Parafraseando al rosarino, “Brasil siempre estuvo cerca” podría servir como improvisado leitmotiv para comenzar a hablar sobre el cierre de la 28° edición del Florianópolis Audiovisual Mercosur (FAM), el festival de cine que todos los años se realiza en la capital del sureño estado de Santa Catarina. Porque a pesar de la distancia del idioma, que en muchas cosas funciona como una de esas barreras de puesto fronterizo, el cine consiguió una vez más que el diálogo se colara de contrabando, haciendo que durante los siete días que duró el festival todas las charlas sonaran en portuñol.

El FAM, que en 2024 se realizó del 5 al 11 de septiembre, lleva casi tres décadas de crecimiento continuo, siempre apoyado sobre las tres patas que sostienen a la industria cinematográfica: la educación, la producción y la exhibición. Por eso, como cada año la ciudad isleña volvió a convertirse en el punto de confluencia para estudiantes, productores, cineastas, críticos, guionistas, programadores, directores de fotografía, distribuidores, periodistas, docentes, montajistas de toda la región. Aquí exhibieron sus películas, compartieron sus proyectos en el 8° Encuentro de Coproducción Mercosur, discutieron políticas cinematográficas en el Foro Audiovisual Mercosur, y hasta aceptaron el desafío de filmar sus propios cortometrajes durante los días del festival, como lo hicieron los alumnos de escuelas de cine de toda Sudamérica que pasaron por el 6° Rally Panvision.

Mucho diálogo fue lo que generó la proyección del documental Black Río! Black Power!, del brasileño Emílio Domingos, ganador del premio a Mejor Largometraje. La película aborda el surgimiento, apogeo y caída del movimiento Black Power en Río de Janeiro a comienzos de los años ‘70, que tomó como espejo las luchas por los derechos civiles que desde la década anterior venía sosteniendo la comunidad negra de los Estados Unidos. Un reflejo que incluso se apropió de la música soul y toda la estética surgida a su alrededor como caminos de expresión política. Una movida que comenzó a gestarse a partir de una serie de fiestas autogestionadas alrededor de la banda Soul Grand Prix y del carisma de su mentor, Dom Filó, pero que llegó a convertirse en un verdadero polo de resistencia contracultural.

A partir del resurgimiento en los últimos años de movimientos de reivindicación racial en Brasil, el estreno de una película de estas características inevitáblemente se convirtió en un acto político. Un valor que fue reconocido por el jurado de la sección con la entrega del premio más importante, decisión que tiene el doble mérito de honrar al documental, pero también a los programadores del FAM que aceptaron el riesgo de incluirlo dentro de su programación. De factura clásica, combinando testimonios de los protagonistas todavía vivos con una sencilla pero atractiva puesta en escena y un elocuente material de archivo, Black Río! Black Power! resulta un ejemplo claro de esa misma confluencia entre el fondo y la forma que caracterizó al movimiento Black Río.

Dentro de la misma competencia se presentaron dos largos argentinos que también lograron provocar impacto. Encargada de oficiar como película de apertura, La estrella que perdí, dirigida por la cineasta Luz Orlando Brennan, recibió una mención por la actuación de una de sus protagonistas, la gran Mirta Busnelli, quien deslumbró a un jurado integrado por mujeres con su interpretación de una vieja diva del teatro en el ocaso de su carrera y de su vida. El otro título nacional fue la misionera Por tu bien, ópera prima de Axel Monsú, rodada y producida íntegramente en esa provincia, que no solo consiguió conmover por la elección de su tema. El paso de la película por el FAM también reveló los lazos estrechos que hermanan al territorio misionero con los estados sureños de Brasil, con los que comparte vínculos culturales, sociales y económicos.

Mirta Busnelli en La estrella que perdí.

En charlas posteriores, el propio director y los productores de Por tu bien se encargaron de destacar esa afinidad regional que liga a Misiones tanto con Brasil como con Paraguay, una cercanía que subraya la distancia con la Capital. Al revés de Rosario en la canción de Fito, a ellos Buenos Aires siempre les quedó lejos, una brecha abierta que no es solo territorial sino también política y cultural. Cansados de que los fondos del INCAA se los queden siempre las productoras porteñas y bonaerenses, los cineastas misioneros impulsaron una labor destinada a generar sus propios recursos, apoyados en ese fuerte sentido regional que los une con los dos países vecinos. Una familiaridad que quedó bien expuesta durante el FAM.

Es por todo eso que a la hora de hacer su primera película, Monsú y el resto de los integrantes de la cooperativa que la produjo eligieron contar una historia que los representara, ambientada en su provincia con protagonistas misioneros y a través de diálogos en los que al castellano a veces se le responde en portugués. Por tu bien pone el foco en la violencia que las mujeres sufren de forma cotidiana, incluso en el seno familiar. Pero también sobre la gran influencia que la cultura de las religiones evangélicas tiene tanto entre la población rural de la provincia como en la sociedad brasileña. Por las mismas razones, al momento de pensar en el estreno la decisión fue hacerlo acá en Brasil y en el FAM, un festival de ambiente familiar con el que comparten ese mismo espíritu regional que le presta especial atención al cine producido en los países que integran el Mercosur.

Otros representantes argentinos también recibieron el reconocimiento del 28° FAM. Dentro de la sección de películas en construcción, el proyecto de ficción Muña Muña, de la directora Paula Morel Kristof, se quedó con dos premios, incluyendo el otorgado por el jurado oficial. Dentro de la muestra de videoclips, el de la canción "Gauchito Gil", del cantante Nacho Rocha, dirigido por Florencia Calcagno y protagonizado por Nazareno Casero, logró hacer que el jurado oficial y el voto del público lo eligieran ganador. Por último, dentro de la competencia de cortometrajes, la película La hija de la azafata, de Sofía Brihet, recibió una mención de honor.