, esperemos que siempre para mejor. Creo que la palabra de verdad nos hace libres. Y que de verdad si alguna vez nos toca quedamos sin palabras, que sea porque estamos maravillados y no porque estamos vacíos”.

En la segunda de las conferencias que recupera el libro, y que Bodoc dictó en la Universidad de Cuyo en mayo de 2016, arriesga que “el arte contribuye a darle a la sociedad en donde se produce una dirección sensible”.

Nuevamente, no es casual que en ciertos contextos políticos -los más reaccionarios y ultras- asuste tanto la potencia del arte para actuar sobre lo real, y el arte y la cultura sean vilipendiados. Para Bodoc, esto ocurre precisamente, porque “el arte incrementa la densidad ética y estética de aquellos a quienes alcanza”. La educación también, por eso la escritora consideraba que el acceso a ella “no es un gesto de generosidad sino de justicia”.

La literatura en tiempos del oprobio -que da título a este volumen- fue el nombre elegido para su ponencia en las XVII Jornadas de “La literatura y la escuela”, dictada en Mar del Plata en 2017. Allí, apenas un año antes de su muerte, Bodoc vuelve sobre el mismo punto y lo amplía: “La palabra no es apolítica -señala- porque la especie humana no es apolítica, por lo tanto el lenguaje humano no es apolítico”.

Si la palabra es política, si el lenguaje lo es, y además es transformador, entonces la palabra es acción, y “decidir el lenguaje es decidir lo que somos y hacemos”. Y por eso, “en tiempos en que hay un ataque a la ficción, contra la educación plural y sensible, contra la gracia y la ternura, nos toca como nunca decidir el lenguaje y ejercerlo con el mayor coraje: a eso le llamo yo poesía”, dice.

El libro actualiza sus ideas en tiempo presente y -siguiendo su razonamiento- despliega el poder transformador de la propia Bodoc.

Ni el arte ni la educación se proponen adornar lo real sino actuar sobre lo real”, concluye la autora, confiada en su poder emancipador. Y aporta un ejemplo gráfico: “Cuando Picasso pintó el Guernica, ¿pretendía adornar una pared o resignificar la realidad de la guerra? De igual modo -argumenta-, un maestro no pretende adornar al niño con preciosos saberes sino actuar sobre el adulto que un día va a ser; en todo caso, incrementar en ese ser humano la densidad ética y estética.”

Finalmente, esta obra recupera y reproduce una entrevista de la revista Catalejos, de 2016. Y volvemos a escuchar a la escritora, a la intelectual: “Creo que lo mejor que puede pasarnos como escritores es tener claridad, tener conciencia de esa fuerza política del relato, y de esa fuerza política de la ficción. Y, un paso más allá, de la ficción fantástica: tener conciencia y conducirlo, ser auriga de ese poder político.”

Un auriga era quien debía conducir la biga, vehículo ligero tirado por dos caballos, que era el medio de transporte en la antigua sociedad romana. Con esa figura Bodoc se representa al autor y así lo equipara a un conductor de destinos.