-¡Vendidos! ¡Panqueques..! ¡Traidores!-, grita Lili contra las rejas que protegen el ingreso al Congreso. Esta psicóloga de 72 años, porteña, integrante del Plenario de Trabajadores de Jubilados, tiembla de bronca cada vez que alguien con aspecto de diputada o diputado se acerca a la puerta de Rivadavia 1864, paso obligado para quien quiera entrar a la sesión. Son las diez de la mañana, falta una hora para que la Cámara comience a tratar el veto de Milei al aumento de las jubilaciones --y para arranque en la plaza la manifestación opositora--. Los jubilados, que madrugaron, ya son un grupo numeroso que quiere ver llegar a los legisladores. No están solos: un enjambre de cronistas, fotógrafos, camarógrafos y asistentes registra la escena. Para moverse hay que pedir permiso y empujar un poco, pero de forma suave, porque de un lado están las vallas, y del otro una fila de policías impidiendo que nadie cometa el despropósito de bajarse de la vereda a interrumpir el tránsito, y en la estrecha franja del medio todas esas personas de 75, 80, ¡hasta 83 años! Usan un léxico incendiario que disimula la fragilidad de sus cuerpos, pero hasta ahí. Imposible no pensar que si hay empujones, alguno puede resultar lastimado.
Hace minutos, una diputada radical, interpelada por sus insultos, se detuvo antes de entrar al edificio y habló con los manifestantes de la tercera edad. Les dijo que había votado a favor de la ley y que estaba en contra del veto.
--Le exigimos explicaciones. ¿Sus compañeros de bancada qué van a hacer? ¿Qué tienen para decir los De Loredo y todos esos que andan cambiando el voto?… acá hay algo sospechoso, si se dieron vuelta es por algo, por un puestito, por un cargo o por la Banelco, pero algo pasó -colige Lili. Lleva colgado al cuello un cartel que exige “Votá contra el veto”.
Lili aportó toda la vida. Trabajó en Segba, la antigua empresa estatal de electricidad, hasta que Menem la privatizó y se quedó en la calle. Con la indemnización se reinventó, se inscribió en la universidad, estudió, se recibió de psicóloga, en el ‘96. Ahora, además de integrar su agrupación, milita en la asamblea barrial de Parque Patricios.
-No es falsa modestia, pero lo más activo de la asamblea somos la comisión de jubilados y la de ecología -señala.
La conversación se interrumpe por cuestiones de fuerza mayor: un señor de traje se ha acercado a comunicar a los jubilados que deben retirarse hacia la plaza porque la cuadra será vallada.
“¿No nos podemos quedar?”, consulta una mujer a uno de sus compañeros. Él opina que mejor no, que la indicación fue “andá a la plaza o los cagamos a palos”. “Nos van a cagar a palos igual”; anticipa ella, y él coincide con un “Sí… pero en la plaza”:
En la plaza susodicha está Ricardo. 83 años, integrante de Bastones en Rebeldía, una de las 35 agrupaciones que cada miércoles se reúnen frente al anexo de la Cámara baja para reclamar por un aumento de las jubilaciones como en los ‘90. Los días de manifestación, dan una vuelta al edificio y hacen un semaforazo.
Ricardo se jubiló como independiente. Fue corredor de comercio, ha vendido desde libros a baterías de cocina, también hizo formación de equipos de venta. “Toda la vida trabajando para llegar a viejo con una jubilación de 227 mil pesos que no alcanza para nada”, comenta. Mete la mano en un bolsillo y ofrece un volante. Lo mandó a imprimir él mismo y lleva por titulo una pregunta: “Humanidad, ¿Adónde vas?”
El volante invita a “reunirnos en en la plaza de nuestra localidad en el día y hora a acordar, a armar nuestros grupo de WhatsApp y ver la posibilidad de construir nuestros centros de jubilados para la lucha, teniendo en cuenta que todos somos jubilados (es una cuestión de tiempo)”. Ricardo no usa solamente la propaganda analógica sino también la digital, ya que la lucha lo llevó a abrir un canal de Youtube, el de Bastones en Rebeldía.
Para hacerse escuchar hay que ser mirado, y para ser mirado hay que encontrar cómo llamar la atención. Luis, de 75, vino a la marcha con un traje de hombre sandwich en el que se lee “Votaste a Milei, te querés cortar las” y reemplazando a la última palabra, dos globos de navidad. Fue gastronómico. “Trabajo desde los 16 años, como independiente, aporté lo que pude pero no llegué a juntar los 30 años, así que entré a la moratoria y cobro la mínima”, contó. Dijo también que vive en Lanús pero ama a la ciudad de Buenos Aires. “Mi lujo ha sido venir a caminar por avenida de Mayo, tomarme un café, comer una porción de pizza de parado. Ahora no puedo ni tomar el tren, me quedo en casa tomando mate”. Todos los sábados, gracias a un programa municipal de entradas gratis, va al teatro.
El esfuerzo que mejor le redituó fue construirse una casa siendo joven, por lo que hoy no tiene que pagar un alquiler. Además, en la parte de arriba pudo instalar a su hijo, con su nuera y una nieta. “Con la jubilación tengo para vivir 8 mil pesos por día. Hago la cuenta así desde que trabajaba en la gastronomía, al ingreso lo dividís por 30 y así sabés cuánto podés gastar. En mi caso, nada”. Opina que se equivocan los que apodan a Milei como el loco. “Loco es Charly García, que se tiró de un noveno piso a la pileta de un hotel. El loco se jode él; Milei no es loco, es otra cosa, es cruel y resentido”.
Con los Jubilados Insurgentes estaba Víctor. Su agrupación reúne a personas de militancias e ideas políticas variadas, que una vez por semana hacen asambleas por meet para debatir con jubilados de todo el país, y los miércoles se suman a la manifestación frente al Anexo. Los insurgentes no tienen autoridades porque creen en democracia directa y asamblearia frente al sistema de representación que este mediodía, con la sesión de Diputados, vuelve a exhibir su crisis.
--No tenemos grandes expectativas porque no le tenemos ninguna confianza al Congreso, que para poder votar algo se tiene que esconder detrás de las vallas-, aclara.
Víctor cobra menos que la mínima: la Pensión Universal para el Adulto Mayor, que es un 80 por ciento de la mínima. Ese es el modelo al que el gobierno de Milei, en sintonía con otras reformas jubilatorias en boga en otras partes del planeta, depara a los trabajadores que no tienen la suerte de entrar a la formalidad del empleo.
--El problema de los sistemas previsionales no es que los trabajadores no aporten, porque el aporte del que trabaja no es tanto; el problema es la enorme proporción de empresas que negrean a la gente. Les pagan en negro, tercerizan para evitarse gastos de aportes, pagan bonos no remunerativos. Los gobiernos se lo vienen permitiendo hace décadas y ahora, con la Ley Bases, la situación se agrava.
Víctor demanda “a las CTA y a la CGT que hagan más que esta marcha”. “Lo de hoy está bien pero es un granito de arena, necesitamos muchos más, tienen que convocar a un paro general. ¿Cómo puede ser que hoy se esté avanzando en una reforma laboral y no reaccionen?”, pregunta. Dice que no quiere menospreciar la movilización de los gremios y movimientos sociales, “está bien que estén acá. El problema es que están acá hablando pelotudeces, como cómo tiene que ser el próximo gobierno, cuando lo que hay que hacer es sacar a éste. Los métodos de lucha tienen que ir de acuerdo a cada situación, y nuestra situación es que este gobierno está rompiendo todo. Si no lo paramos, no nos va a dejar nada”.