Mujeres y personas LGBT enfrentan a un grave problema que afecta sin miramientos en todas partes del mundo: el acoso y el abuso sexual en espacios que “deberían” ser seguros.
Aumentan día a día las denuncias a ONGs y espacios de militancia por los DDHH en el ámbito internacional y la respuesta es una sola, el patriarcado existe en todos lados. El caso Dolkun Isa es una prueba más de esto.
La culpa de perjudicar la causa que se ha militado con el cuerpo, el miedo a ser juzgada por otros activistas, la sensación aplastante de denunciar un referente mundial y ante todo la estructura desigual de distribución del poder en un ámbito en el que todavía los principales roles de toma de decisión la mantienen varones cis heterosexuales son algunas de las causas por las que denunciar este tipo de situaciones se vuelve una pesadilla.
Uno de los casos más recientes es la denuncia contra Dolkun Isa, presidente del World Uyghur Congress (organización que defiende los derechos humanos de los uigures en China) por acoso sexual a la joven activista Esma Gün. El, 53 años, ella 22. Durante meses la acosó por mensajes en distintas redes sociales, intentando forzar encuentros privados que ella rechazaba constantemente. Las excusas que ella encontraba se volvían más débiles con el tiempo debido a que Dolkun Isa, siendo quien ejercía el máximo poder dentro de la organización podía sortear libre y perversamente todas las barreras posibles. El ciclo de impunidad termina siempre igual: él prohibiendo que ella “le cuente a alguien” mediante amenazas. Luego de radicarse la denuncia de Esma, otras dos estudiantes presentaron las suyas aunque de forma anónima por miedo.
El cúmulo de opresiones que se generan en estas instancias se vuelven inhumanas debido a los mecanismos que se instalan cuando se pone la lupa sobre referentes mundiales. Tanto Esma Gün como denunciantes anónimas de otros casos, incluso dentro de la misma organización (World Uyghur Congress), fueron acusadas desde de ser espías del Gobierno de China hasta de boicotear la causa. Al hostigamiento interno de otros activistas se le suma la falta de protocolos y de redes de contención que muchas veces no son más que una fachada.
¿Que pasó con Dolkun Isa? Sigue siendo presidente de la organización mientras que Esma Gün abandonó su militancia. Una situación clásica. Bastó con un twit de él pidiendo disculpas públicas para cerrar el capítulo. ¿Cómo alguien que se para frente a la comunidad internacional diciendo defender los derechos humanos vulnera los de sus mismas compañeras?
En los últimos años más de 30 casos de situaciones similares fueron relevados a lo largo de Asia, Europa y Estados Unidos en los que hombres cis-heterosexuales cometen delitos de esta indole sin consecuencias ni repudio. El silencio sigue siendo el patrón común ante el miedo y la culpa, y la falta de herramientas y formación de género un flagelo mundial que refuerza el techo de cristal instalado en todas las áreas de la sociedad. La tarea paralela de cada organización es hoy replantearse cuáles son los propios mecanismos de opresión.