Además de (volver a) contar su historia, la historia que la tiene “detenida” en el proceso de juzgamiento a los genocidas de la Aeronáutica de la Zona Oeste del Conurbano bonaerense que secuestraron y desaparecieron a su mamá y a su papá y se robaron a su hermano durante la última dictadura, Mariana Eva Pérez ayer le hizo varios pedidos a la Justicia, en esta ocasión representada por el Tribunal Oral Federal número 5 de San Martín, a cargo del juicio de lesa humanidad contra cinco miembros retirados de esa fuerza. Pidió que se “extremen todas las herramientas al alcance” del Tribunal para que el tiempo no siga transcurriendo sin que toda la estructura de la Regional de Inteligencia “Buenos Aires” (RIBA) sea citada a declarar. “No podemos seguir esperando, fallecen las víctimas y fallecen los imputados. Sobre todo quienes fuimos las infancias”, se quejó. En ese sentido, insistió en ser reconocida como víctima por derecho propio, no solo como hija de desaparecides: “Necesito que la Justicia me ponga a mí en el lugar que corresponde”, exigió.
El turno de Pérez ante el TOF 5 de San Martín llegó pasado el mediodía del martes, la segunda jornada del juicio que se conoce como “Mansión Seré IV” y que incluye acusaciones contra cinco miembros de la Fuerza Aérea por su responsabilidad en secuestros, torturas y abusos sexuales, entre otros delitos, cometidos en lo que se denominó “Subzona 16”. El circuito represivo estuvo encabezado por Seré y abarcó varios centros clandestinos. Entre ellos, la RIBA, donde Patricia Julia Roinsiblit y José Manuel Pérez Rojo, la mamá y el papá de Pérez, estuvieron secuestrados.
El suyo inauguró la etapa de testimonios del debate, aunque no fue su primera vez en un juicio de lesa humanidad por los crímenes que ella, su familia directa y su familia ampliada sufrieron durante la última dictadura. Lo que sabe, lo que pudo reconstruir, lo que remendó a lo largo de toda una vida de investigación constante sobre el secuestro de Patricia, de José Manuel, de su hermano nacido en cautiverio y el suyo propio, una beba de 15 meses, cometido por una patota de militares el 6 de octubre de 1978, entonces, ya lo había expuesto hace casi diez años cuando los tribunales de San Martín juzgaron y condenaron al titular de la Fuerza Aérea Omar Graffigna, al jefe de Inteligencia de esa fuerza, Luis Trillo y al “cocinero” de la RIBA y apropiador de Guillermo Pérez Rosinblit –nacido en la ESMA–, Francisco Gómez por los hechos que, en esta ocasión, se le imputan a Juan Carlos Vázquez Sarmiento, jefe de Contrainteligencia de la Aeronáutica.
Ayer, volvió a contarlo la testiga, querellante y víctima de los crímenes, aunque la Justicia aún se resista a reconocerla como tal. Aquel 6 de octubre de 1978, Pérez se encontraba al cuidado de su mamá, Patricia Roisinblit, en el departamento en el que por entonces vivían, en la calle Gurruchaga de la Ciudad de Buenos Aires. Roisinblit estaba embarazada de ocho meses. José Manuel Pérez Rojo se encontraba ese día trabajando en la juguetería que gestionaba con Gabriel Pontnau, en Martínez. Hubo un operativo en cada punto, la patota se llevó a les cuatro. Horas después, a Pérez la entregaron en la casa de su familia paterna; la recibió el primo entonces adolescente de José Manuel, Marcelo, quien vio “muchos autos” y a Patricia y a José Manuel en ellos. Marcelo pudo reconocer entre los “hombre de civil, algunos con Ray Bans”, reprodujo Pérez en su testimonio, a Vázquez Sarmiento. Patricia, José Manuel y Gabriel están desaparecides. El departamento de Gurruchaga fue saqueado. Igual la juguetería y los dos depósitos en los que el padre de Pérez y su socio guardaban mercadería.
