“Esta angustia, ¿es por tristeza o por envidia?”, le pregunta la terapeuta a Vicky. “No sé, me parece injusto que yo, que hago todo bien, esté soltera con casi 40 años”, le responde la paciente, entre el reproche y la fatalidad de una situación que le quita el sueño y también le digita su vida. Es que para Vicky parecería que su paso por este mundo se reduce únicamente a casarse, tener hijos y criarlos en una casa con fondo y días soleados. Una situación que creyó estar a punto de cumplir, tras diez años de pareja, pero que se derrumbó por su propia y siempre perjudicial impulsión. “Me da envidia que todas tengan lo que yo quiero y yo no. ¿Soy mala por eso?”, se pregunta con cierta candidez y sin poder escapar a ese sentimiento que la asalta cada vez que ve cumplido en otra su sueño idílico. ¿Podrá Vicky casarse o, al menos, dejar de vivir comparándose con los demás? Ese es el interrogante que cruza la trama de Envidiosa, la serie que con humor y dosis de delirio Netflix subirá a su catálogo desde el miércoles 18.

Alejada del costumbrismo o de la comedia blanca naturalista que la industria audiovisual argentina suele producir hasta el hartazgo, Envidiosa parte de una disparador tantas veces transitado pero para llevarlo al extremo y construir una comedia que no le teme al absurdo ni a correr los límites del género. Un tono que descansa, fundamentalmente, en la actuación de Griselda Siciliani, que compone con gracia a esta Vicky insegura, intempestiva, atolondrada, intensa, sufrida e impulsiva. Una mujer al que el padre la abandonó de muy chica y le generó una ausencia, un trauma, y tal vez la causa de su “necesidad” de formar una familia ideal.

Envidiosa tiene un conflicto que es universal, porque se trata de una mujer que está sufriendo por una frustración y que le impide casi vivir. Hay algo de eso, de sentirse frustrado, que todos lo conocemos, y el humor atravesando eso te acerca mucho más. Es una serie muy divertida, muy disparatada”, le explica Siciliani a Página/12. La actriz comparte elenco en la serie escrita por Carolina Aguirre (Farsantes, Ciega a citas, Guapas) con Esteban Lamothe, Benjamín Vicuña, Pilar Gamboa, Violeta Urtizberea, Marina Bellati, Bárbara Lombardo, Martín Garabal, Lorena Vega, Susana Pampin, Leonora Balcarce y Adrián Lakerman, entre otros.

“Vicky es alguien que sufre, lo cual conspira a favor del humor y de la verdad -detalla Siciliani-. Cuando querés contar ese dolor y lo contás crudamente, realmente, Vicky tiene esos momentos en los que pasa de la fragilidad al brote en segundos. Ahí aparece el humor. El sufrimiento llevado al extremo para generar humor es lo que más me hace reír. Vicky vive brotada. O sea, cuando ve que no le dan las cuentas de lo que soñó, que llegando a los 40 no va a poder tener la foto que quería tener, que era esa familia con los hijos, se brota. Es una piba medio en brote todo el tiempo, que hace lo que puede.”

 

-El tono de la serie y la personalidad de tu personaje te permite jugar con muchos recursos actorales, incluso con mohines propios de capocómicos, pero sin perder veracidad. ¿Eso fue un desafío?

-El personaje me da esa posibilidad. Lo amo. Lo da el personaje y la estructura de la serie también, porque como actriz al saber que la historia va a ir conmigo todo el tiempo, tuve la posibilidad de subir mucho el registro, porque sabía que iba a haber momentos en los que iba a poder bajar mucho. Eso es un regalo para una actriz. Porque por ahí si tenés poco lugar, tenés que dramatizar en la misma escena o solo mostrar una faceta, es más limitado. Al tener toda la serie escrita de antemano, una se puede organizar y hacer su trabajo de hormiga, de poder decir "acá me voy a la mierda, pero acá tengo que lograr la vulnerabilidad verdadera para que el espectador crea en esta mujer y empatice con esta loca".

-La serie habla sobre la envidia, al punto tal que Vicky es incapaz de poder verse a sí misma porque no puede dejar de competir con sus amigas, incluso. ¿Cómo te llevás con la envidia, un sentimiento que puede formar parte de la condición humana pero que si no está bien manejado puede ser peligroso?

-La envidia es tener la mirada muy afuera de una todo el tiempo. Si una está siempre en esa, es un problema. Como sentimiento esporádico, todos lo tenemos. Entra, sale, viaja como una cosa más fluida. Vicky está muy pendiente de la mirada del otro. No puede dejar de mirar para afuera. Por eso no sabe ni lo que siente ni lo que quiere. Ni siquiera está tomada por el mandato. Es una mujer muy patriarcal, que tiene unas ideas muy estructuradas y nunca ha reflexionado mucho sobre nada. Tiene esa foto de lo que quiere para su vida adulta desde que tiene 5, 6 años, y nunca revisó nada y va para ahí. Y cuando se le empieza a desarmar esa foto que pensaba que iba a tener, se brota porque nunca construyó ninguna otra cosa. La serie muestra ese proceso de reconstrucción de Vicky, de tratar de saber quién es. Y eso es para mí lo más lindo del personaje. La envidia es un sentimiento horrible.

-En la serie, su terapeuta intenta todo el tiempo de hacérselo saber, pero Vicky no quiere enfrentar esa realidad que la atrapa.

