Hay una parte del mundo donde no tanto el poder sino la propia insensibilidad del individuo genera un orden despótico y una reescritura de la realidad. Lo novedoso, en estas sociedades, es que ya no se lucha de manera violenta e incluso sangrienta para cambiar una realidad impuesta, sino que se borra esa realidad y se la reformula para adecuarla a una maleable sensibilidad indignada. Todo pasa a ser muy blanco, muy aséptico. Con picar un “hashtag” desde el sofá de casa creemos que ya hemos cumplido. Un día pagaremos (ya lo estamos pagando) esas vilezas disfrazadas de frivolidad.