Mientras Pérez hablaba, Vázquez Sarmiento, “el Colo”, daba vueltas por el cubículo del penal de Ezeiza destinado a teleconferencias desde el que presenció la audiencia. La transmisión de los medios comunitarios La retaguardia y FM en Tránsito mantuvieron pantalla partida entre la sala judicial donde la testiga relataba cómo y cuán grande fue y es el impacto del genocidio en su vida, y la cárcel donde el represor y apropiador cumple arresto desde que fue capturado, en octubre de 2021, tras permanecer casi 20 años prófugo.
Durante la primera parte de la jornada de debate, el represor y apropiador –cuenta con una condena por la apropiación de Ezequiel Rochistein Tauro, nieto que restituyó su identidad en 2010– se negó a declarar como casi todos los otros acusados –Juan Carlos Herrera, José Zyska y Ernesto Lynch–. También se preocupó por mostrarse algo desorientado y hasta solicitó un paso por la enfermería a lo largo de la audiencia. Su rol como secuestrador y apropiador de bebés fue eje central de la jornada, que tocó los hechos que tuvieron a la pareja Roisinblit-Pérez Rojo como víctimas. Él es el único acusado por esos hechos.
El acusado que sí declaró fue Julio César Leston, quien se desempeñó como cabo en la RIBA y tuvo un vínculo estrecho con Vázquez Sarmiento. De hecho, Leston aportó fundamentales datos para la localización no solo de Guillermo Pérez Rosinblit, sino también de Ezequiel Rochistein Tauro, de quien fue padrino. “Yo le pido a Leston que por favor rompa el pacto de silencio, acá no dijo todo lo que declaró en instrucción”, advirtió a su turno Pérez, a quien habilitaron a escuchar la indagatoria del militar a pesar de que la defensa intentó impedirlo.
La deuda con las infancias
Mariana creció al cuidado de sus abuelas y abuelos. Junto a Rosa Tarlovsky de Roisinblit, su abuela materna, se sumó a Abuelas de Plaza de Mayo desde preadolescente recién estrenada. Con el tiempo dejó de solo acompañar a Rosa y comenzó a trabajar en la organización. Recibía denuncias anónimas sobre posibles casos de apropiación, fue una de las impulsoras del Archivo Biográfico del organismo. Fue de las primeras en escuchar la denuncia que finalmente conduciría a la restitución de la identidad de Guillermo; lo contactó de manera individual e impulsiva, fue apercibida por ese comportamiento. Impulsó la querella por el secuestro de su mamá y su papá, investigó y reconsturyó la estructura de la RIBA, buscó testigos, trabajó exhaustivamente para que aportaran testimonios a la investigación judicial.
Y cuando culminó el primer juicio por los crímenes de la RIBA, consideró “ejemplar” su sentencia, plagada de indicaciones de medidas a la Justicia para que se profundizara la investigación, para que fuera por más. “No se cumplió prácticamente ninguna de esas medidas en todos estos años. Si no fuera porque Vázquez Sarmiento apareció y lo estamos juzgando a él, estamos en el mismo punto que en 2016”, se quejó Pérez. Hay sí, un avance: en este debate se le sumó a Vázquez Sarmiento no solo la acusación por el secuestro de la mamá y el papá de Pérez, el de Pontnau, compañero de trabajo de Pérez Rojo.
Lo que no logró, aún, Pérez, fue que su secuestro sea incorporado. Algo que viene solicitando desde hace mucho tiempo. "Necesito que la Justicia me incluya a mí en el lugar donde corresponde, en ese departamento que era mi casa, de donde me llevaron no sé si en brazos de mi mamá. No sé si me separaron de mi mamá. No sé lo que pasó conmigo todas esas horas, son el agujero negro de mi vida", exigió y concluyó: "Hay tantas cosas que a mí me pasan que están mal y que tiene que ver con esas horas de mi vida que me faltan. Yo no era la estufa. Soy una persona, yo estaba ahí, a mí me llevaron". Son muches que piden lo que ella.