-La sesión de terapia ha sido de las cosas más divertidas de grabar con Lorena Vega. Además, filmamos en continuado las escenas de los 12 capítulos, en siete jornadas, todas seguidas. Esa fue una gran decisión de producción, porque cuando ves la serie completa, cuando ves los capítulos, hay algo ahí muy potente en el vínculo entre Vicky y la terapeuta. Que haya sido en orden y de un tirón fue un lujo de la producción porque nos ayudó a construir el vínculo entre las dos, facilitando la composición. De hecho, esos días con Lorena nos íbamos a almorzar juntas y seguíamos cebadas trabajando la relación, muy apasionadas por actuar. No hubiéramos podido construir ese vínculo tan profundo sin la decisión de la producción de rodarlas así. Lo mismo sucedió con la relación de Vicky con la madre y la hermana, con Susana Pampin y Pilar Gamboa, con las que grabamos jornadas enteras de todas las escenas de ese vínculo familiar. Por eso la delirante historia de humor logra construir vínculos muy potentes.

-En tu caso, ¿soñabas con la familia idealizada?

-No, nunca tuve ese sueño. Medio que a esa familia ideal la tengo de base, con mis padres y mis hermanos. Tengo una familia que es muy soñada. Pero es muy soñada en el sentido que es una familia muy alegre, donde todos nos respetamos y nos divertimos con las singularidades de los otros. Muy educados todos en la libertad y el respeto. Me siento muy muy agradecida de lo que me tocó, porque te puede tocar cualquier cosa... Y me tocaron dos papás docentes, ya jubilados ahora, disfrutando de la vida. Mi viejo, además, es pedagogo y escribió mucho sobre educación.

 

-¿Ni el casamiento ni la maternidad fueron ni sueños de infancia, en tu caso?

-No. Nunca. No me recuerdo soñando con casarme. No me recuerdo ni de niña, ¿eh?Siempre me recuerdo soñando con bailar, soñando con cantar, con actuar. Eso sí, desde muy chiquita. Pero en cuanto a los vínculos con los hombres, nunca nunca tuve ese deseo. Ni siquiera el deseo de ser madre. El deseo de ser madre me apareció más grande y ya con una pareja consolidada, más como un paso a dar juntos. No era una necesidad personal. Después, en el momento que decidí ser madre, me flasheó todo lo que sucedió, no esperaba que me pasara eso. Me enloqueció ser madre. Me sigue enloqueciendo. Mi hija ya tiene 12 años y disfruto mucho estar con ella, del vínculo que construimos entre nosotras. Que no sé si es disfrutar de la maternidad o disfrutar del vínculo con esa persona que me tocó de hija.

-Hiciste muchas ficciones para televisión en el viejo esquema. ¿Cuáles son las diferencias que ves hoy de aquellas producciones a la que propone el streaming?

-Depende del proyecto, en principio, porque todos los proyectos tienen un esquema de producción diferente, depende cuántos capítulos sean, depende cuántos actores, depende de muchas cosas. Pero sí es verdad que el rodaje en el streaming es más parecido al cine. También los viejos unitarios de Polka, por ejemplo, eran bastante parecidos al cine. Pienso en Para vestir santos, por ejemplo. El modo de hacerlo era bastante parecido a lo cinematográfico y el resultado también, más allá de que fue hace 16 años. Y después está el tema del alcance, que no es menor, pero también es diferente. Por un lado, las plataformas te permiten llegar a otros públicos, aunque hay plataformas que se ven mucho más popularmente y otras que no, que son más de nicho. Netflix es claramente la más popular y esta serie apunta a ser popular, porque es una comedia y porque tiene muchas cuestiones que van a conspirar para eso. Habrá que ver después qué pasa. Pero también es verdad que mucha gente no tiene ninguna plataforma. Muchísima gente en este país no tiene ninguna plataforma y, en ese sentido, la ficción en la tele de aire era otro tipo de oferta para otro público, mucho más masiva. Y esa ficción debería existir también. Pero esta manera de producir, esta forma de poder hacer algo en plataforma, una comedia con tanta llegada como va a tener en Netflix, a mí me excita mucho.

-¿Cómo ves lo que está sucediendo con la cultura argentina?

-Veo que lo que está pasando, no solo con la cultura sino con todo, con todas las decisiones que se toman y con todos los discursos, creo que es todo muy desesperante… Está todo tan pasado, es tan incomprensible lo que pasa, lo que se dice, parece que somos partes de Years and Years, la serie británica… Parece ficción, parece como exacerbado todo… El otro día con mi hermana Paulina, que es socióloga,  hablábamos un poco de esto y llegábamos a la conclusión de que está difícil de analizar, está difícil de reflexionar, porque uno se siente como si estuviese adentro de un tsunami, lo cual dificulta la reflexión. Estás adentro del desastre, de la catástrofe, y es muy difícil poder salirte y tener una reflexión, una opinión, más allá de la sensación de ahogo que nos embarga. Y en esa desesperación también pensás que va a pasar,  y que igual vamos a seguir haciendo películas y vamos a seguir haciendo cosas. Hay que estar atentos porque todo, cada noticia que leé, cada decisión que observás que se toma, siempre te golpea… A veces uno no sabe bien qué decir, porque todo puede ser tomado, todo es utilizado, todo es muy cínico. Y no sabés, y hasta en un momento sospechás, si no será también que nuestro oficio es tan visible que ayuda a distraer de otras cuestiones. Y decís, "no quiero colaborar yo a distraer, no quiero decir algo yo que tenga tanto impacto y que distraiga de otras cosas tal vez más importantes, o de otras problemáticas que son más complejas".